lunes, abril 29, 2019

BRITO, ABBOTT Y EL "DESASTRE DE RANCAGÜA".



"El silencio otorga" es un refrán que define acertadamente la actitud de la izquierda ante este descomunal atentado a la fe pública que significa la corrupción descubierta en la Corte de Apelaciones de Rancagua. La razón es simple, y la de siempre: su solidaridad política con los protagonistas por ser de los suyos.

Los involucrados y salpicados en el más grande escándalo que se conoce en el Poder Judicial, tienen sensibilidad ideológica o alguna afinidad con la izquierda: el presidente de la Corte Suprema, Haroldo Brito, si no militante, es adherente al extremismo progresista; Jorge Abbott, Fiscal Nacional, fue designado en dicho cargo gracias al lobby de un senador del PPD; el hasta ahora único ministro imputado, Emilio Elgueta, es simpatizante socialista, el mismo partido del cual es miembro activo el senador Juan Pablo Letelier, operador político de la red corrupta en dicho tribunal regional.

No hace falta un esfuerzo de la memoria para recordar los frecuentes alaridos de la izquierda ante episodios en los cuales  han estado comprometidos personas, personajes o personajillos que no son de sus filas. Está fresca la histérica reacción opositora, tras la muerte del comunero extremista Camilo Catrillanca a manos de un carabinero 'pasado de revoluciones': pidió a gritos que "dada su responsabilidad" debía saltar de su cargo el ministro del Interior. Por la  malversación en el Ejército a raíz  del mal uso de pasajes aéreos y viajes, exigió que "por su responsabilidad del mando" tenía que presentar su renuncia el Comandante en Jefe, Ricardo Martínez.

No deja de ser sospechoso  y contradictorio que, tras la punta del iceberg que salió a flote en la Corte rancagüina, la izquierda no haya hecho escuchar su voz para demandar la responsabilidad del mando. Independiente de que éste es sólo el comienzo de lo que se sabe por décadas acerca de   la descomposición ética y moral del Poder Judicial, este hallazgo en la Corte Regional de O'Higgins es más que suficiente para que, por pudor y por negligencia, tanto Haroldo Brito como Jorge Abbott hagan abandono de sus cargos.

Lo descubierto en la Corte de Apelaciones de Rancagua es un delito de tráfico de influencias y coimas, éstas casi en su nivel más ordinario: fallos y designaciones de tres ministros tenían tarifas. No obstante ello, además del acto delictual en sí, lo obrado tiene un componente político: la simetría ideológica en la adjudicación de cargos y en la orientación de algunas sentencias  favorables a gente de izquierda y, 'en la medida de lo posible', cercanos al  senador socialista Juan Pablo Letelier.

¿Quién izquierdizó al Poder Judicial? En revancha -como lo asegura el Libro Negro de la Justicia Chilena- a la parcialidad de los jueces en ejercicio durante el régimen militar, la izquierda decidió formar magistrados afines a su sensibilidad, y lo hizo desde la Academia de Formación, donde impartía clases Haroldo Brito, reforzando esa misión proselitista desde la Asociación Nacional de Magistrados (ANM), de la cual fue presidente y un activo gremialista.

Brito considera "suficiente control institucional" el que los ministros visitadores fiscalicen el comportamiento profesional, ético y administrativo de los jueces. A su vez, los magistrados de las Cortes -como la de Rancagua- son evaluados por  la Suprema, que los califican anualmente.

Una ex ministra de la Suprema reveló que, "con suerte", Emilio Elgueta era periódicamente calificado con un 4.0, y comentó que, "no en pocas ocasiones", recomendó su marginación. Sin embargo, continuó en su puesto, apuntalado por un padrino de la masonería en  el máximo tribunal y, básicamente, por su condición de hombre de confianza del senador Letelier.

A solicitud de cuatro magistrados  -a quienes hay que recordar por su integridad-, Eugenia Sandoval, Ángela Vivanco, Carlos Aránguiz y Arturo Prado, un Pleno Extraordinario de la Corte Suprema debió pronunciarse sobre la expulsión inmediata de los tres magistrados coimeros, Elgueta, Marcelo Vásquez y Marcelo Albornoz. Por 9 votos contra 8, se rechazó la petición. Estuvo ausente quien lleva la indagación in situ en Rancagua, Rosa María Maggi.

