LA FAMILIA ES LO PRIMERO: BACHELET, LECHÓN Y COMPAGNON.
Para Michael Corleone, el mítico personaje de El Padrino, la familia y los parientes nunca fueron lo mismo. La familia, aquella estructura de poder basada en fuertes códigos de confianza y fidelidad en torno al apellido Corleone, era más importante que los lazos de consanguinidad. En ese sentido, exponer a la familia, ya sea por ambición o por torpezas, era fuertemente sancionado no solo por el jefe sino por todos los miembros de la misma. Aquella lógica, que uno podría pensar que solo se produce en estructuras mafiosas, también se produce en torno al ejercicio del poder político en cualquier tipo de régimen y estructura. La historia así nos lo recuerda.
En relación a lo anterior, la distancia del gobierno con respecto a la eventual formalización de Natalia Compagnon no es tanto una postura institucional y republicana sino la indiferencia de quienes consideran que ella traicionó las confianzas y lealtades que el ejercicio del poder exige.
El caso Caval significó un golpe directo a la, hasta ese momento, intocable y hermética figura de la Presidenta. No sólo propició la salida del cargo del primogénito, Sebastián Dávalos, sino que abrió una grieta infranqueable que terminó por desmitificar la inmaculada figura de Bachelet, detrás de la cual se amparaba la Nueva Mayoría. Lo peor, la embestida que expuso –cual rey desnudo- al poder mismo encarnado en la madre, la jefa de familia y la presidenta, no provino de la desorientada oposición sino de su círculo familiar más cercano.
En ese sentido, el principal pecado de Natalia Compagnon es haber expuesto al escrutinio público algo que se presumía sacrosanto, intocable, el apellido Bachelet. Su torpeza y ambición personal puso en riesgo todo el capital social y político construido en torno a una figura, a la que muchos se han arrimado para forjar su propio poder. Su error no fue con sus parientes legales, sino que con las estructuras de poder amparadas bajo la figura de Bachelet. El error de Natalia fue haber dejado en evidencia los truculentos intersticios del poder mismo y las incoherencias de quienes lo ejercen. En otras palabras, ella expuso a la familia y no sólo a su parentela.
Por eso, la actitud de la presidenta Bachelet ante la eventual formalización de la esposa de su hijo y madre de sus nietos, no es sólo la de la suegra molesta ante la falta de una nuera, tampoco la de una presidenta marcando solemne distancia, sino que indica lisa y llanamente que Natalia ha quedado fuera de los negocios de la familia. Ha quedado fuera del círculo del poder. Quizás siga siendo pariente pero nada más. Quién sabe. A los parientes uno no los elige.
Jorge Gómez Arismendi
Director de Investigación y Estudios FPP.
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