ES TARDE PARA LLORAR SOBRE LA LECHE DERRAMADA.
Es la confirmación oficial que faltaba para notificar a la ciudadanía, y en particular al Gobierno, de que, efectivamente, Chile ya no es el mismo, y ello porque no volverá a vivir en paz. El país ha sido formalmente notificado por la guerrilla urbana que no se detendrá.
“No volveremos atrás” anunció el sociólogo Giorgio Boccardo, directivo de la Fundación NODO 21, uno de los entes que estuvo detrás de la sublevación extremista del 18/OC y que coordina las acciones de las “pacíficas” manifestaciones callejeras en protesta por “la criminal represión de Carabineros”. “No vamos a parar ni a retroceder” advirtió, asegurando que “luego del 18 de octubre no hay marcha atrás”, en respuesta a un llamado del ministro del Interior, Gonzalo Blumel Mac-Iver, en cuanto a que “sin paz social será difícil cumplir con las demandas sociales y con el plebiscito constituyente”.
NODO 21 es una Fundación (?) creada e integrada por miembros de la Izquierda Autónoma y de la ex Surda, entre ellos el diputado, hoy de Convergencia Social, Gabriel Boric. Aun que lo niega y dice “condenar la violencia”, el parlamentario magallánico observaba las acciones de las huestes dirigidas por NODO 21 en las cercanías de Plaza Baquedano cuando fue increpado “por traidor”.
Increíblemente, el ministro del Interior esbozo “condicionar” la materialización de las demandas sociales y de una nueva Constitución a “una necesaria paz social”, lo que, en boca de este sociólogo frenteamplista, es imposible de lograr, “porque no vamos a detener nuestra acciones”.
Todo cuanto, hasta la fecha, se ha dicho en torno a recuperar la normalidad ciudadana y poner fin a la violencia política, no es más que un discurso que se lo lleva el viento. Ha sido demasiado evidente la bajada del escenario de Mario Desbordes, el ex oficial de Carabineros que cambió su uniforme por la política en el convencimiento de que tendría mayor lucimiento. Fue ‘el’ oficialista que salvó al Presidente de la renuncia, al pactar con la izquierda un salvavidas que resultó ser de acero: la firma del ficticio y mal llamado Acuerdo de Paz. Con el ego hasta más arriba de su estatura, anunció que “con el proyecto de nueva Constitución hemos derrotado a los violentistas”… Hoy, en un segundo plano, el presidente de RN y diputado, se tragar sus palabras: los carabineros, incluso, en una actitud inédita deben huir de las hordas y hasta resultaron impotentes para impedir el incendio de su templo institucional, San Francisco de Borja.
El propio Gonzalo Blumel (41, talquino) en las puertas de la antiquísima parroquia a medio destruir, dio un “espaldarazo” a Carabineros, no obstante ser uno de los máximos responsables en quitarle poder e inhibir a dicha institución.
Ante la fantasmal existencia del Presidente, este ingeniero medioambiental se transformó en ‘la voz’ del Gobierno, pero todas las esperanzas que se construyeron en torno suyo que por su prestigio de dialogante pondría término a la progresiva crispación política, se esfumaron por completo. Con una candidez impropia de su edad, llegó a decir que “al cumplir nuestro compromiso de satisfacer las demandas sociales y una nueva Constitución, esperábamos que la violencia iba a terminar, pero ello no ha ocurrido”…
Por años, mano derecha de Crisitán Larrolulet en Libertad y Desarrollo y en el ministerio SEGPRES, cuando el amo del segundo piso de La Moneda fuera su titular, Blumel Mac-Iver asumió la cartera de Interior en medio de una polémica, porque la UDI la quería para sí ante la pérdida de Andrés Chadwick. Aunque ahora en EVOPOLI, prevaleció la total confianza en él de parte de Laroulet, un gremialista.
Los bonos ganados por este exalumno del Inmaculada Concepción de Vitacura y del SS.CC. de Manquehue por su manejo en la SEGPRES hasta el 18/O, los perdió rápidamente en Interior, al transformarse en un predicador en el desierto.
Creyó, como toda La Moneda, que la enfermedad, aguda y casi terminal, se atenuaría con la consabida aspirina del diálogo y los acuerdos, sin medir ni dimensionar en lo más mínimo que lo ocurrido fue un intento de derrocamiento del Gobierno y no un ‘estallido social’, del cual sus más altos funcionarios, e incluso el Presidente, se hicieron eco.
Nadie del oficialismo, hasta el minuto, ha querido reconocer formalmente que lo que se desató en el país fue una gigantesca crisis política originada por el Golpe extremista, y fruto de esa acción es que devino una crisis social por el abrupto e impensado derrumbe de la economía y, consecuencialmente, por el disparo del desempleo. Fueron el Ejecutivo en conjunto con un sector de sus parlamentarios, quienes no advirtieron lo que se venía y, luego, apagaron el fuego a puros soplidos.
Nunca, nadie del oficialismo puso el pecho a las balas ni se acogió al respaldo de la Constitución, como se debería haber procedido de acuerdo a la magnitud del atentado. Faltó valentía y el coraje de hacer respetar las leyes, reestableciendo el orden, como lo hubiera hecho cualquier otro país consciente de la realidad que se estaba viviendo. De parte del Gobierno estaba la institucionalidad toda y la mayoría de una población que el 2017 lo votó favorablemente. Pero sus encargados de tomar decisiones fallaron en todo y la prueba está a la vista: la izquierda hizo ver y creer a la ciudadanía que la Constitución y las leyes están de su l lado.
En una postura de un simple comentarista de lo que está pasando, el Presidente reapareció el 2020 para denunciar, como si fuese un simple espectador, que los violentistas (políticos) “están debilitando el Estado de Derecho y la paz social”, como si ésta se hubiera logrado en algún minuto después del 18/OC. Insólito: es él el encargado de cautelar la democracia y de preservar la normalidad ciudadana.
Es tarde, demasiado tarde, para llorar sobre la leche derramada y es un espectáculo grotesco tomar nota, recién ahora, de las consecuencias de los errores cometidos, como el miedo y la carencia de decisión Los nombres de los responsables de haber cedido tan mansamente frente a la izquierda, ya están anotados, entre ellos el del ‘gran negociador’ Mario Desbordes y el del otrora niño maravilla ministro del Interior, al margen, obviamente, del Presidente de la República.
Raúl Pizarro Rivera.
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