Antes de esa instancia extraordinaria, el vocero de la Suprema, Lamberto Cisternas, intervino públicamente para advertir que "un fallo adverso a los ministros puede afectar el debido proceso"…, un proceso que a esas alturas ya consignaba probadamente la existencia de fallos arbitrarios, tráfico de influencia, cobros en dinero, reuniones privadas con un senador, el retiro de especies comprometedoras desde el tribunal, transferencias bancarias a cambio de nombramientos, retribuciones económicas por parte de abogados de la plaza, todo ello sin contar que la ministra indagadora, en el acto,  anuló sus sentencias, resoluciones pendientes, audiencias y designaciones de jueces y notarios.

Este sólo cúmulo de antecedentes irregulares era más que suficiente para excluirlos de inmediato  del Poder Judicial. Pero con el pretexto del "debido proceso" funcionó  la  solidaridad política, porque, ya a esas alturas, la masonería los había  expulsado.

De habérseles expulsado, lo que correspondía, se hubiera evitado el tremendo absurdo de lo ocurrido en la formalización a Elgueta, a cargo de una jueza de garantía, de rango inferior. Tuvo que imputar a un superior jerárquico, porque, aunque destituido del cargo, continúa siendo ministro y miembro del Poder Judicial.

Así como la Iglesia Católica no tiene porqué solicitar a sus sacerdotes que respeten el celibato, la Corte Suprema no tiene para qué recordar a sus jueces su neutralidad, como lo hizo Brito apenas reventó el escándalo. Tanto la castidad para los curas como la imparcialidad para los magistrados constituyen algo intrínseco  e inviolable. Si el jefe les recomienda "la necesidad de ser imparciales" significa que está consciente de que en su institución se viola su base piramidal.

Brito ha sido inconmovible por esta catástrofe que ha afectado al Poder Judicial  y se desentiende de su responsabilidad, al igual que el Fiscal Nacional, Jorge Abbott, en cuya designación jugó un rol clave el senador Guido Girardi (PPD). Gracias a una petición de éste,   recién asumido anunció que "mi misión prioritaria será terminar en breve con los juicios por financiamiento irregular de la política", precisamente en momentos en que arreciaban las amenazas por este motivo en contra de políticos de la Nueva Mayoría.

Reñida con la ética y la moral fue su conducta cuando cambió al fiscal que investigaba a los ministros  corruptos por expresa petición del senador Letelier.
Parte importante de su rol es el funcionamiento normal del Ministerio Público, y resulta que son frecuentes, e innumerables, los casos de enfrentamientos entre sus fiscales, e incluso uno de ellos, Emiliano Arias, lo denunció ante la Corte Suprema, desde donde -coincidentemente- salió indemne.

La ley establece que los jefes, en este caso Brito y Abbott, "deben responder por aquellos hechos y actos cuando causan perjuicio a terceros". Aún más, la norma legal consigna que "son responsables" de las conductas de los trabajadores de su institución. Ambos  han sido indiferentes ante este impresionante atropello a la fe pública, pero ello no es fruto de su respeto al debido proceso, sino un evidente compromiso con una ideología política.

La población quedó perpleja por presenciar a un ministro de Corte sentado en la silla de los acusados, pero la izquierda pareció no inmutarse por tan desoladora imagen. La jueza que debió dejar, a lo menos, con medidas cautelares a Elgueta (viernes 26) no se animó a hacerlo "a la espera de otros interrogatorios", dilatando una decisión por el temor a una futura pasada de cuenta de su jefe máximo, cuando aspire a  ascender.

¡Hasta por un atropello se deja a un ciudadano con medida cautelar! Pero el ministro Elgueta no es un ciudadano cualquiera.

