LA ARAUCANÍA: ¿ESTADO DE EMERGENCIA?
LA VIOLENCIA en La Araucanía se extendió ahora a la Región de los Ríos, y los atentados incendiarios de maquinaria forestal y camiones se han vuelto pan de cada día. Pero la gota que parece haber rebalsado el vaso, fue el reciente ataque a un convoy de camiones que se suponía estaba bajo custodia de Carabineros, resultando seis vehículos quemados, en una acción de tipo terrorista en que se disparó de entrada en contra de los choferes y sin que se robara nada.
Ese hecho ratifica que las supuestas mafias de robo de madera es un cuento distractor del Gobierno, pero también deja en evidencia que la autoridad ha perdido el control de las áreas rurales, que los violentistas operan con total impunidad y que la inseguridad campea en la zona. Dirigentes gremiales y sociales de La Araucanía, desesperados por la situación, piden que el Gobierno declare “estado de excepción” para reestablecer el orden, llamado al que se unen políticos opositores. El estado de excepción posible sería el estado de emergencia (de sitio parecería exorbitante, por ahora). Sin entrar al detalle, en concreto significa que los militares “salen a la calle” (a las rutas, en este caso). ¿Es la solución? Aparenta ser la “mano dura” que muchos anhelan. Además de ser discutible la procedencia constitucional de dicho estado en la situación de La Araucanía, que al cabo es meramente delictual y de ineficacia en la respuesta, declararlo no es una buena idea ni la solución que se requiere.
No es buena idea, porque es temporal (en principio dura 15 días) y no se puede tener a los militares para siempre en la ruta. Pero sobre todo, porque solo serviría para victimizar a los atacantes, y que consigan apoyo interno y externo. Y no es la solución que se requiere, porque bastan las policías, siempre que hagan la pega, para lo cual se requiere respaldo político y eso es lo que no hay. En el incidente del convoy custodiado por Carabineros, se dice que hubo una falla policial, de diseño o ejecución de la custodia. Pero, ¿será eso?
Quizás no es así, sino una entendible reticencia de los policías a cumplir su función. Y no por miedo al enfrentamiento -que es humano que lo tengan-, sino a las consecuencias de realmente actuar. Porque una cosa es perder la vida o salir lesionado -un carabinero quedó ciego por un escopetazo y los chilenos ya se olvidaron de él, pero seguiría en servicio activo, pero si no, tiene al menos una pensión-, pero otra es condenado y cesante. Entonces, hay quizás una resistencia sorda: preguntarse ¿por qué jugársela? En cualquier país civilizado del mundo, al delincuente que dispara, la policía le dispara de vuelta. Pero no aquí, porque el apoyo se diluye cuando los activistas de izquierda salen a reclamar. Entonces, ahí están los videos y los relatos de los violentistas mapuches disparando y los carabineros guareciéndose. Y no cabe criticarlos: terminar condenado no es nada sencillo, no solo para uno sino también para la familia.
Y usted, que pide mano dura pero mira para el lado cuando procesan a un carabinero, ¿también opina que hay que pasarle el bulto a un conscripto, declarando un estado de excepción?
Axel Buchheister.
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