domingo, diciembre 30, 2018

EL GENERAL TRAICIONADO Y ENGAÑADO.



De la peor manera se cerró uno de los capítulos más siniestros y oscuros en la historia policial de Carabineros: la salida no voluntaria de su Director General, Hermes Soto Isla, tras desempeñar el mando por un período de apenas 9 meses, el más breve que se recuerda.

Desde su nombramiento para sustituir al súper cuestionado, y hoy con libertad vigilada, Bruno Villalobos, la gestión del general Soto tuvo un camino de espinas, cuyo inevitable final fue la muerte del comunero extremista Camilo Catrillanca, al interior de la autonomista comunidad Temucuicui de Ercilla.

Este episodio no fue tan sólo un "error policial" de los muchos en la bitácora de Carabineros. Resultó ser un montaje,  impropio en una institución jerarquizada,  que le hizo un daño tremendo al Gobierno, le echó a tierra uno de sus proyectos estrella y despertó violentamente a la izquierda, aún en shock y abatida por  el fuerte rechazo que sufrió de parte de la ciudadanía brasileña. Ni en aprendices de policías  puede entenderse un proceder tan deleznable y lleno de traiciones, como fue lo ocurrido durante y posterior a la muerte de Catrillanca.

Apenas surgió como uno de los candidatos a la Dirección General, colegas de Soto Isla montaron una campaña en su contra, y con tal suciedad que hicieron pública una sanción en su hoja de vida cuando, siendo teniente, las ofició de mano derecha de una regente de un prostíbulo.

Varias versiones se manejan sobre la animadversión hacia él: estando al tanto del millonario fraude institucional "se hizo la mosca muerta"; que al nombrársele obligó la salida de 15 generales más antiguos y que "fue un insulto" a la tradición institucional  que por primera vez ocupase la Dirección General un hijo de un suboficial. Por años, su padre fue funcionario del cuadro permanente.

En medio de una crisis inédita -47 generales marginados en apenas un año-- y con una de sus  alas herida por el revanchismo en su contra dentro de la institución, le correspondió a Soto decidir llamados a retiro por otro fraude, éste de obstrucción a la justicia por el falso interceptor de comunicaciones 'Antorcha' en la fracasada Operación Huracán en La Araucanía.

El Presidente de la República lo designó para recuperar el menoscabado prestigio institucional y marcar el liderazgo de una generación "no contaminada" en el Alto Mando. En solidaridad con él, dicha generación -10 generales- también se va.

La quincena de generales que debió irse tras su designación, más los oficiales exonerados por el caso 'Antorcha', le hicieron la vida imposible al interior de la institución. Las zancadillas en su contra terminaron con un empujón hacia el vacío por  el desacato y actos de desobediencia en el operativo de Temucuicui, lo que intencionalmente se le ocultó al Director General, quedando como el marido engañado ante la opinión pública.

Es inconcebible que un comando antiguerrilla preparado militarmente en Colombia y compuesto por sargentos y cabos de experiencia hayan procedido como novatos sin instrucción. ¿Qué jefe le dio la orden a dos de los funcionarios para que, ese día, no portasen las cámaras filmadoras que por obligación debían portar? ¿Quién autorizó a que uno de ellos portase  una "cámara particular"? ¿Quién escondió los videos probatorios y los hizo llegar directamente a un Centro de Investigaciones periodísticas?

A las horas de ocurrida la muerte del comunero, el Gobierno ordenó al mismísimo General Director que viajase a investigar a la zona. Lo hizo y regresó con una sola respuesta: "me mintieron". En ese mismo momento quedó en entredicho su liderazgo de mando, pues sus subalternos -oficiales o suboficiales- contravinieron todas las reglas y protocolos, con lo cual desafiaron a su  propia autoridad y, por tanto, violaron la tradicional verticalidad del mando.

Resultó muy humana la postura del Director General de no renunciar voluntariamente, por no sentirse responsable del hecho en sí y que se trató de un montaje para engañarlo. Eso es así, fue  traicionado, pero es insostenible que un jefe de una institución se sostenga en su cargo, apelando a que "no tenía idea" de la existencia de videos inculpatorios del estúpido procedimiento de sus subalternos.

Frente a sus superiores -el Gobierno-, a su institución, a sus colegas y subalternos,  el jefe máximo no puede revelar tan cándidamente que le hicieron leso, que lo engatusaron y que desconocía las evidencias. Ello es traducible como ausencia total de liderazgo y de mando, el cual no parece haber ejercido genuinamente desde que se hizo cargo de este nido de víboras. 

Raúl Pizarro Rivera,
Voxpress.cl

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