Como si todo ello no fuese suficiente, el más patético reflejo de la complicidad progresista en este atentado a la institucionalidad, fue lo expresado por la diputada comunista Karol  Cariola. Dijo que "mucho más preocupante para el país que lo sucedido en la Corte de Rancagua son los WhatsApp entre Andrés Chadwick y el alcalde de Rancagua"…
Ambos, militantes de la UDI, se comunicaron cuando Chadwick ni siquiera era ministro, para que el edil rancagüino prestara colaboración al fiscal Alejandro Arias, quien no tiene nexos      con la izquierda. "Es injustificable que él aún no haya renunciado al Gabinete por su responsabilidad" manifestó la parlamentaria.

VoxPress.cl

lunes, abril 22, 2019

EL PATRÓN DEL MAL.



Un natural y explicable revuelo originó en el Partido Socialista (PS) el involucramiento de su senador (por O'Higgins), Juan Pablo Letelier Morel, en el escandaloso comportamiento de tres (ex) ministros de la Corte de Apelaciones de Rancagua. Los magistrados Emilio Elgueta, Marcelo Vásquez y Marcelo Albornoz fueron destituidos de sus funciones y son investigados por tráfico de influencias y cobros indebidos (coimas).
En un Pleno citado extraordinariamente, la Corte Suprema se negó a expulsarlos de inmediato por 9 contra 8 votos…

El senador, alertado por los jueces de que estaban bajo la mira del Fiscal Regional, Alejandro Arias, acudió donde el Fiscal Nacional, Jorge Abbott, para solicitarle que se pusiera fin "a la persecución" a sus amigos. A las pocas horas, la máxima autoridad del Ministerio Público designó a otro persecutor…, Sergio Moya. Poco después se hizo pública una foto donde aparecen compartiendo un almuerzo Letelier y el trío corrupto.

La defensa del senador frente a esa imagen fue exquisitamente estúpida: "qué de malo tiene una cita a vista de todos. ¿Acaso Piñera no tiene fotos almorzando con los Penta?"..

Mostrándose sorprendido por la veloz evolución de los acontecimientos, Letelier argumentó que "se trata de una persecución política en mi contra", lo que fue reforzado, más tarde, por el presidente del PS, Álvaro Elizalde, quien le dio su total respaldo. Ambos pertenecen a la corriente ·Tercerista" del partido.

Pero ninguno de los dos contaba con que un ex concejal de Rengo (PS), conocedor de las yayitas de Letelier en la Región, le pasaría la cuenta: Sergio Roldán pidió la suspensión de la militancia del senador mientras dure la investigación en la Corte rancagüina, solicitud de la cual se hizo cargo el Tribunal Supremo del partido.
El remezón al interior del PS fue gigantesco, pues puede alterar en lo inmediato el escenario de las candidaturas para la elección de directiva del 26 de mayo. Letelier es "tercerista" al igual que Elizalde, quien está al borde de la cornisa,  empujado por una granítica alianza de las cuatro sensibilidades disidentes para impedirle que continúe a la cabeza de la colectividad. Maya Fernández, nieta de Salvador Allende y ex titular de la Cámara, es la candidata opositora.

Varios diputados disidentes calificaron duramente el comportamiento del senador, entre ellos Marcelo Díaz, Jaime Naranjo ("estamos pésimamente evaluados por la ciudadanía por este tipo de conductas") y Osvaldo Andrade ("es inaceptable lo que hizo"). Aún más, la UDI pidió una Comisión Investigadora para determinar su responsabilidad.
En el PS dolió doblemente el involucramiento de Juan Pablo Letelier en la defensa de tres jueces corruptos, dado que es hijo de uno de los emblemas del socialismo criollo, Orlando Letelier Solar, ex canciller de Salvador Allende, muerto por una bomba activada por Michael Townley en Washington.

En los 30 años que lleva como parlamentario -diputado y senador-, nunca Juan Pablo Letelier ha sido portador del áurea que distingue a su padre fallecido. Conocido en todo O'Higgins como el "Patrón de la Región", todas las decisiones políticas de los Gobiernos afines, Concertación y Nueva Mayoría, pasaron por su visto bueno. No había cargo por pago de favores en El Teniente que no tuviesen su visto bueno, y molesto porque la (ex) Presidenta Bachelet no lo consultó por su designación, demoró sólo meses en sacar del puesto al Intendente Juan Ramón Godoy, a quien se encargó personalmente de impedirle colocar a seremis de su confianza.

