CORRUPCIÓN, HONESTIDAD Y BACHELET.
El 2015 fue el año de la corrupción: desarrollo del caso CAVAL, PENTA, colusiones y financiamiento irregular de la política. La débil imagen de Chile como país libre de corrupción quedó al descubierto, aunque nos duela decirlo. Durante años los chilenos nos hemos hecho trampa en el solitario y hoy estamos comenzando a ver los resultados de nuestra frágil cultura anti corrupción.
Pero el problema no está sólo en los casos específicos, sino en la falta de liderazgo político y social para resolver este problema cultural. Así es, porque el problema no es sólo legal, técnico o de un sector específico de la sociedad. Lo que requerimos es adaptar la forma en que operamos como sociedad e incluir la honestidad y probidad como parte fundamental de nuestras vidas.
La naturaleza del problema es similar al uso del cinturón de seguridad. Iniciar su uso requiere un cambio cultural, un cambio en el comportamiento diario. Es cómodo subirse a un auto y no usar el cinturón, pero nos hemos adaptado a esta práctica dejando de lado la comodidad para comenzar a protegernos. Si bien la regulación y fiscalización ayuda, han sido los mismos conductores y pasajeros los que se han adaptado.
La corrupción es similar. Para los involucrados hay mucho en juego. Para los políticos será el financiamiento de sus campañas y gastos personales. Para los empresarios y ejecutivos, mejores resultados económicos a fin de año. Y para el común de nosotros será no pagar el Transantiago o ganar una luquita más al pagar una entrada menos en el cine.
Algunos dicen que con nuevas regulaciones el juego se puede ganar, y que los cambios culturales son ambiguos. Comparto el argumento que las nuevas regulaciones ayudarán y que son necesarias, pero sólo ellas no bastan. Requerimos que los partidos, empresarios, políticos y todos nosotros reconozcamos qué está en juego, los beneficios de vivir en una sociedad honesta, y poder realizar este cambio cultural: poder adaptarnos como sociedad.
A la fecha nadie quiere bailar con la corrupción: hablar sólo si es necesario o sólo si queremos promover una nueva regulación. Pero jamás pedir perdón o reconocer activamente otras faltas a la probidad, lo que está en juego y la necesidad de cambiar. Esto, partiendo por la Presidenta.
Michelle Bachelet tiene una gran oportunidad en sus manos: tomar el liderazgo en impulsar un cambio cultural real, y no sólo un par de regulaciones. Nadie sabe cómo resolver este problema, pero alguien tiene que tratar. Si la Presidenta invierte su capital político y ejerce responsablemente el liderazgo para comenzar un cambio, este podría ser su mayor legado. Pero a la fecha, seguimos haciéndonos trampa en el solitario.
Sebastián Parot
Candidato a MPP y a MBA
Universidad de Harvard.
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