jueves, enero 10, 2019

BROTES VERDES EN UNA DERECHA DESARTICULADA.



En “La Segunda” del 04.01.19 venía una carta de la vicepresidenta de la Juventud de RN, Francisca Richards, que decía: “El retorno del pinochetismo es sin duda un retroceso para la derecha, en términos políticos, valóricos, ideológicos e incluso electorales. No hay nada más nefasto que revivir un pasado tan oscuro como las terribles violaciones a los derechos humanos, todas injustificables y aberrantes. Hace tiempo que RN se desvinculó del pinochetismo y derogó de su declaración de principios toda alusión al régimen militar del dictador”.

Esa carta la suscribiría con gusto alguna vicepresidenta de las Juventudes Comunistas. Por otra parte, el “alejamiento” de RN de Pinochet, que ella acusa, fue puesto en duda hace poco cuando, en un reciente consejo general, su diputada Camila Flores se declaró pinochetista y resultó ovacionada.

Pero es verdad que la corriente dominante en el país va en el sentido de la carta de Francisca Richards. En la revista “Sábado” de “El Mercurio”, la ministra mejor evaluada del gabinete, Isabel Plá, confiesa que hoy votaría “No” en lugar de “Sí”, como lo hizo en 1988. Bueno, “era que no”: el Presidente que la designó es del “No”. Pero Isabel Plá pertenece a la UDI, partido al cual emigró desde RN (es de suponer que cuando esta última excluyó de su declaración de principios el reconocimiento al Gobierno Militar, cosa que la UDI aún no hace, aunque ya a nadie le extrañaría que lo hiciera, dado que forma parte del séptimo gobierno del “No” en 28 años).

Con todo, es un hecho que la corriente dominante extiende cada vez más sus tentáculos, hasta a la Universidad Católica, donde se incoa un proceso contra un connotado académico del “Sí”, el abogado Gonzalo Rojas Sánchez, tras una denuncia persecutoria en su contra de alumnos de izquierda que la Secretaría General de la Universidad ha acogido a trámite y dilatado en términos inexplicables. El profesor objeto de esta vendetta política ha impartido clases desde hace 43 años y formado parte del Consejo Superior durante 22.

Es que Gonzalo Rojas, también columnista de “El Mercurio”, es un hombre de derecha absolutamente consecuente (jamás ha votado por Piñera, con eso lo digo todo) y ha llegado a extremos de temeridad política, como el de recomendar, en su más reciente columna, la lectura de mi último libro, “Historia de la Revolución Militar Chilena 1973-1990”, cuya tercera edición espero llegue a librerías a mediados de enero, pese a que la prensa, con la excepción del citado columnista y una breve crónica de julio pasado del mismo diario, no lo ha siquiera mencionado.

      Claro, ese libro, en efecto, podría llevar a la cárcel a su autor si se aprobare la ley que castiga el “negacionismo”, pues prueba con documentos oficiales que el régimen militar respetó los derechos humanos, como que los garantizó tanto en su “Declaración de Principios” de 1974 como mediante circulares a sus dependencias uniformadas, que el texto reproduce, ordenándoles abstenerse de toda conducta atentatoria contra los derechos de las personas.

       Más todavía, el libro demuestra que hubo garantías internacionales de respeto a los derechos humanos ofrecidas por Chile y derivadas de que, si no se cumplían, se interrumpía el flujo de créditos y la venta de armamentos al país. El Gobierno Militar era, por ello, el primer interesado en evitar acusaciones de violación de los derechos humanos, pero a la vez enfrentaba un terrorismo implacable, patrocinado por el comunismo internacional, al cual debía combatir so pena de sucumbir. Pero el presidente de la Cruz Roja Internacional podía tener acceso a cualquier lugar de detención en Chile sin necesidad de autorización previa. Todo eso desmiente la acusación de una supuesta política de “terribles violaciones a los derechos humanos” a que alude la joven Richards, evidenciando que su cerebro ha sido tan escrupulosamente lavado como el de algunos dirigentes, parlamentarios, ministros de su partido y, desde luego, el del Presidente que ese partido contribuyó a elegir.

       No obstante lo anterior, el gobierno norteamericano encabezaba en 1978 ante la ONU la acusación contra el chileno de violar los derechos humanos, justo cuando en Chile reinaba la paz interna y en el mismo año caían apenas ocho personas en el curso de la lucha antiterrorista. Por contraste, en “El Mercurio” de hoy, p. A12, se informa que los norteamericanos dieron muerte sin forma de juicio y mediante una bomba en Yemen al terrorista Jaman-al-Badaui. Por acciones como ésa, que hoy los cerebros lavados describen como “terribles violaciones a los derechos humanos”, nos acusaban hace cuarenta años los propios autores de la expresión “double standard”.

       Naturalmente, este último y el lavado cerebral masivo tienen consecuencias políticas. La rendición incondicional de los partidos de derecha ante la mentira histórica da lugar a que en este momento haya en gestación tres nuevos partidos de derecha y representativos del “Sí”: el Partido Independencia de Valparaíso, el Partido Republicano, encabezado por militares en retiro; y Fuerza Nacional, liderada por el abogado Raúl Meza, connotado defensor de los Presos Políticos Militares. Además, un conocido oficial en retiro propone fundar otro exclusivamente formado por sus iguales y dedicado a defender a sus camaradas ilegalmente presos o procesados y que contaría con el voto unánime de la “familia militar”. Todo lo anterior aparte del movimiento Acción Republicana de José Antonio Kast, respaldado por decenas de miles de firmas, que por el momento ha renunciado a constituirse como partido.

       La verdadera derecha a veces da la impresión de que agoniza, pero no muere. El viejo tronco conservador pierde sus ramas más débiles y más proclives a inclinarse ante la dirección del viento, pero surgen otras nuevas y más sólidas para seguir defendiendo el ideario de la sociedad libre y de la ley y el orden; de la verdad histórica y del debido proceso a los presos políticos. Y no por nada su más destacado exponente encabeza las encuestas presidenciales de la actualidad.

Hermógenes Pérez de Arce.

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