Reconocido, y alabado, por su impresionante red de contactos, debe ser uno de los parlamentarios que más y mejor trabaja en terreno, y por ello que fue designado jefe territorial de la campaña de Alejandro Guillier.
Siendo diputado, 13 días estuvo detenido en el incendiado anexo cárcel Capuchinos -en 2003-  por orden del ministro en visita Carlos Aránguiz, hoy en la Corte Suprema, quien investigó el caso Coimas. Fue condenado por "cohecho y negociación incompatible" en la investigación a la Escuela de Conductores Siglo XXI de Rancagua, empresa denunciada por  fraude tributario y por haberle aportado a Letelier $18 millones para el financiamiento irregular de su campaña. Como presidente de la Comisión de Transporte de la Cámara de Diputados hizo gestiones para impedir que dicha empresa fuera sancionada por la Subsecretaría del ramo. 

La repatriación de capitales se transformó en uno de sus principales objetivos, y ello para favorecer a su "gran amigo" Carlos Cardoen, con millones de dólares inmovilizados en el extranjero, debido a la venta de bombas de racimo a Sadam Hussein. Incluso, viajó a Washington para hacer lobby a favor del empresario santacruceño impedido de salir de Chile por una orden de captura global de INTERPOL.

Cardoen también lo ayudó con importantes aportes a sus campañas electorales.
El senador también fue salpicado por el caso Caval (2015), tras ser mencionado en un e-mail del arquitecto chileno radicado en México, Álvaro Covacevic, quien manifestó su intención de participar en el negocio inmobiliario de Machalí. Letelier influyó para el cambio de uso de suelo del sector.

Él  nunca quiso acudir a la Comisión Investigadora  de la Cámara, encargada del caso.
La última movida que se le conoce es haber hecho lobby para que Dobra Lusic fuese designada por el Senado como ministra de la Corte Suprema.

Transversalmente, a nadie cabe dudas de que el senador Juan Pablo Letelier es un gran operador político, pero su historial deja en evidencia que su habilidad no la emplea en favor de la Región a la que representa, sino en beneficio personal, de sus intereses y de sus amigos, sean ellos los más feroces corruptos.

VoxPress.cl

domingo, abril 14, 2019

UN FALLO IDEOLÓGICO TAMBIÉN ES PREVARICACIÓN.



Por estos días, todos los ojos están puestos en el rápido y prolijo trabajo investigativo que la ministra Rosa Maggi está llevando a cabo en la Corte de Apelaciones de Rancagua, el palacio de la coima. Sin embargo, hay que agudizar la mirada sobre la orden que recibió del presidente de la Suprema, en cuanto a "indagar en todo Chile".

Por lo que ya se conoce, los tres ministros indagados en Rancagua no tienen salvación: se alegarán de nuevo causas tramitadas por ellos, se les investiga sus cuentas corrientes, se revisan sus fallos anteriores y fueron expulsados de la masonería.

En buena hora apareció en la superficie de las turbias aguas de la Justicia chilena la punta de un iceberg que, por años, todos sabían de su existencia, pero que, por temor o inhibición, nunca nadie quiso ver.
Conscientes todos de la falta de neutralidad de la Justicia, llama la atención que, en vista del caso de la Corte rancagüina, el progresista presidente de la Corte Suprema, Haroldo Brito, les haya recordado a sus colegas jueces "el deber de la imparcialidad". Estando a cargo de un tribunal en lo penal, pese a las abundantes y categóricas pruebas de desfalco, no quiso enviar a prisión a un conocido dirigente del fútbol y empresario radial por haber sido "interventor" de un banco durante la Unidad Popular.

