VAMOS MAL, MAÑANA PEOR.
De acuerdo a todos los pronósticos, presentimientos y fundados temores surgidos por el triunfo de la Nueva Mayoría para instalarse en el poder e iniciar su sueño dorado de “un nuevo ciclo político socialista”, los pasos para llegar a la meta de la izquierda criolla se han ido cumpliendo con exactitud. Dicha meta no es otra que la aniquilación de un modelo que dejó al Estado restringido a campos de acción claramente definidos, para sustituirlo por un Estado subsidiario, controlador y omnipotentes que termine con el “satánico mundo privado” –capitalista, lo define el PC— que ha sido el que durante 35 años hizo posible el progreso, el desarrollo y el crecimiento. Fue este modelo, hoy bombardea do bajo su línea de flotación, el que permitió a los pobres ser menos pobres, a la clase media/baja acceder a bienes impensados —viviendas y autos— y facilitó el resurgimiento de una clase media tan vasta y heterogénea como décadas atrás.
Lo que Salvador Allende demoró menos de mil días en destruir, este Gobierno, al ritmo que va, puede que lo consiga en menos tiempo. Por mucho que se haya aplazado para el 2015 la implementación de la Reforma Constitucional –y no por sobrecarga de trabajo sino por tremendas escisiones al interior del gabinete ministerial y de la Nueva Mayoría–, la sola Reforma Tributaria ha obrado el milagro negativo de impactar ya a la economía, y sus consecuencias están demasiado a la vista como para ignorarlas. El Gobierno tomó debida cuenta de que su gigantismo estatal demandará muchos más recursos que los proporcionados por la Reforma Tributaria, anunciada primero sólo para financiar la gratuidad educacional pero cuya recaudación beneficiará a muchos otros sectores. Este compás de coberturas impuesto por el modelo de un Estado socialista, obligará en breve a echar mano a la venta de activos del Tesoro y a la Ley Reservada del Cobre. Las autoridades de Hacienda sabían perfectamente el problema que se les venía encima por las irrefutables evidencias de que estaba llegando –y ya llegó— la desaceleración con su menor ingreso fiscal de dos mil millones de dólares. Además, con un terremoto —aunque considerablemente menos destructivo y extenso que el de 2010— y con la pérdida colectiva de viviendas por el mega incendio de Valparaíso, a un costo de 1.200 millones de dólares, igual La Moneda y Hacienda persistieron en imponer sus políticas conducentes a agudizar este adverso panorama. Como si todo no fuera poco, el 21 de Mayo anunció, con una carga de 15 mil millones de pesos para el Fisco, la vigencia del pase escolar durante todas las vacaciones de los estudiantes, un despilfarro que sólo se explica como ”ayuda social” a los muchachos para más panoramas y carreteos. Para los asalariados vulnerables que trabajan en verano y pagan su locomoción, nada. Cuando todo hace aconsejable un escenario de mesura por la desaceleración, el Gobierno la combate con estrategias destinadas a recargar al Estado de mayores obligaciones y compromisos, incluso asumiendo el rol –y el costo– que desempeñan privados, como sucederá con la Reforma Educacional. Esta brusca desprivatización, con el agravante de una recarga impositiva para quienes queden en pie, ya está dando sus primeras señales, muy parecidas a las mismas en las cuales en 1970 muchos chilenos no creyeron y que después tuvieron un costo de reconstrucción gigantesco. Hoy ya son realidades incuestionables el aumento del desempleo; el sostenido crecimiento del IPC; la disminución del consumo interno; el deterioro del PIB (un punto menos en un año); la caída de la confianza de los consumidores por cuarto mes consecutivo; el descenso en picada de Chile en el ranking de competitividad; las urgentes medidas contractivas en las grandes empresas; los masivos despidos en el ámbito de la educación privada; el colapso en la venta de autos y viviendas y, finalmente, el retroceso económico a niveles previos a 2009. Todos son síntomas de la amenaza general que ha generado el Gobierno de Bachelet sobre todos los sectores de la comunidad nacional. Chile ha dejado de ser la niña bonita de Latinoamérica y las inversiones extranjeras, que se han ido a otros países e incluso a otros continentes –como el africano—, caerán a niveles del -0,4%, y hasta las autoridades mundiales han previsto para el país un crecimiento en 2014 que no superará el 2,5. Es en períodos de crisis –como éste que se ha empezado a vivir a causa de la amenaza socialista– cuando las autoridades deben ser más cautas y prudentes en el gasto fiscal. Pero está ocurriendo exactamente lo contrario y si Hacienda deberá recurrir, como se dice vulgarmente, al “raspado de la olla fiscal”, significa que ya empezó el camino al despeñadero, al estilo del aniquilamiento de Rousseff del riquísimo Brasil, del kirchnerismo que sepultó al granero del mundo y del chavismo venezolano que arrojó por la ventana los fabulosos beneficios del oro negro.
VoxPress.
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