UCRANIA, CHILE Y EL MUNDO PLANO.
Según su sitio web, el 21 de febrero, la Cancillería chilena emitió una declaración sobre la situación en Ucrania. No se pronuncia sobre la situación política, la movilización social o la liberación de la líder de oposición Yulia Tymoshenko. Sólo hace referencia al hecho que el consulado chileno se había contactado con compatriotas residentes en Kiev. En la página correspondiente de la misión chilena ante la ONU,la última declaración publicada se refiere a Siria. Chile no tiene opinión sobre una de las situaciones más peligrosas que ha vivido Europa desde la guerra en los Balcanes a comienzos de los ’90.
El silencio sobre lo que ocurre en Europa oriental es sintomático de una actitud más generalizada: la de un país lejano y pequeño y no particularmente relevante dentro del sistema internacional. Esta visión –junto con la necesidad de recuperar un espacio dentro del club de las democracias del mundo– fue la que nos ha llevado durante los últimos 25 años a centrar nuestras relaciones exteriores en la política comercial. Reinserción y comercio. Un país pequeño, con un mercado pequeño, tenía que abrirse al mundo. La consideración comercial dentro de la política exterior ha estado muy presente en nuestras relaciones con EE.UU., Europa y Asia. A nivel regional, no es necesario mirar más allá que al reciente caso de la Haya para ver cómo las relaciones comerciales influyen en la manera de manejar las relaciones con Perú.
Hay al menos dos razones por las cuales habría que reconsiderar esta postura. Primero, porque el mundo está más cerca de lo que creemos. Y segundo, porque es más chico de lo que pensamos.
La idea de que Chile está protegido por un océano, un desierto y una cordillera, están muy inculcadas en la sicología nacional. Pero cada vez más, el mundo tiene una manera de llegar a nuestras costas, sea a través de la televisión o a través de submarinos. De la misma forma, pensar que las lógicas que han llevado a Rusia a invadir Crimea no nos afectan, es un error. Sólo en las últimas semanas, el ministro de defensa ruso, Sergei Shoigu, ha anunciado que la nueva estrategia de su país requiere la presencia militar en muchas regiones del mundo, y ha hablado de construir bases militares en América Latina. China también está dejando atrás su política de favorecer el crecimiento económico por sobre el gasto militar.Lleva años construyendo una Armada diseñada para desafiar la dominación norteamericana del Pacífico. Si bien, por el momento, China está más preocupada de competir con los EE.UU. en su patio trasero (Corea, Taiwán y Japón), claramente una carrera armamentista en el Pacífico, junto con bases rusas en Venezuela, afectan intereses chilenos.
Si la competencia naval parece ser un tema muy decimonónico, el segundo punto esta firmemente plantado en el Siglo XXI. Es poco lógico que la tecnología y la comunicación hayan dado horizontalidad a las relaciones de poder en todos los ámbitos menos las relaciones internacionales. Desde los blogs, que han desafiado el poder de los medios tradicionales, hasta los movimientos sociales que han demostrado el poder del ciudadano, la tecnología está cambiando la estructura de relaciones, es decir, el poder. En lo que Castells llama la sociedad red, ser grande y ser pequeño importa menos que la forma en que tanto grandes como pequeños procesan, utilizan, comparten o le entregan significado a la información.
El escenario no es tan nuevo. Hace varios años que Friedman introdujo la idea de un mundo plano, y son más de doce años desde que el ataque en las Torres Gemelas mostró que ser un gigante en el sistema internacional no protege en contra de redes informales. Rusia, un con un poder económico y militar infinitamente menor al de EE.UU., sabe que no arriesga mucho en desafiar la voluntad de la comunidad internacional en Ucrania. Del mismo modo, los pequeños de la comunidad pueden usar sus propias redes creativamente –desde los organismos multilaterales hasta la diplomacia digital– para ser activos protagonistas del mundo plano.
Robert Funk.
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