viernes, septiembre 19, 2014

PARA CORTARLA DE RAÍZ.


Ni la ley, ni los organismos de inteligencia, ni las declaraciones presidenciales o parlamentarias bastarán para cortar de raíz con la violencia en Chile.
O se asume que hay promotores del pensamiento que justifica la violencia revolucionaria o se deja de lado el principal factor de su cultivo en el país.
¿Quiénes han influido en Chile para fundamentarla y difundirla?
Conocemos de sobra las tesis leninistas y trotskistas y cómo cientos de intelectuales y educadores las han promovido por décadas entre los jóvenes. Pero, además están…
… todos los profesores que enseñan en las facultades de comunicación a Jurgen Habermas, reverenciándolo sin criticar su pensamiento. Gina Paola Rodríguez nos dice que Habermas reconoce la existencia de una violencia estructural y cotidiana en todas las sociedades contemporáneas causada por la desigualdad social y la discriminación. Sostiene Habermas que cuando “oyente y hablante se vuelven mutuamente ajenos”, es entonces cuando se genera la violencia extrema.
Todos los redactores del periódico de la clínica obsesión que, conscientes o no, veneran a Federico Nietzsche quien propone como modelo para el ser humano la figura del “soberbio y rubio animal caminando en busca de la carnaza”. Promueve así los actos de creación destructora y de destrucción creadora.
Todos los profesores que, como Jaime Massardo –de la Universidad de Valparaíso y Le Monde Diplomatique– en su brillante libro “Gramsci en Chile”, promueven la figura del ilustre comunista italiano. “Insistamos aquí –afirma Massardo– que Gramsci piensa la sociedad civil, es decir el lugar donde se debe llevar a cabo la estrategia de la guerra de posiciones, donde se disputa la hegemonía, ‘en el sentido de hegemonía política y cultural de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad, como contenido ético del Estado’”. Massardo nos recuerda en su obra que ha realizado numerosos talleres en universidades chilenas sobre el tema.

Todos los promotores de las tesis de Franz Fanon, apoyadas por el prólogo de Jean Paul Sartre en “Los condenados de la tierra”. Ahí Sartre afirma que sólo “la violencia, como la lanza de Aquiles puede cicatrizar las heridas que ha infligido”. Y Fanon estima que la violencia “es el hombre mismo reintegrándose”, por lo que “matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la vez un opresor y un oprimido: quedan un hombre muerto y un hombre libre”. Al respecto, Jaime Huenún, poeta y profesor de la Universidad Diego Portales, ha afirmado hace pocos días que Fanon es un “representante del lado B de las revoluciones latinoamericanas, no asumido en su complejidad simbólica y escritural por los movimientos de izquierda que en general transitaron por la huella guevarista. Su posición no complaciente con el sujeto subalterno lo llevó a ser omitido por los sectores más ‘adelantados’ de las sucesivas revoluciones: cubana, sandinista, montonera y senderista. Con el paso de las décadas nos dimos cuenta de que la posición de Fanon significó un aporte que no fue considerado”. Huenún acaba de publicar “Fanon City Meu” en la editorial Das Kapital.
La promoción del Ché Guevara es muy amplia; recordemos que ya el año 2000 en el texto “Chile: Construcción democrática”, para 6º básico, cuya segunda edición alcanzó un total de 300.024 ejemplares, se mencionaba la figura del Ché, sin que hubiese una sola referencia a su mensaje teórico ni a su acción guerrillera práctica. Por cierto, se omitía esta sentencia del barbudo: “El odio implacable hacia el enemigo nos impele por encima y más allá de las naturales limitaciones del hombre y nos transforma en una efectiva selecta y fría máquina de matar”.
A Mijail Bakunin lo dan a conocer decenas de páginas anarquistas en las que se recuerda que la Revolución Social suprimirá el actual sistema para dar plena libertad a las masas, los grupos, Comunas, asociaciones e individualidades, destruyendo de una vez por todas la causa histórica de toda violencia: la misma existencia del Estado cuya caída supondrá la destrucción de todas las iniquidades del derecho y de todas las falsedades de los diversos cultos –derechos y cultos que han sido siempre, los canonizadores complacientes, tanto en el terreno ideal como en el real, de toda la violencia representada, garantizada y autorizada por el Estado–.
¿Qué tiene de extraño, entonces, que en los muros de nuestras ciudades se lean recomendaciones como “Mata a tu rector” o “Muerte al cerdo capitalista” o “La única Iglesia que ilumina es la que arde” o que elRumpy haya dicho a media tarde por radio: “Yo sería partidario de ir y quemar la catedral, hueón, con todos los curas adentro”?

También las tesis light de la no-violencia activa y de la desobediencia civil son abiertamente promovidas. En su blog, Luis Mariano Rendón se define a sí mismo como activista de la Tierra. En esa calidad encabezó al grupo que invadió la sede senatorial y definió la correría de adultos y adolescentes que culminó en escalamiento de mesa, escupitajos y gritos desaforados, como un acto de no-violencia, de desobediencia civil. “Lo que realizamos fue un acto no violento, pero un acto enérgico contra la clase política”.
Y quizás qué otras influencias que aún no conocemos infestan las mentes y los corazones de tantos chilenos.
No son los bultos extraños el primer peligro. Antes hay que poner la atención en las fuentes.
Gonzalo Rojas Sánchez.

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