EL COMIENZO DE UNA LEYENDA EN LA ARAUCANÍA.
Lo imagino avanzando firme y decidido hacia la
puerta con el arma en la mano, mientras la casa comienza a arder y los
perpetradores en un número tremendamente superior fuerzan la entrada.
Con entereza
y valor, aún al saber que está solo y que enfrenta a un enemigo diez veces mayor,
defenderá a su mujer y su hogar a costa de su vida si es necesario.
No lo amedrantan las adversas circunstancias; el momento largamente temido y conversado ha llegado.
Es entonces cuando descarga su arma sobre el primero que entra y recibe entonces un disparo fatal que le hace
caer.
Ya la casa arde por los cuatro costados, las
alimañas han cumplido su cometido, solo
resta que el fuego haga su terrorífica tarea,
mas el anciano ha vendido cara su vida y uno de ellos huye con un impacto de
bala.
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Ayer, bajo un sol esplendoroso en la Araucanía,
acompañamos al matrimonio Luchsinger a su última morada.
A pleno sol algunos, y el resto en una iglesia abarrotada
por una multitud aún sorprendida sin
poder digerir todavía la real dimisión de esta inmensa tragedia, escuchamos con resignación una larga y soporífera homilía llena de clichés
y lugares comunes que no cuadraban con
lo que realmente había sucedido.
Por lo que escuchamos, podía perfectamente el matrimonio haber fallecido de muerte
natural.
Tampoco esperábamos que la Iglesia dijese que estos cuerpos calcinados dentro de sus féretros, eran dos víctimas frutos del odio y la envidia de animales financiados por organizaciones
extranjeras, por la ineficiencia de un Gobierno que siempre reacciona tarde, por
Jueces que aplican leyes y que después se desdicen ante la presión de minorías, por políticos sin
pantalones que solo cuentan votos.
Estos dos mártires del extremismo, nos dejan sin
embargo una lección de valor y resolución admirable frente al odio y la maldad.
Del crisol del fuego del martirio, ha nacido un héroe en la figura de Werner Luchsinger.
Les decimos, eso sí, a los cobardes asesinos para su
tranquilidad, que cuando ocurra el
primer aniversario de la ignominiosa
muerte de nuestro héroe, no iremos arteramente a sus
casas a incendiárselas ni a
quemar a sus familias
Esto, solo puede estar en las desquiciadas mentes de los mal nacidos.
La leyenda, no de víctimas como tienen ellos, si no de un héroe, ultimado combatiendo contra fuerzas superiores en la
defensa de su tierra, regada hoy con su sangre, irá creciendo y habrá de ser
un legado que nunca deberemos olvidar.
WILLY BASCUÑÁN.
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