lunes, junio 16, 2014

POR QUÉ SANTOS FUE REELECTO.


El Presidente Santos logró la reelección gracias a que, en sus bastiones de la costa Atlántica, pudo arrastrar a las urnas a los votantes temerosos del regreso del uribismo que no están excesivamente entusiasmados con el gobierno actual. Muchos de ellos se habían quedado en casa en la primera vuelta y ahora salieron a cerrarle el paso a Oscar Iván Zuluaga, preocupados por la posibilidad de que se interrumpiese o se cancelara la negociación con las guerrillas narcoterroristas. La abstención se redujo en casi dos millones y medio de votos con respecto a la primera vuelta y un alto porcentaje de ese voto a regañadientes se dio en la zona del Caribe.
El otro factor decisivo fue el respaldo de la izquierda en Bogotá. Aunque el alcalde Gustavo Petro había apoyado a Santos en la primera vuelta, lo había hecho no a nombre de la izquierda sino de su propia corriente y no de forma explícita, sino simbólica. Ahora la izquierda organizada, que había obtenido 15% de los votos en la primera vuelta, se jugó a fondo por Santos, en parte por odio cerval al uribismo y en parte porque su futuro depende de cuánto legitime a la izquierda una conclusión exitosa de las negociaciones con las Farc y el ELN.
Zuluaga logró sumar prácticamente todos los votos de la conservadora Marta Lucía Ramírez a su propia base pero no pudo raspar suficientes votos de Enrique Peñalosa, el candidato centrista que había quedado rezagado en la primera vuelta y cuyos partidarios tienen más en común con una versión santista de la derecha que con una versión uribista. Ello, a pesar del apoyo que en su día le dio el ex Presidente Alvaro Uribe a este dirigente durante su segundo intento por llegar a la alcaldía de Bogotá.
El país está profundamente polarizado y casi siete millones de votantes han rechazado de forma muy rotunda la negociación con las Farc. Santos tiene ahora dos opciones: o pacta con las Farc concesiones políticas y judiciales a costa de enfurecer a esa mitad de los votantes o se arriesga a que todo el proceso ruede por los suelos si condiciona y limita la participación de los grupos terroristas en la vida cívica y parlamentaria y exige castigos a los responsables de la atroz violencia de cinco décadas.
Santos -su reelección lo ha puesto en evidencia- tiene todavía, a pesar del decaimiento de su prestigio en general, un crédito político y moral que le viene de sus días como ministro de Defensa de Uribe, cuando bombardeó a Raúl Reyes en un campamento dentro de territorio ecuatoriano y liberó a Ingrid Betancourt y otros secuestrados. También, de la primera etapa de su presidencia, cuando acabó con “Mono Jojoy”.
La victoria de ayer lo fortalecerá en la convicción de que ese crédito basta para arriesgar. Lo que no está claro es cuánto está dispuesto a arriesgar para conseguir lo que, a todas luces, es su objetivo preponderante: acabar con la guerra.
Colombia atraviesa una buena etapa económica (su producto bruto interno va a crecer más que Perú y Chile este año) y su imagen está en alza. Santos sabe que si las cosas se desaceleran todo cambiará. Por ello, su reloj político no está marcado por los próximos cuatro años, sino por un plazo mucho más corto. Y eso pudiera aumentar su voluntad de arriesgarse a despertar las iras de la mitad del país que no confía en él como negociador con el enemigo.
Mirando todo esto con ansiedad estará, sin duda, Marta Lucía Ramírez, que se ha apoderado del Partido Conservador arrebatándoselo a los legisladores santistas de su organización que pululan en el Congreso y ganándose la gratitud del uribismo por su apoyo a Zuluaga. Un paso en falso de Santos y la líder conservadora verá sus bonos subir como la espuma.
Alvaro Vargas Llosa.

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