LOS HIJOS DE CHÁVEZ.
A fines del año pasado llamó mucho la atención que el grupo triunfador en las elecciones para la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica se definiera como “hijos de Guevara, hijos de Chávez y Fidel”. En diciembre de 2015, el régimen chavista experimentó su mayor derrota electoral a manos de la oposición en las últimas elecciones legislativas.
En este contexto, resulta valiosa y oportuna la visita a Chile del profesor venezolano de Derecho Constitucional y analista internacional Pedro Afonso del Pino, para inaugurar el año académico del Instituto Res Publica y la Fundación ChileSiempre.
La situación venezolana permite obtener varias lecciones relevantes para nuestro país.
Podemos partir constatando un hecho: hoy, los verdaderos “hijos de Chávez” viven en un país más pobre, más dividido, más violento y con menor acceso a bienes básicos. Cualquier joven de veintitantos años –como nuestros dirigentes universitarios- ha vivido la mayor parte de su vida bajo un régimen personalista y demagógico. Muchos de ellos han sido obligados por las circunstancias a emigrar, buscar trabajo y mejores oportunidades fuera de su país. Viven en el país más violento del mundo, al punto que algunas manifestaciones universitarias terminaron con varios muertos por enfrentamientos entre partidarios del régimen y opositores. Panorama radicalmente distinto al que viven esos autodenominados “hijos de Chávez” en nuestro país.
Una segunda cosa importante es el populismo instaurado en el país petrolero. De forma totalitaria, se ha llegado a la concepción que la soberanía radica en los “triunfadores” que se imponen a los “vencidos”, desconociendo la idea fundamental de que ésta se sustenta tanto en las fuerzas gobernantes como en las opositoras. Ambas tienen la legitimidad para intervenir en beneficio del bien común. Tan legítimo como sacar adelante un programa de gobierno lo es el rol de la oposición para rechazarlas y proponer una alternativa. En eso, después de todo, consiste uno de los principios básicos de la democracia.
En este sentido, siempre es relevante mantener un ambiente de amistad cívica republicana donde se respete al opositor y su posición. En política podemos discutir y discrepar -incluso radicalmente-, pero nunca podemos ver enemigos donde solo hay adversarios, y más todavía, compatriotas. Al enemigo se le destruye, al adversario se le derrota democráticamente. La diferencia no solo es en cuanto términos, sino en sus consecuencias.
Otra consideración es que si bien la economía no es el único tema relevante, sí es muy importante para el progreso de los países. Venezuela, un país rico en geografía y recursos, experimenta hoy un severo desabastecimiento, donde la percepción de escasez llega a un 90%, el Fondo Monetario Internacional estima que cerrarán el 2016 con 750% de inflación y nada más ni nada menos que experimentarán un decrecimiento de 10 puntos en su Producto Interior Bruto. En síntesis, los venezolanos son más pobres y viven peor que antes.
La crisis económica ha provocado un racionamiento en productos básicos, largas filas para comprar en los supermercados y que la pobreza afecte a un 76% de la población, de los cuales casi la mitad corresponde a pobreza extrema. El sueldo mínimo en términos reales no supera los diez dólares mensuales, es decir, poco menos de $7.000 pesos chilenos.
En esto, la retórica de la izquierda es nuevamente descarada. Para los chavistas -tanto padres como hijos-, en Venezuela no hay inflación, sino que especulación. Para ellos no hay escasez, sino acaparamiento, y la crisis no es más que una “guerra económica”. Retórica pobre, populista y vacía. Retórica de guerra y no de progreso.
Frente a este panorama es relevante cuidar dos cosas vitales para el desarrollo de Chile: la democracia como sistema político y una economía libre, sana y próspera. La democracia requiere una institucionalidad sólida, leyes justas y políticos respetables. La economía necesita reglas claras, incentivos y la ética indispensable para el desarrollo de cualquier instrumento, como lo es la economía libre. Además requiere resultados, porque el objetivo es que la gente viva mejor.
La historia nos ha enseñado que estos regímenes colapsan y caen. El Muro de Berlín fue derrumbado por los propios alemanes del Este y las balsas no van desde Miami a La Habana sino que al revés. La libertad tarda, pero siempre llega. Venezuela no será la excepción. El problema es el sufrimiento indigno que ha tenido que vivir un pueblo hermano, por más de 17 años, sólo por el voluntarismo ideológico de establecer en la tierra el socialismo del Siglo XXI.
Julio Isamit, Coordinador General Republicanos.
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