domingo, mayo 25, 2014

POR EL HONOR DE LA IZQUIERDA.



Con la posible excepción de Alejandro Solís, Carlos Cerda ha sido, entre los jueces chilenos,  el  más caracterizado trasgresor de las leyes con tal de encarcelar militares y, en el caso del Presidente Pinochet, también a su familia. En el llamado “caso Riggs”, referente a una cuenta que el general abrió después de dejar la Presidencia y a instancias del presidente de ese banco norteamericano, gran admirador suyo y deseoso de evitar que sus enemigos políticos lo privaran de su patrimonio, el juez Cerda quebró algunos récords, pues inició un juicio tributario sin previo requerimiento de Impuestos Internos, como lo ordena la legislación, y ordenó encarcelar a la señora Lucía Hiriart de Pinochet en calidad de cómplice, siendo ésa la primera y única oportunidad en que se ha procesado a alguien por complicidad en un juicio tributario, pues éste siempre deriva de actuaciones personales de un contribuyente.
También Cerda ordenó la prisión de Lucía Pinochet, hija del procesado, que tuvo la mala idea de buscar refugio en los Estados Unidos, porque ese país dice ser “the land of the free”, pero los norteamericanos metieron ilegalmente en una celda a Lucía, que entonces les dijo que, para ser víctima de ilegalidades, prefería caer en manos de Cerda y estar presa en Chile. Por supuesto, era una persecución política escandalosa, y en definitiva todas las aprehensiones decretadas por Cerda quedaron sin efecto y la señora Lucía y su hija pudieron demostrar que no habían cometido delito alguno y fueron sobreseídas. Pero hasta hoy el tribunal tiene embargada “la fortuna de Pinochet”, dos millones de dólares. Todo el mundo habla mal de él por haber juntado esa plata, mientras rinden homenaje al ejemplar Nelson Mandela, que dejó una fortuna de 8.500 millones de dólares (6.200 millones de euros) según informa “El Mercurio” de 26.03.14, p. A7, al detallar que su viuda rechazó los 3.100 millones de euros que le correspondían, con tal de quedarse con joyas y propiedades que obraban en su poder.
            La falta de imparcialidad de Cerda fue siempre tan evidente que hasta Gonzalo Vial se escandalizaba en sus columnas de “La Segunda” del hecho de que, cuando el primero fue a interrogar al ex Presidente en su declaración indagatoria (pues, al revés de Solís, que procesaba a militares sin tomarles declaración indagatoria, Cerda sí hizo la diligencia), sin embargo la comenzara con estas palabras reveladoras de su falta de imparcialidad, criterio y apego a la juridicidad: “A ver, cuénteme sus diabluritas”. Por supuesto, el ex gobernante, ya muy anciano y enfermo, no podía entender las intencionadas “bromas” de Cerda.
            El politizado juez no gozaba de adhesión ni siquiera entre sus pares, pero a medida que la izquierda ha tomado el control de la judicatura y ésta, por consiguiente, se ha desentendido en sus fallos de lo que dicen las leyes, las posibilidades de aquél de ascender a la Suprema se multiplicaron. Finalmente, ha obtenido el mayor número de preferencias para integrar la quina presentada a la Presidenta, que con certeza lo va a elegir a él para ser propuesto al Senado. Pero en éste la Nueva Mayoría necesita los votos de la derecha para nombrarlo… y es aquí donde viene lo mejor: el senador Espina (RN) ha dicho que, cuando el Senado aprobó el nombre del ministro Zepeda para la Suprema, hubo un “acuerdo de caballeros” en el sentido de que, cuando se propusiera a Cerda, la derecha lo apoyaría.
            Y digo que aquí viene lo mejor porque años atrás hubo otro “acuerdo de caballeros” entre la Concertación y la Alianza, en el Senado, en el sentido de que si esta última aprobaba el nombramiento del izquierdista Haroldo Brito (un verdadero activista en la persecución ilegal contra militares), después se propondría al ministro Alfredo Pfeiffer y la izquierda votaría por él. Pfeiffer se caracteriza por ceñirse a la legalidad en sus fallos y aplicar las normas sobre amnistía, prescripción, cosa juzgada, presunción de inocencia, irretroactividad de la ley penal y principio de legalidad, todas básicas del Derecho Penal, pero que los jueces de izquierda desconocen a los militares y trasgreden habitualmente. El hecho fue que, designado Brito y cumplida por la derecha su parte del “acuerdo de caballeros”, cuando después se propuso a Pfeiffer  la izquierda lo rechazó, incumpliendo el pacto, lo que era previsible, pues sólo había caballeros al lado derecho del acuerdo y no al otro.
            Pero como yo conozco bien el paño, varias veces he vaticinado que Cerda será nombrado en la Corte Suprema con votos de la derecha, cuyos senadores, como son caballeros, van a cumplir el acuerdo contraído cuando se nombró a Zepeda. Por supuesto, lo que realmente correspondería sería que ellos demandaran ahora el cumplimiento del acuerdo de nombrar a Pfeiffer, que fue quebrantado a mucha deshonra de la Concertación. Pues ahora Pfeiffer también está en la quina sometida a S. E. la Presidenta de la República.
            Pero, pensándolo todo mejor, yo espero, consciente de la alta investidura moral que caracteriza a la Presidencia, que su actual titular les diga a los senadores de la Nueva Mayoría: “Miren, ustedes rompieron un acuerdo de caballeros cuando votaron contra Pfeiffer hace años, pero semejante conducta contraviene mi concepto de la ética política, así es que en esta oportunidad voy a proponer precisamente a Pfeiffer, para que ustedes puedan votar por él y así volver a dejar limpio el buen nombre de la izquierda y de la Concertación, cuya honorabilidad quedó en tela de juicio cuando ustedes faltaron a su palabra de caballeros”.
            Estoy seguro de que esto bien puede suceder como lo he señalado, porque lo más sagrado para los gobernantes y parlamentarios de izquierda chilenos debería ser su honor y la solidez de la palabra empeñada.  ¿O cree alguien que puedo estar siendo un poco iluso?
DespiertaChile.

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