HORRORES DEL SOCIALISMO: LA HAMBRUNA DE 1932 - 33.
¿Cómo es posible que en un lapso de seis meses, en la región agrícola más rica del imperio más extenso del mundo, y en pleno siglo XX, más de seis millones de personas mueran de hambre?
En 1928 la máxima autoridad de la Unión Soviética, Iósif Stalin, termina laNueva Política Económica (NEP) e inicia una planificación centralizada total mediante “planes quinquenales”. El primero de estos consistió en la re-estatización de la economía, especialmente la agricultura, y el desarrollo de la industria, área que al quedar bajo control estatal había quedado rezagada. En 1929 comenzó la expropiación de los campos o “kulaks” que el gobierno de Lenin, al implementar la NEP, había concedido a los agricultores a cambio un impuesto en especie que consistía en ceder al Estado una cantidad de materia prima agrícola, pudiendo vender en el mercado los productos sobrantes. Con este incentivo la producción agrícola, que había disminuido drásticamente en los primeros años del régimen, se recuperó llegando a superar los niveles previos a la Revolución. Pero la planificación de Stalin estableció el reemplazo de los kulaks por unidades agrícolas llamadas “koljozes”, de propiedad estatal, cuya producción debía ser, una parte, entregada al Estado; otra, destinada a la siembra; otra, a la alimentación de los animales; y un resto podía ser retenida por las familias campesinas para su consumo.
Los agricultores (también llamados kulaks) se opusieron a la colectivización. En Ucrania, a lo anterior se sumó un creciente sentimiento nacionalista de su población, lo cual era especialmente sensible porque se trataba de una importante región agrícola de la cual se esperaba un gran aporte de alimentos para el Estado. Para acabar con la resistencia, a fines de 1929 Stalin decretó la liquidación de los kulaks, en virtud de la cual todos los propietarios agrícolas debían ser clasificados en tres categorías: “los involucrados en actividades contrarrevolucionarias”, quienes debían ser detenidos y trasladados a campos de trabajo o ejecutados en caso de resistencia, sus familias y sus bienes confiscados; “los que manifestaran una oposición menos activa”, quienes debían ser detenidos y deportados con sus familias a regiones apartadas; y “los leales al régimen”, quienes debían ser instalados fuera de las zonas colectivizadas.
Para llevar a cabo la “deskulakización” de los campos y requisar las cosechas, en cada distrito se constituyó un comité o brigada compuesto por miembros del partido comunista quienes en la práctica actuaron tratando de colectivizar el mayor número posible de explotaciones agrícolas. En general cualquiera que se opusiera abiertamente a la colectivización era consideradokulak (y por tanto enemigo del Estado). A modo de ejemplo, un informe oficial señala: “los deskulakizadores quitaban a los campesinos acomodados sus ropas de invierno y su ropa interior caliente, apoderándose en primer lugar del calzado. Dejaban a los kulaks en calzones, echaban mano de todo, incluidos los viejos zapatos de caucho, las ropas de mujer… confiscaban hasta las pequeñas almohadas que se colocaban bajo la cabeza de los niños” [i]. Muchas propiedades fueron simplemente saqueadas o vendidas a vil precio. En 1930-31 más de un millón ochocientos mil personas fueron deportadas.
Por su parte, los koljozes no pudieron cumplir con las metas de producción porque los campesinos que trabajaban en ellos, que se opusieron la colectivización porque la vieron como una vuelta a la servidumbre de la época zarista, boicotearon el nuevo sistema de diversas formas: ocultando parte de la cosecha para su consumo personal y poder sobrevivir, atentando contra los miembros de las brigadas, echando a perder la maquinaria usada para cosechar, coludiéndose con miembros de las brigadas, etc. Así las cosas, la cosecha de 1932 fue más baja que las anteriores, ante lo cual el régimen acentuó la represión, pero la producción siguió disminuyendo. A mediados de 1932 algunos dirigentes del partido solicitaron al régimen reducir el plan de cosecha aceptando una disminución de la recaudación del Estado para que los campesinos tuvieran con qué alimentarse. La respuesta: el Buró político envió a las autoridades locales la orden de que los koljozes que no cumplieran el plan fueran privados de todo el grano que tuvieran, incluso del que guardaban para simiente. Millones de campesinos se quedaron sin alimentos y tuvieron que marchar a las ciudades, pero en enero de 1933 Stalin ordenó a las autoridades locales impedir por todos los medios las marchas masivas hacia las ciudades de Ucrania y del Cáucaso del Norte.
A pesar de las restricciones, muchos campesinos iban a las ciudades para abandonar a sus hijos con la esperanza de que alguien los recogiera, para inmediatamente volver a sus campos a morir. El cónsul italiano de la ciudad ucraniana de Járkov dejó el siguiente testimonio: “Hacia medianoche se comienza a transportarlos [los niños] en camiones hasta la estación de mercancías… Aquí se reúne también a los niños que se han encontrado en las estaciones, los trenes, a las familias de los campesinos, a las personas aisladas de mayor edad, atrapadas en la ciudad durante su viaje. Hay personal médico que realiza la selección. Aquellos que no se han hinchado y ofrecen una posibilidad de sobrevivir son dirigidos hacia las barracas… donde en hangares, sobre paja, agoniza una población de cerca de 8.000 almas, compuesta fundamentalmente por niños (…) Las personas hinchadas son transportadas en tren de mercancías hasta el campo y abandonadas a cincuenta o sesenta kilómetros de la ciudad de manera que mueran sin que se les vea (…) A la llegada a los lugares de descarga, se excavan grandes fosas y se retira a todos los muertos de los vagones”[ii].
