martes, julio 10, 2012

LOS ESTÚPIDOS SIEMPRE SON LOS MÁS.




Carlo M. Cipolla (1922-2000) fue un destacado economista especializado en la historia de la economía. Desde 1959 hasta 1991 fue profesor de la Universidad de California en Berkeley; un autor prolífico, creativo y con diversidad de intereses. Su autoridad fue siempre reconocida en la historia económica, especialmente en la historia del dinero y de la población.
Para no caer en lo políticamente incorrecto, conviene definir el vocablo en cuestión: “estúpido” es igual a “pasmado, atemorizado, asustado”. Por lo que “estupidez es el estado de pasmo, temor y susto que uno tiene frente a los acontecimientos”. Al igual que su anverso, la inteligencia, la estupidez no es siempre fácil de reconocer ni menos de definir. Sin duda, la mejor es como lo define Cipolla en uno de sus trabajos más divulgado, el breve análisis económico, demográfico e histórico de la estupidez humana que publicó en su libro “Allegro ma non troppo” de 1988 (Las leyes fundamentales de la estupidez humana):
Estúpido: “es aquel que causa daño a otros sin obtener de ello provecho alguno, en contraposición al inteligente, que sabe conseguir beneficio para los demás y para sí mismo.
De la definición de Carlo Cipolla sobre la estupidez (y la inteligencia) estriba en el hecho de que no está basada en un concepto abstracto sino en los resultados: una persona o un comportamiento es estúpido o inteligente dependiendo de lo que suceda. Esto tiene dos ventajas. La primera es que define a una persona (y al comportamiento de esa persona) como estúpida (o inteligente) en base a los hechos; o al menos en base a nuestro entendimiento y definición de los hechos. La segunda, y aún de mayor importancia, es que nos conduce a concentrarnos en el factor vital: no la estupidez por sí misma sino en los daños que ocasiona.
El título de este artículo se refiere a su primera ley fundamental, Siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en circulación”, puede parecer trivial, o más bien obvia, o poco generosa.
Sin embargo, un examen más atento revela de lleno la rotunda veracidad de esta afirmación. Cipolla considera que por muy alta que sea la estimación cuantitativa que se haga de la estupidez humana, siempre quedaremos sorprendidos de forma repetida y recurrente por el hecho de que:
a) Personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado resultan ser inequívocamente estúpidas;
b) Día tras día, con una monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
La estupidez es tan ubicua que todos estamos expuestos a ella, hasta los más sabios. Y, como los pecados, se puede ser estúpido de palabra, acción u omisión. Con diferencia, las estupideces de palabra son las más frecuentes, tanto por la incontinencia y/o sandez de lo que se dice como también por la manera como se interpreta. Hablar es peligroso, pero no hacerlo también lo es. Un matiz interesante en el fenómeno de la estupidez es el miedo a cometerla, que paraliza la acción y que impide que decisiones cruciales lleguen a realizarse, causando un perjuicio mayor que el de haber actuado aunque sea de la peor manera. Con lo que las estupideces por omisión son una categoría aparte, enormemente dañina por los inaparente de su índole, muchas veces provocada por no reaccionar a tiempo ante una situación problemática.
También debemos tener presente que la erudición no sólo no protege ni cura la estupidez, sino que a menudo da coartadas al estúpido para pontificar verdades que a la postre no son más que solemnes tonterías. Y es que la estupidez, como la pereza, está agazapada en nuestro interior esperando emerger en todo su esplendor. Ambas ejercen una intensa acción sobre nosotros, y tal vez por eso están emparentadas. Se requiere mucha energía y disciplina para mantenerlas a raya. Esa disciplina quizás marca el nivel de inteligencia real de cada individuo.
Veamos algunos ejemplos de estúpidos criollos, si bien esta lista no es exhaustiva, invito a los estimados lectores a ampliarla y así identificarlos para contrarrestar el poder de daño que tiene la gente estúpida.
1)           Los encapuchados que destruyen con violencia impune los colegios, y otros bienes públicos y privados.
2)           Los antisistema y algunos dirigentes políticos de extrema izquierda que pretenden imponer en nuestro país modelos políticos y económicos fracasados similares a Cuba y Venezuela.
3)           Otros políticos desubicados que pretenden imponer otro modelo fracasado: el Estado Bienestar.
4)           Los demás políticos que se niegan a hacer las urgentes reformas políticas y económicas para perfeccionar el sistema de economía social de mercado (ESM) vigente, hacerlo más competitivo.
5)           Nosotros que no defendemos adecuadamente los postulados de la ESM.
6)           Los malos profesores y, sobre todo, los dirigentes gremiales del profesorado que los defienden y se niegan a evaluarlos.
7)           Algunos empresarios que no tienen ética en los negocios.
8)           Aquellos que no se informan adecuadamente para exigir rendición de cuentas y transparencia al sector público y privado.
9)           Los que se oponen a una mejor descentralización regional.
10)      Los que se mantienen en el pasado y no miran el futuro.
11)      Los que se niegan a vivir en convivencia, tolerancia y respeto a las ideas de los demás.
12)      Los que trabajan en los medios masivos de comunicación y no se preocupan en mejorar el lenguaje.
13)      Los que se juegan sus sueldos y bienes en los casinos y juegos de azar.
14)      Los que anteponen la diversión, el atajo al esfuerzo.
15)      Los que toleran la mediocridad sistemática en lugar de fomentar el esfuerzo.
16)      Los estudiantes displicentes y negligentes en sus estudios.
17)      Aquellos que pasean sus mascotas y no recogen sus heces.
18)      Los que escupen y botan colillas de cigarrillos en las aceras.
19)      Los que se estacionan en las aceras.
20)      Los que no respetan las leyes de tránsito: exceso velocidad en las calles y avenidas, el rayado paso peatonal, ni las luces de cruces de otros conductores.
21)      Las barras bravas de algunos equipos de fútbol.
22)      Los que no están conscientes que esta abundancia de recursos del cobre, que en gran parte malgastamos, no va a durar siempre. Debemos usarlos para hacer esta urgente reforma educacional.
23)      Los que confunden economía de mercado con sociedad de mercado.
24)      Los que manejan los conflictos como una lucha de suma cero.
25)      Los que no criticamos ni esperamos que nos critiquen. Así la crítica aparece como un acto violento y descalificador que resulta inaceptable para quien la recibe, en vez de ser una argumentación asertiva que permita construir un proyecto de sociedad.
26)      Los que no son dados a ver las falencias propias ni la de los demás en forma abierta, tampoco reconocen cuando alguien hace algo bien.
27)      Aquellos dirigentes y políticos que estiman el “clientelismo”, como una práctica normal en una democracia.
28)      Los que no perciben las consecuencias de la desigualdad en los ingresos: afecta la dignidad de la gente, la pertenencia social no es legítima y de no corregirse habrá menos gobernabilidad en nuestro país.
29)      …
FRANCISCO JAVIER VARGAS GALINDO.
VIVACHILE.ORG

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio