jueves, febrero 18, 2016

UDI: UNA REINVENCIÓN URGENTE.


Jaime Guzmán Errázuriz se instaló frente a su comisión examinadora de título en la Escuela de Derecho de la UC. La primera pregunta fue para ponerlo a prueba, pero resultó ser la única y definitiva: después de explayarse con una exquisita  riqueza de vocabulario por 30 minutos, uno de los académicos empezó a aplaudir. Lo siguieron los otros dos.

Distinción máxima para quien ya era un potente líder estudiantil, forjaba con ímpetu el gremialismo, un movimiento popular que escuchara y ayudase al pueblo. “Hay que trabajar a full con los pobladores para que salgan de sus precarias condiciones” advertía a sus crecientes seguidores.

Como sobresalía por sobre el resto, la Escuela de Psicología, que funcionaba frente a la casa central donde estaba Derecho, le solicitó que accediera a un test de inteligencia. Aceptó y el resultado científico del estudio reveló que intelectualmente estaba más cerca del genio que del súper inteligente.

Aunque Bachelet lo involucra despectivamente en una Constitución  –1980—“hecha en dictadura”, no cualquiera acepta el desafío de ser el redactor jefe de una Carta Magna como aquélla y que, con modificaciones menores, aún nos rige. No vaciló en enfrentarse a Manuel Contreras y personalmente gestionó liberaciones y mejores tratos a enemigos del régimen militar.
Este Jaime Guzmán, si no querido pero respetado por todos los senadores por su lucidez mental, fue el artífice de la Unión Demócrata Independiente (UDI), partido que llegó a ser el más votado de Chile y al cual adscribieron numerosos dirigentes poblacionales y sindicales.
Hoy esa UDI no existe y su degradación se gestó lenta pero sostenidamente desde que su líder y caudillo fue vilmente asesinado a balazos en el frontis del Campus Oriente de la UC donde hacía clases.

El partido pasó a tener un liderazgo corporativo, esto es, unos pocos se asignan el poder entre ellos, y las bases aceptan. La fórmula del regimiento, donde los oficiales mandan y la tropa obedece, no sólo se agotó, sino impidió el surgimiento de figuras por sí solas, por sus méritos, siendo en su mayoría los nuevos rostros escogidos a dedo por algún padrino del cerrado grupo cupular.

Se atrofió el proceso natural de la política cual es permitir la renovación espontánea y, por otra parte, la actividad partidista fue abandonando el sueño popular de Jaime Guzmán y se enclaustró, dando origen a una vida con poquísimo activismo y con una sorda pugna interna por controlar el poder. La UDI se consumió como un adulto que ve venir la vejez sin prevenir sus efectos nocivos.

Ya arriba de un escenario deteriorado, definitivamente “se le vino la noche” con la revelación de que varias de sus figuras señeras estaban, y están, severamente salpicadas por los escándalos del ilícito financiamiento de la política. En este sentido, dos de sus buques insignias fueron hundidos  —Jovino Novoa y Pablo Longueira–, su ex presidente debió renunciar por sus vínculos con los dueños de Penta, un senador ya fue desaforado por la justicia y otra va en vías de serlo.

Como si nada aprendiese de su realidad en declive, acaban de surgir quienes proponen a Hernán Larraín Fernández como precandidato presidencial, tratándose de un dirigente que lleva años figurando y que nada nuevo puede ofrecer a los sufragantes, los que han acentuado sus dudas respecto a dar su preferencia a la UDI luego de la sobreexposición de sus caudillos por malas prácticas políticas.

Internamente, el partido ha sufrido un divorcio de las bases con las cúpulas que suelen resolverlo todo entre sí, y ello es traducible en un desencanto por el rumbo que desvirtuó la doctrina original del partido. Esta situación la percibió un joven  movimiento político formado por un líder salido de la UDI y que ha puesto todo el énfasis de su trabajo en los problemas de los más pobres: Evópolis.

El otrora poderosísimo partido requiere, ya mismo, de una reingeniería política que, a su vez, le permita reinventarse con objetivos de relevancia y que pongan fin a esta sociedad de socorros mutuos en que terminó convirtiéndose, nos imaginamos que con algún tipo de remordimiento por haber traicionado el espíritu de servicio social que, en su tiempo, sembró Jaime Guzmán entre sus entonces jóvenes seguidores.
Alfonso Hidalgo.

1 comentarios:

Blogger Verónica Welkner Ballas ha dicho...

Reinventarse.... puede ser, pero la UDI perdió el norte. Debiera recuperar lo que fue y regresar a sus principios.

11:22 p. m.  

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