Geográficamente la hambruna golpeó especialmente a Ucrania (en donde se le ha llamado “holodomor”, esto es, “muerte por hambre”), pero también se extendió al Cáucaso del Norte, Kazajstán y las regiones de los ríos Don y Volga (al sur oeste de Rusia), afectando a alrededor de 40 millones de personas. La cifra de muertos ha sido muy debatida, oscilando entre 1,5 y 10 millones, pero hay cierto consenso en que la cifra real fue entre 6 y 7 millones[iii]. (A modo de comparación, el holocausto judío perpetrado por el nazismo costó la vida a 4,9 millones de personas en 5 años; el régimen socialista soviético mató a por lo menos 1 millón más en unos pocos meses).
A pesar de la magnitud de la catástrofe y de algunas denuncias, el régimen soviético logró ocultarla. Recién a fines de los años ´80, gracias a la glasnot, la hambruna se convirtió en tema de análisis por parte de académicos e historiadores. En 2003 la Organización de las Naciones Unidas declaró el holodomor un “genocidio contra el pueblo ucraniano”, definiéndolo como “el resultado de políticas y acciones crueles del régimen totalitario soviético que causaron la muerte de millones de personas”. En Noviembre de 2006 el parlamento ucraniano sancionó una ley declarando a la matanza como “genocidio”. En octubre de 2008, el Parlamento Europeo adoptó una resolución reconociendo el holodomor como un “crimen contra la humanidad”. Pero la polémica continúa en cuanto a si cabe calificar la hambruna como “genocidio”: en 2010 la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa revocó su denominación de “genocidio” argumentando que no fue un acto dirigido contra un pueblo en concreto sino contra el pueblo soviético en su totalidad; si bien cabe observar que la rectificación se hizo a petición del propio gobierno ucraniano pro ruso de Víktor Yanukóvich, algunos académicos están de acuerdo en que no corresponde la calificación de “genocidio”.
Aunque hay quienes atribuyen la catástrofe no a la intención estatal sino a condiciones climáticas adversas o a la manera acelerada en que se colectivizó[iv], incluso si así hubiese sido es difícil comprender la crueldad con que, una vez producida la hambruna, reaccionó el régimen y especialmente Stalin. Lo ratifica el hecho de que la producción agrícola que se recaudó esa temporada fue exportada a precios inferiores de los de mercado con el fin de obtener las divisas necesarias para la industrialización en vez de destinarla a alimentar a los propios ciudadanos.
Un detalle que grafica la aseveración de crueldad nos la proporciona el siguiente hecho: el escritor Mijail Shólojov, quien presenció lo que estaba ocurriendo, dirigió dos cartas a Stalin exponiendo la manera en que las autoridades locales se estaban comportando y pidiendo que enviara alimentos: “El método del frío… Se desnuda al koljozano y se le pone “al fresco”, completamente desnudo, en un hangar… El método del calor. Se rocían los pies y las faldas de las koljozianas con keroseno y se las prende fuego. Después se apaga y se vuelve a empezar… En el koljoz Napolovski, un plenipotenciaio del comité del distrito obligaba a los koljozanos interrogados a tenderse sobre una placa calentada al rojo vivo, después los “descalentaba” encerrándolos desnudos en un hangar (…) No se trata de abusos, no, ese es el método corriente de recogida de trigo”. En su respuesta, Stalin le comunica que ha enviado la ayuda solicitada y reconoce “una pequeña enfermedad de nuestro aparato”, pero agrega que las dificultades son sólo un aspecto de la realidad; el otro “es que los respetados trabajadores… estaban en huelga, llevaban a cabo un sabotaje y ¡estaban dispuestos a dejar sin pan a los obreros y al Ejército Rojo! El hecho de que ese sabotaje fuera silencioso y en apariencia pacífico… no cambia en absoluto el fondo del asunto, a saber, que los respetados trabajadores llevaban a cabo una guerra de zapa contra el poder soviético. ¡Una guerra a muerte…!”
Quienes llevaban a cabo esa “guerra a muerte” eran no sólo hombres adultos, sino también ancianos, mujeres y niños campesinos que se estaban muriendo de hambre o de tifus como consecuencia de ésta. Me pregunto qué habrían dicho si, mientras se despedían de este mundo languideciendo, hubiesen sabido que pocos años más tarde un poeta −que años después recibiría el Premio Stalin para la Consolidación de la Paz entre los Pueblos y el Premio Nobel de Literatura−, conociendo el drama, escribiría una oda al hombre que los condenó a morir con los estómagos vacíos: “Stalin construía. Nacieron de sus manos cereales, tractores, enseñanzas, caminos, y él allí, sencillo como tú y como yo, si tú y yo consiguiéramos ser sencillos como él. Pero lo aprenderemos. Su sencillez y su sabiduría, su estructura de bondadoso pan y de acero inflexible nos ayuda a ser hombres cada día, cada día nos ayuda a ser hombres” (Pablo Neruda, “Oda a Stalin”).
[i] El Libro Negro del Comunismo, varios autores, p. 173.
[ii] El Libro Negro del Comunismo, p. 191.
[iii] Wikipedia, Metapedia y El Libro Negro del Comunismo, p. 185.
[iv] “La hambruna ucraniana de 1932-1933 como caso de genocidio. Una introducción al debate”. Jorge Wozniak.
Gastón Escudero Poblete.
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