EL "MÁS ALLÁ" DE WALKER.
"El "centro vigoroso" que acuña Ignacio Walker está pendiente, es una opción posible. Ese "más allá" está disponible, y lo va a llenar quien sea más consecuente con los grandes ideales del cristianismo en democracia..."
El presidente de la DC, Ignacio Walker, recordó la vieja máxima falangista: su proyecto estaría "más allá de las derechas y las izquierdas".
En los años 60, con la Presidencia Frei Montalva, quedó clara la ubicación de esa utopía. Las reformas estructurales que se propuso el PDC pasaban por la propiedad comunitaria, que se intentó en el campo, pero que nunca funcionó. Continuaban con la promoción popular, totalmente frustrada por el control político que sobre las nuevas organizaciones sociales ejercieron los asesores, todos militantes del partido. Se proyectaban en una reforma educacional supuestamente integradora, pero que abrió paso a todas las manipulaciones que posibilitaron una enseñanza ideologizada. Impulsaban una superación de las relaciones entre trabajo y capital, empujón que terminó siendo más de lo mismo: más del incentivo a la lucha de clases.
Todo esto -y algo más- era la "revolución en libertad", la que, para desgracia nacional -aunque no de la DC, partido que pagó apenas por sus culpas-, desembocó en el proyecto totalitario de la UP. ¿Recuerda el semblante del Presidente Frei al entregar la banda presidencial que se ceñiría Allende? Esa cara de "trágame tierra" no la olvidará nunca ningún democratacristiano.
Aquel "más allá" fracasó completamente por su indefinición, porque unos y otros y todos lo percibían como una izquierda de centro, con humores de derecha. A nadie dejó contento.
¿Y dónde está hoy esa utopía? ¿Existe o vegeta en el lugar ninguno?
Walker la define como un "centro vigoroso". Ojalá así fuera. ¿Quién podría negarse a una opción democrática que fuese auténticamente cristiana, es decir, que defendiese con personalidad ciertos principios ofreciéndolos en el libre juego de las elecciones populares?
Pero si la DC actual se animara institucionalmente a esa tarea, tendría que asumir en su integridad la dignidad humana en sus dimensiones vitales y familiares (esas que las derechas liberales manosean; esas que las izquierdas marxistas denigran); debería reconocer la libertad de todos los emprendimientos (y Walker ha comenzado a dar interesantes señales al respecto); le correspondería asegurar la autonomía de los cuerpos intermedios entre la familia y el Estado; y, finalmente, tendría que romper con sus socios de las izquierdas duras, ya que todo lo anterior es paja molida para comunistas, socialistas y PPD.
Sé cómo se estarán riendo los viejos momios ante estos planteamientos. Sé que el fruto de su triste experiencia con los demos es un escepticismo beligerante que los lleva a rechazar toda posibilidad de redención para las huestes de Walker. Pero también les he oído decir mil veces que si la DC hubiese sido consecuente desde el principio, muchos de ellos la habrían integrado. Es lo que explica que desde la derecha siempre se mire inicialmente a los democristianos con esperanza, aunque esa ilusión devenga después habitualmente en desconfianza y en franca antipatía.
El "centro vigoroso" que acuña Ignacio Walker está pendiente, es una opción posible. Pero para que pueda concretarse de verdad, el PDC tiene que superar las tristes realidades de un lamentable gobierno en los 60 y de una ambigua posición desde los 90 en adelante. Cuando la recomendación viene desde fuera, como en este caso, la DC cierra obstinadamente sus oídos. Pero si fuese su conciencia profunda la que le recordase cuánto han perdido y cuánto más van a dilapidar, quizás entonces los democristianos comprenderían que ese "más allá" está disponible, y que lo va a llenar quien sea más consecuente con los grandes ideales del cristianismo en democracia.
Y no necesariamente será la DC.
En los años 60, con la Presidencia Frei Montalva, quedó clara la ubicación de esa utopía. Las reformas estructurales que se propuso el PDC pasaban por la propiedad comunitaria, que se intentó en el campo, pero que nunca funcionó. Continuaban con la promoción popular, totalmente frustrada por el control político que sobre las nuevas organizaciones sociales ejercieron los asesores, todos militantes del partido. Se proyectaban en una reforma educacional supuestamente integradora, pero que abrió paso a todas las manipulaciones que posibilitaron una enseñanza ideologizada. Impulsaban una superación de las relaciones entre trabajo y capital, empujón que terminó siendo más de lo mismo: más del incentivo a la lucha de clases.
Todo esto -y algo más- era la "revolución en libertad", la que, para desgracia nacional -aunque no de la DC, partido que pagó apenas por sus culpas-, desembocó en el proyecto totalitario de la UP. ¿Recuerda el semblante del Presidente Frei al entregar la banda presidencial que se ceñiría Allende? Esa cara de "trágame tierra" no la olvidará nunca ningún democratacristiano.
Aquel "más allá" fracasó completamente por su indefinición, porque unos y otros y todos lo percibían como una izquierda de centro, con humores de derecha. A nadie dejó contento.
¿Y dónde está hoy esa utopía? ¿Existe o vegeta en el lugar ninguno?
Walker la define como un "centro vigoroso". Ojalá así fuera. ¿Quién podría negarse a una opción democrática que fuese auténticamente cristiana, es decir, que defendiese con personalidad ciertos principios ofreciéndolos en el libre juego de las elecciones populares?
Pero si la DC actual se animara institucionalmente a esa tarea, tendría que asumir en su integridad la dignidad humana en sus dimensiones vitales y familiares (esas que las derechas liberales manosean; esas que las izquierdas marxistas denigran); debería reconocer la libertad de todos los emprendimientos (y Walker ha comenzado a dar interesantes señales al respecto); le correspondería asegurar la autonomía de los cuerpos intermedios entre la familia y el Estado; y, finalmente, tendría que romper con sus socios de las izquierdas duras, ya que todo lo anterior es paja molida para comunistas, socialistas y PPD.
Sé cómo se estarán riendo los viejos momios ante estos planteamientos. Sé que el fruto de su triste experiencia con los demos es un escepticismo beligerante que los lleva a rechazar toda posibilidad de redención para las huestes de Walker. Pero también les he oído decir mil veces que si la DC hubiese sido consecuente desde el principio, muchos de ellos la habrían integrado. Es lo que explica que desde la derecha siempre se mire inicialmente a los democristianos con esperanza, aunque esa ilusión devenga después habitualmente en desconfianza y en franca antipatía.
El "centro vigoroso" que acuña Ignacio Walker está pendiente, es una opción posible. Pero para que pueda concretarse de verdad, el PDC tiene que superar las tristes realidades de un lamentable gobierno en los 60 y de una ambigua posición desde los 90 en adelante. Cuando la recomendación viene desde fuera, como en este caso, la DC cierra obstinadamente sus oídos. Pero si fuese su conciencia profunda la que le recordase cuánto han perdido y cuánto más van a dilapidar, quizás entonces los democristianos comprenderían que ese "más allá" está disponible, y que lo va a llenar quien sea más consecuente con los grandes ideales del cristianismo en democracia.
Y no necesariamente será la DC.
Gonzalo Rojas Sánchez.
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