BOLÍVAR EL PATRIOTA; MADURO EL MAGNICIDA.
Simón Bolívar es desde hace siglos el padre de la patria en América Latina, reconocimiento mundial en propios y extraños del hijo de Caracas y creador de la Gran Colombia. Hasta adversos historiadores neogranadinos santanderianos le reconocen su profuso pensamiento por la libertad y autodeterminación de los pueblos libres de tutelaje.
El triunfador hombre de armas inspirado en los textos de Jean Jacques Rosseau deja en numerosos legajos plasmados los ideales de libertad, igualdad y fraternidad del contrato social del autor que inspiraron doce años después de su fallecimiento la Revolución Francesa. El discípulo de Simón Rodríguez aboga por la venezolanización del Contrato de Rousseau como luego el gran colombianismo de esta tendencia.
Igual proceder mantuvo en la actualización de los códigos napoleónicos, primaria enseñanza del derecho para gran parte de la geografía latinoamericana pero actualizándose conforme al gentilicio de los nativos para servir con certeza e idoneidad en la administración de justicia de la sociedad donde el juez natural causas sentencie.
Los hijos de Bolívar no tienen una patria, dos patrias, tres cuatro o cinco. Es Venezuela y forman parte de esta, la única. No es un concepto pragmático sujeto a comparar su valor con el papel toilette según criterio de Elías Jaua hoy, y mañana otro objeto.
Todo lo contrario, su concepción es dogmática, incomparable, inquebrantable. En la historia del mundo los seres han brindado su vida por el amor a la patria; no al papel toilette y/o la patria.
Nuestros libertadores en diversas épocas han luchado por la pequeña Venecia, nombre dado al terruño por Américo Vespucio en 1499 cuando conforma la expedición de Alonso de Ojeda en el golfo occidental.
Sin duda alguna conocemos el legado de nuestros libertadores, importancia y utilidad por siempre.
Pensar que los estudiantes son los alocados defensores del gentilicio por cuanto han tomado las calles del país y en pacífica pero enérgica gesta reclaman las heridas que a esta le infringen los cubanos comunistas y sus paganos adoradores, es la mayor cobardía de quienes no están dispuestos a luchar contra la esclavitud que la ignorancia del curricular bolivariano de educación depara a nuestros hijos.
En momentos que la tierra natal a todos nos vocifera perseverar, el medio de la calle no es la única forma de aporte en estos trágicos tiempos. Hay muchas y variadas maneras de contribuir al fortalecimiento de la maltrecha democracia. Lo imperdonable es la excusa de ausencia de organización para no militar en la noble y vital iniciativa.
Medio siglo de libertades deja preceptos irrenunciables, pero también en el bárbaro la ambición de obtener lo que por esfuerzo propio no fue capaz de intentar y lograr.
Los suramericanos conocieron la perversidad del ejercicio del poder en manos de Hugo Chávez, pero nunca tan pernicioso ha sido este como durante el tiempo de Nicolás Maduro. Sin duda es una herencia maligna del asesino del 92. Este mandador solo ve el regalito que los Castro le trajeron: “Ser presidente de la República” para desgracia de todos, a costas de ser manejado.
En los quince años que llevan los comunistas han denunciado 64 intentos de magnicidios e intentonas de golpe de estado. No observamos enjuiciados y condenados en relación a la gravedad del delito y el número de indagaciones solicitadas.
El país se enrumba ahora a vivir una realidad inobjetable; el verdadero magnicida es Maduro y víctima la gente y los connacionales. Este mandatario ilegítimo por extranjero, según denuncia del diputado andino Walter Márquez, utiliza el procedimiento de la mutilación para reducir el estado venezolano y así convertir a los locales en pedigüeños a las puertas de almacenes y supermercados.
La mancuerna Chávez/Maduro lleva a la quiebra el sector privado de la economía que antes de la llegada del comunismo garantizaba el 80% de los puestos de trabajo permanentes.
En cuanto a la asistencia médica, desprecia la formación de los galenos en universidades venezolanas para darle paso a unos supuestos profesionales de la medicina que una vez evaluada su capacidad no llegan estos cubanos a la condición de enfermeros graduados a precios exorbitantes que propician la trata de blanca.
La acción del hampa común se convierte en aliado al gozar de impunidad. Más del 95% de los delitos no son condenados.
Los ingresos fiscales de la nación, entiéndase inclusive venta de petróleo a países in solventes, no bastan ya que desvían considerables cantidades de dinero desde el ejecutivo hacia cuentas desconocidas, incluso las reservas monetarias con el visto bueno de las autoridad del banco emisor, la Asamblea de la nación y la Contraloría General de la República.
Sin duda Nicolás Maduro cumple con su deber, no con la patria de Bolívar, sino con la dictadura castrista; crearles una colonia.
La porfía por sacar a Maduro y sus cómplices caribeños es responsabilidad de todos. El ejemplo dado y la gloria lograda por Ernesto Akerman en Washington D.C. junto a residentes como representantes congresionales de ambos partidos es digno de encomio. Condena la Cámara de Representantes al régimen y los burócratas que atenten contra los derechos humanos y utilicen para sí los recursos del estado. Es el camino a seguir para evitar perder la gloria de Simón Bolívar y la patria de todos hoy en manos de seres perversos.
Manuel Corao.
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