Habrá que recordar que como presidente de la Asociación Nacional de Magistrados (ANM), Brito politizó el Poder Judicial y se encargó de que la Academia de Formación fuera debidamente infiltrada por la izquierda. 
Hoy la ANM es presidida por la ministra de la Corte de Valdivia, la progresista Soledad Piñeiro, que en la última elección gremial reemplazó en ese cargo al también progresista juez laboral, Álvaro Flores.

Puede resultar difícil de entenderlo, tras el repudiable capítulo de la Corte de Rancagua, pero la coima no es el mayor pecado de la Justicia chilena. Aunque no todos -como quedó en evidencia-, los jueces se cuidan mucho de los incentivos económicos directos.
 El gran drama de arbitrariedad de la Justicia chilena radica en la prevaricación, esto es, "fallar a sabiendas en forma injusta", lo que se da comúnmente  en nuestros tribunales, dado el tráfico de influencias por algún tipo de afinidad.

Ello no estuvo exento en el escándalo de la Corte rancagüina, pues, en el caso específico de Emilio Elgueta, él era un protegido de, al menos, dos "supremos" masones como él.
La otra sincronía que aún prevalece en la Justicia es la homosexual. Uno de los más terribles ejemplos de ello fue el ocultamiento del homicidio de Jorge Matute en Concepción. La red de protección de personalidades gay de la ciudad obstaculizó la investigación, al punto  que cuando los involucrados fueron falleciendo, recién se despejaron algunas vías para dar pistas sobre los autores intelectuales del crimen.

Una de las sentencias más descabelladas de los últimos tiempos estuvo vinculado a este tema. Por "negligencia" -¡qué tremendo delito!- e "ilícito civil" se benefició con una indemnización millonaria a los tres jovencitos que, en su adolescencia/adultez se dejaron manosear por el cura Fernando Karadima. El arzobispado de Santiago tendrá que vender propiedades para recaudar los $300 millones de compensación con que se premió al trío denunciante de "acoso".

Un notario de Santiago fue denunciado por adulterar un testamento, motivo inapelable de expulsión. En su calidad de gay, recurrió a un ministro también gay de la Corte de Apelaciones y sólo lo suspendieron.
La Suprema -eso es así- castiga periódicamente a los jueces sorprendidos en  falencias administrativas o malos comportamientos, pero (casi) nunca por prevaricación, que son los fallos que afectan injustamente a una de las partes, y no necesariamente a cambio de una coima.

Ha sancionado casos por autorizar a un funcionario a dos meses de permiso con goce de sueldo; por abandonar una audiencia para ir a dar clases a la Academia Judicial; por conducir en estado de ebriedad; por acoso laboral; por atraso en dictar sentencias; por negarse a realizar comparendos y por falta de reserva acerca de un juicio a su cargo.

Estos ejemplos de medidas disciplinarias son frecuentes durante cada año judicial, pero son escasas las denuncias de la magnitud de las formuladas en contra de los ministros de Rancagua, agravada la situación por la injerencia directa de un senador socialista, Juan Pablo Letelier, que recurrió de queja a Jorge Abbott, titular del Ministerio Público, para impugnar el hostigamiento del fiscal regional de O'Higgins en contra de los ministros...
Letelier también estuvo involucrado en otro escándalo judicial en Rancagua, el de plantas de revisiones técnicas.

Este solo hecho, su injerencia,  basta como comprobante indesmentible de que la peor enfermedad de la Justicia es su contaminación con la política, y particularmente con la izquierda. La historia moderna de los tribunales está colmada de muestras de la parcialidad ideológica del sistema: jueces y ministros "interpretan" las leyes según su particular mirada partidista. Archivar causas hasta que prescriban ha sido el gran refugio de conocidos personajes progresistas, en tanto se ventilan, y con la debida exposición pública, los procesos en contra de los adversarios políticos.

La ministra investigadora Rosa Maggi recibió una instrucción alentadora para la ciudadanía: que investigase "todo", y a lo largo y ancho del país. Para que ello sea posible, necesita denuncias con nombres y apellidos, y eso se percibe muy difícil, precisamente para no ser víctima del viejo refrán de "ir por lana y salir trasquilado". La magistrada indagadora tiene que actuar hasta que duela, como lo ha hecho en Rancagua, pero ojalá tenga conciencia de que la  prevaricación no se da sólo por coimas. Lo es cualquier fallo torcido y mal intencionado hecho a sabiendas.

