EL GOBIERNO SÓLO GOBIERNA PARA LA NUEVA MAYORÍA.
Una contundente y categórica notificación recibió el país tras la Cumbre de la Nueva Mayoría (jueves 22 de octubre) para cerrar el año político y que no fue más que la rúbrica al real propósito de su estada en el poder.
En la oportunidad, el ministro del Interior, Rodrigo Peña y Lillo, llamó a los jefes de partidos de la Nueva Mayoría a sacar adelante otros 10 proyectos antes de fin de año,“única forma de cumplir el programa de gobierno que nos permita proyectarnos a futuro”.Al día siguiente, el vocero del conglomerado, el senador PPD Jaime Quintana fue más explícito aún: “el que sigamos en el poder dependerá del cumplimiento del programa”.
Todo Chile ha sido testigo que el programa es una guía de ruta hacia el totalitarismo socialista. Lo demostró, primero, la Reforma Tributaria que finalmente fue aprobada, pero con rectificaciones importantes y que, aún así, ya está dejando en evidencia sus nocivos coletazos especialmente en las clases media/media y media/baja.
En cuanto a la Reforma Educacional, son cada día más potentes las protestas a causa de sus contenidos y todo cambiop que venga será copia de ambas experiencias: aplicar una transformación radical en todas las áreas socio/económicas del país, extirpando –ojalá sin dolor– el sistema de plenas libertades.
La que conduce Bachelet es una nueva vía chilena al socialismo, al estilo Allende, pero con la cautela que no tuvo el suicidado Presidente. El programa de la Nueva Mayoría se elaboró para aplicarlo sin que la institucionalidad se viese amagada, como ocurrió entre 1970 y 1973.
Al asumir esta administración, los caudillos de la Nueva Mayoría hicieron repetidas alusiones al “nuevo ciclo político” y éste no es más que el tiempo que requiere el socialismo para instaurar su sistema. Todos al interior del oficialismo saben que de aquí al 2017 es imposible la consolidación completa del programa de gobierno y los patrocinadores de las reformas hablan sin tapujos de que algunas de ellas estarán concretadas en cinco, diez y veinte años.
Esa proyección en el tiempo refleja que es indispensable que el socialismo permanezca en el poder por un período largo. Si su oferta política se cae el 2017 –como estuvo a sólo dos puntos de suceder en Brasil–, todo lo prometido quedará inconcluso y el segundo período de Bachelet habrá sido un fracaso, como el primero.
Lo relevante de esta arenga de Peña y Lillo y de Jaime Quintana a dar cumplimiento al programa de gobierno “para mantenernos en el poder”, deja al descubierto que la finalidad del manual de objetivos de la Nueva Mayoría se escribió exclusivamente para satisfacer sus propios intereses políticos y no como una guía de un buen gobierno para todos los chilenos.
Las caídas en la popularidad de Bachelet y en la pérdida de credibilidad ante la opinión pública son consecuencia de que la ciudadanía ya se percató de que el Gobierno no gobierna para todos, sino sólo para la Nueva Mayoría, sólo que nadie se anima a reconocerlo, tal como lo hizo Salvador Allende cuando anunció ser Presidente “sólo de la Unidad Popular”.
La Nueva Mayoría tiene la astucia de no actuar con la insolencia de Allende, pero le anima el mismo fin: llevar al país al socialismo aunque sin dejar muchos muertos y heridos en el camino. Lo que suceda en la ruta no está considerado como escollo y ése es el motivo de que no se conozcan proyectos del Ejecutivo en contra de la progresiva delincuencia, en contra del la desaceleración, en contra del desempleo, en contra de la menor inversión, en contra de la baja en la producción, en contra de las bajas en las ventas del comercio, etc.
Estos “daños laterales” están considerados como un costo natural que debe pagarse para la implementación total del programa, una seguidilla de reformas que apuntan al reemplazo del sistema liberal de mercado por el del Estado paternalista, mal llamado de bienestar.
Desde que asumió Bachelet, la planta fiscal de funcionarios con sueldos de 2 millones de promedio se duplicó y el MINEDUC incorporó entre mayo y septiembre a 60 “asesores” con rentas superiores a aquella cifra.
Diríase que la casi totalidad de chilenos que no votó por Bachelet en las elecciones del 2013 no ha reparado en este hábil juego de imponer el odioso y destructivo programa de gobierno mientras ella lanza besitos a la galería. Volvió a reunirse con los empresrios, a quienes les insistió en “la única forma de salir a flote es una alianza entre los sectores privado y público”, sólo horas después de que se aprobase en la Cámara un artero ataque a la participación de privados en la educación.
Después viajó a Alemania a explicar las bondades de la Reforma Tributaria y donde hizo un llamado a los empresarios a invertir en Chile. Sintomática actitud la suya, pues sabe que los alemanes sienten un desprecio históricos por los comunistas, precisamente los autores intelectuales de todas las reformas en curso en Chile.
Justo Pastor Suárez.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio