viernes, enero 20, 2017

LA MENTIRA DE LA QUEMA DE LIBROS DURANTE EL GOBIERNO MILITAR.


La Izquierda chilena les ha lavado el cerebro no sólo a los chilenos nacidos en los ochenta y siguientes, sino también a sesudos investigadores de think tank, periodistas o escritores que dicen ser de la derecha liberal en diversos países. Esa gente ilustrada con capacidad de ir al meollo de los asuntos, de separar el parecer del ser, le cree el cuento de los militares o Pinochet y las víctimas. Esta gente ahora es ‘experta’ en pacificar países y sacarse matones. En primer lugar, el típico razonamiento es que no se justifica o tal o cual cosa, refiriéndose a lo que la Izquierda llama ‘violaciones a los derechos humanos’. Ni siquiera son capaces de ver las dos cara de la moneda, ni que hubo un enfrentamiento. Un grupo uso la violencia. Por tanto, es ilegitima. Y otro grupo ante esa violencia respondió con la fuerza. La violencia no respeta al otro. El uso de la fuerza se refiere a la defensa. Siempre es legal. En segundo lugar, esas mismas personas por ellos que la Junta no hubiese hecho las reformas económicas liberales, pues eso sería manchar el liberalismo. Hubiesen preferido que las cosas quedaran como estaban. Al contrario de ellos, los jóvenes economistas de Chicago no se iban de quedar de brazos cruzados. Personas tan doctas no sepan distinguir en la violencia y la fuerza. Así el escritor chileno Axel Kaiser y otros de la Fundación para el Progreso escribe en su Carta abierta a la Izquierda a raíz de la muerte de Fidel Castro: “Espero que estén de acuerdo en que así como no es sano para la convivencia nacional justificar crímenes cometidos bajo el régimen militar chileno, tampoco lo es que hagan apologías a uno de los criminales más sanguinarios de la historia latinoamericana”. Estaba un lado la guerrilla o terrorismo del Mir y del FPMR, en el otro lado los militares. Puesto que la guerrilla fracaso, entonces esgrimen el argumento de que no se justifica. O sea, ante la violencia ilegítima no es bueno defenderse. ¿A qué le llaman ‘crímenes cometidos bajo el régimen militar? Dudo que le interese el atropello a los derechos humanos en democracia, que se les realiza a los militares en Punta Peuco partiendo que se les respeta la igualdad ante ley. Y eso que abogado y doctor en filosofía o economía.
  No me canso de citar el libro Desde las Cenizas del periodista norteamericano, James R. Whelan, pues hizo un gran trabajo, no sólo basándose en documentos, sino asimismo entrevistando a los personajes involucrados. Así cuenta, por ejemplo, que a ‘la Payita’, la amante de Salvador Allende, cuando se exilió tenía prohibido decir que el presidente marxista leninista se suicido. Tenía repetir la mentira que había sido asesinado por los militares. Después de la caída de Allende, se produjeron las llamadas ‘violaciones a los derechos humanos’. ¿Qué es eso? El enfrentamiento con el grupo terrorista MIR. Whelan dice: “Pero la existencia de armas clandestinas y la fanática resistencia de un grupo de dirigentes extremistas reunidos principalmente en el MIR fueron los principales responsables de buena parte del derramamiento de sangre en las semanas que siguieron al golpe”. Agrega: “…ese derramamiento de sangre nunca alcanzó las proporciones descritas en los horripilantes informes que aparecieron en muchos órganos de la prensa mundial”. 
   Una de las mentiras que se han transformado en verdad de tanto repetirla, es que los militares chilenos después del 11 de septiembre quemaron libros. En efecto, el autor de esa mentira fue el corresponsal inglés, John Barnes, cuyo artículo apareció en la revista Newsweek el 8 de octubre de 1973.Si es que no equivoco o la memoria no falla, el escritor Jorge Edwards cuenta que le llegó información de que se quemaban libros en su libro Persona Non Grata.
El artículo se titulaba “Matadero en Santiago”. Este es: 
  “Pablo Neruda, poeta chileno ganador del Premio Nobel, murió de cáncer, e incluso mientras se estaba bajando su cadáver a la tumba, sus compatriotas se dedicaron a la tarea de asesinar sus palabras. Libros de toda clase, no sólo los de Neruda sino también de Mao, Marx y Marcuse, fueron confiscados por decenas de miles en casas, librerías y bibliotecas, y quemados en fogatas en las calles de Santiago. Las universidades chilenas, otrora orgullosos bastiones de independencia, han sido purgadas de sospechosos izquierdistas, y la gente corriente aprendió a tener miedo cuando golpeaban la puerta a la medianoche”.
  Ahora bien, cuando se refiero a los enfrentamientos que hubo en las poblaciones, en particular en La Legua cayó en la retórica política. Según él, en esas poblaciones había ‘terror’, debido a la venganza. Hubo combate en eso lugares, porque en la Unidad Popular quisieron convertirlos en bastiones de los terroristas armados al margen, naturalmente, de la ley. Se metió en un lío al dar datos estadísticos de las muertes. Así escribe: “Los trabajadores de la morgue han recibido la advertencia de que serán sometidos a una corte marcial y ejecutados si revelan lo que está ocurriendo acá. Pero yo pude obtener un recuerdo oficial de cuerpos en la morgue a través de la hija de un miembro del personal: catorce días después del golpe, dijo ella, las morgues había recibido y procesado 2.796 cadáveres”.   Sin embargo, el Washington Post le refutó: “El número de muertes violentas en la capital de Chile en las tres semanas desde el golpe militar parece ser de aproximadamente 750, cifra basada en una verificación hecha hoy en la morgue”.
    Cuando cayó Allende, la mayoría de los chilenos pensaban tal como escribió un periodista extranjero: “Los chilenos lo detienen a uno en la calle para decirle: ¿Qué les parece nuestro nuevo Chile? Ahora somos libres. Esta es nuestra segunda independencia. Lo mejor de Chile está en el Gobierno; no se olvide decirle a la gente de Norteamérica que todo está bien en Chile”. 
 Sin más comentarios.

Javier Bazán Aguirre.

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