Quien mejor lo sabe es su propio jefe, el presidente de la Corte Suprema.

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martes, abril 02, 2019

(VIDEOS) CORTE DE APELACIONES DE RANCAGÜA: TRES MINISTROS INVESTIGADOS POR TRÁFICO DE INFLUENCIA Y PAGOS INDEBIDOS.




En uno de sus explosivos comentarios radiales y televisivos, TOMAS MOSCIATTI denunció el “desaliento de Jueces honestos” prov
NTRERA, de $13 MIL MILLONES, denunciado por el SII, estuvo a cargo del Juez rancagüino, GIANNI LIBRETTI PEÑA, subalterno del trio MINISTERIAL, protector de ARENAS CONTRERAS y se limitó a “arresto domiciliario”. Este Magistrado registra depósitos de dinero, en su cuenta corriente, por parte del Ministro ELGUETA.
-El Juez de Rancagua, LUIS HERNAN BARRÍA ALARCÓN, deberá ser incorporado a las investigaciones porque ordenó borrar la interceptación, reproducción y grabación de las conversaciones telefónicas entre el bellaco médico ARENAS CONTRERAS y sus amigos de la Corte rancagüina, realizada ¡LEGALMENTE!, por el Jefe del Ministerio Púbico de Rancagua, fiscal SERGIO MOYA, quien, además, debió entregar su jefatura al Fiscal EMILIO ANDRES ARIAS MADARIAGA.
La fechoría más grave, de este trio de Ministro de Corte, es la absolución de SEBASTIAN DÁVALOS y su cónyuge, hijo y nuera de la impune ex Presidenta, MICHELE BACHELET. Todo gestionado, al parecer, por el senador JUAN PABLO LETELIER, íntimamente vinculado con los sucios ajetreos que se han llevado a cabo en la Corte de Apelaciones de Rancagua, asesorada por el Ministerio Público de O’Higgins, a cargo del Fiscal Regional EMILIO ANDRÉS ARIAS MADARIAGA, especie de ahijado del senador socialista JUAN PABLO LETELIER.
El Fiscal ARIAS MADARIAGA, veinteañero titulado en Concepción a mediados de los años 90, es incorporado al Ministerio Público como abogado asistente el año 2001. Tras desempeñarse en varias funciones menores en el Norte del país, llegó a la Fiscalía de Pudahuel donde participó en el caso Penta y SQM, en un bullado caso de corrupción y narcotráfico de la PDI, con 7 detectives encarcelados y en el Robo del Siglo, cometido en el Aeropuerto Pudahuel, en el que una banda se apropió de un botín de $ 6 mil millones.
Según el ministro EMILIO ELGUETA TORRES, “por órdenes de arriba”, hizo rápida carrera asumiendo como Fiscal Regional de O´Higgins, tras gestiones del senador LETELIER, ante el Fiscal Nacional, JORGE ABBOTT, para que encabezara las investigaciones de los casos CAVAL y Corpesca, ambos de gran importancia política.
EMILIANO ANDRÉS ARIAS MADARIAGA es, curiosamente, quien se ha encargado de investigar, bajo órdenes de la Ministra de la Corte Suprema, ROSA MARIA MAGGI, los ilícitos enredos de los ministros ELGUETA, ALBORNOZ Y VÁSQUEZ.    
El descubrimiento y posterior ventilación de este escándalo compromete a la Justicia chilena como un DESASTRE DE RANCAGUA, no sólo por la importancia política y criminal de los hechos. La suciedad judicial está mezclada con rapiña indigna, que vincula a los acusados con la más miserable delincuencia criolla. Entre los muchos casos aparece la banda de “LA CHOCLO”, pequeños narcotraficantes que lograban éxito en sus apelaciones, a condenas de primera instancia, a cambio de coimas de “UN MILLÓN DE PESOS”.