jueves, abril 21, 2016

PROCESO CONSTITUYENTE "POR LAS MALAS".


Hace justo dos años, Fernando Atria señalaba  que aquello que él llamaba “el problema constitucional” tendría que “resolverse por las buenas o por las malas”. Esa frase tuvo costos importantes en el protagonismo que venía teniendo el abogado respecto de esta empresa voluntarista de diseñar una nueva Constitución. Lo cierto es que aquello que en su momento pareció un exabrupto y fue transversalmente criticado, hoy aparece como una especie de déjà vu. Y es que si lo que Atria intentaba era sacar adelante una nueva carta fundamental -aún pasando por alto las vías institucionales- a través de mecanismos que justifiquen estéticamente la utopía de una elite, entonces, aquello se está cumpliendo.
Claro pues, en el fondo, la presidenta y todo el andamiaje burocrático que ha levantado para impulsar el llamado “proceso constituyente” se ha llenado de vicios, críticas transversales (incluyendo aquellas que vienen desde la Nueva Mayoría), pero además carece de apoyo popular.
Estamos ante un gobierno que pretende convocar masivamente a la sociedad civil a un proyecto medular de toda democracia, como es hacer una Constitución que se pretenda legítima (esa es la crítica fundamental de hecho a la Constitución actual). Pero lo hace a partir de una serie de déficit que obstaculizan su objetivo. Entre ellos, se adjudica un cierto liderazgo de cual carece; la presidenta lleva sistemáticamente casi dos años contando con una amplia desaprobación a su gestión y a sus reformas. Así también, ha maquillado este proceso revistiéndolo de ciertos principios liberales con la intención de legitimar la nueva Constitución comprometida, pero en el fondo no ha logrado convocar a la ciudadanía, no ha logrado encantar a su conglomerado, y sobre todo, el proceso se ha llenado de vicios. Todo esto ha convertido este proyecto–más allá de si se aprueba o no la nueva carta- en un proceso invadido por la fragmentación del escepticismo y la deslegitimación, justo aquello que  siempre evitó.
El “proceso constituyente” -con todas sus deficiencias arbitrarias-  denota un modus operandi típico de los populismos que buscan bypasear la institucionalidad para dar un giro a la hegemonía que se busca derrotar. Sin embargo, hay una particularidad en la forma populista en que este gobierno ha iniciado este proceso, la cual puede hacer fracasar el objetivo final, en la medida que se entiende que el procedimiento es la herramienta clave para validar y  alcanzar dicha meta.
Y es que lo que la presidenta finalmente está haciendo es impulsar un “populismo sin el pueblo”. Es decir, pretende hacer descansar la legitimidad de un proceso que ya es “bien especial” en una supuesta soberanía popular insuficiente que no se pronuncia, o que derechamente se opone al gobierno. En rigor, los agentes sociales que deben canalizar y legitimar un proceso de esta envergadura no existen.
El error del gobierno es pretender centrar en un liderazgo agotado en su capital carismático un proceso que requiere algo más, a saber, un liderazgo articulador, junto con una conexión y complicidad con la ciudadanía, ciudadanía que hoy no tiene en su horizonte de demanda una nueva Constitución, ni se identifica participativamente con este proceso. Nuestra historia reciente debiese servir de ejemplo de cómo terminan empresas políticas que no gozan de más apoyo que el voluntarismo.
Las minorías que veremos en los cabildos no justifican toda esta puesta en escena. En ese sentido, el oficialismo funge una retórica de integración que no es tal, aún cuando haya concentrado grandes esfuerzos en mimar al PC para que le sirviese de aggiorno a su proyecto asambleísta (sus bases dirigenciales serán parte importante de las asambleas). Pues, lejos de ayudar al gobierno, las piochas que el PC le entrega a la Nueva Mayoría le quitan la heterogeneidad necesaria que requiere el proceso constituyente para legitimarse.
En rigor, el gobierno ha tratado de convencernos de que –tal como señalaba Atria- es posible emancipar la política de las trabas constitucionales a partir de una reactivación de la ciudadanía. Aquello, sin embargo, implica necesariamente restituir de investidura a la política, dotarla de un sentido afable para la ciudadanía que hoy no tiene y que la presidenta no transmite. El horno no está para esos bollos, porque precisamente el andamiaje representacional de este gobierno no interpela  a la ciudadanía. Esa era la utopía de Atria, y ese es el error que está cometiendo este gobierno.
Claudio Arqueros.
La Tercera.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Que importante análisis , falta buscar personas desde fuera de los partidos políticos puedan liderar está oposición para no permitir su avance.

12:02 a. m.  

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