#CAVAL, EL CONVIVIENTE DE BACHELET.
Desde febrero de 2015, el caso Caval ha sido el más fiel conviviente de la Presidenta de la República, y le guste o no, la continuará acompañando hasta el fin de su mandato, cuyo desenlace electoral está directamente enlazado con dicho episodio.
La Presidenta se ha desvelado pensando en cómo dar vuelta la página de tan desastrosa irrupción de su nuera Natalia Compagnon, y los esfuerzos de sus asesores y espadachines de palacio por hacer ver a la población de que se trata de un hecho superado, se esfuman con la periódica reactivación del escándalo.
Las citaciones de la Fiscalía Regional de O’Higgins a Compagnon y su marido, el hijo de la Presidenta; luego, la querella del SII en contra de los socios y cómplices de la PYME Caval y, finalmente, la reciente formalización de los implicados, entre ellos su nuera, han mantenido en primer plano la escandalera que reventó a comienzos del 2015.
Desde ese momento, la Presidenta ha debido convivir con tan incómoda situación. El caso le causó su desplome político y el descrédito como Jefa de Estado, arrastrando con ello a la Nueva Mayoría.
El chileno puede tener muchos defectos, pero una de sus escasas virtudes es su intolerancia a que lo engañen y lo engatusen. Desde marzo del 2015, la Presidenta no ha tocado ni se ha referido al conflicto que le costó su futuro político, derrochando una de sus aptitudes que la llevó dos veces a La Moneda: su autenticidad.
En una fugaz aparición la tarde de la formalización a su nuera –arraigo y firma— se presentó por un minuto ante las cámaras para hacer un par de comentarios obvios: “esto ha sido muy doloroso para mí y la familia” y que “todos somos iguales ante la ley”, aunque el tratamiento de VIP que tuvo Compagnon no cuadra con esto último.
Ella tiene gran responsabilidad en esta convivencia con el caso Caval, a raíz de la protección que ordenó para su hijo y a su obstinación de mantener en La Monda al administrador de palacio, Cristián Riquelme, involucrado directamente en el escándalo.
Muy proclive a solidarizar con las desgracias ajenas, la población hubiera preferido que ella abriese su corazón y desde un principio transmitiese sus sentimientos, graficando lo pésimo que se sentía. Sus orejeros la convencieron de que eligiera otro camino y los resultados le resultaron brutalmente adversos.
Esconder la realidad bajo la alfombra fue el peor camino y ella misma, con su actitud, le ha ido agregando más piedras. Su última y desafortunada decisión fue restringir la libertad de prensa a quienes se ocupan cotidianamente de las noticias de La Moneda por la impertinencia de un profesional de preguntarle qué opinaba de la formalización de su nuera.
Guardó silencio y su molestia provocó la determinación de discriminar a los medios en futuras actividades presidenciales, lo que fue corregido tras el vendaval de críticas que incluyó hasta a la comunista presidenta del Colegio de Periodistas. Se anunció que serán los propios periodistas quienes seleccionen a los medios.
Hasta antes de su enojo no había segregación ni arbitrariedad: el que se interesase en reportear sus actividades lo podía hacer.
A partir de la formalización de los inculpados por soborno y fraude al Fisco, (viernes 29 de enero), ahora el escándalo escaló a su ciclo judicial y estará un buen tiempo en primer plano. Durante el 2015, la Presidenta no pudo ni quiso sacárselo de encima y este 2016 será igual, de tal modo que tendrá que seguir conviviendo con él. Y todo por su propia culpa, ya que de no haber falseado ni escondido la verdad, su existencia sería hoy muy distinta.
VoxPress.
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