KAST O LABBÉ: ENTRE EL BIEN MAYOR Y EL MAL MENOR.
¡Por fin tendremos el candidato del “Sí”! Todo en Chile se ha definido desde hace 26 años en favor del “No”. Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet I, Piñera, Bachelet II, todos del “No”. Hasta cuando creíamos tener un candidato triunfante (Lavín, que al final perdió), éste, durante la campaña, dijo que “si hubiera sabido”, habría votado “No”. “Cerebro lavado”. Se había “dado vuelta la chaqueta”.
Bueno, al fin ahora tenemos no sólo a un hombre del “Sí”, José Antonio Kast, que está resuelto a ser candidato, sino dos, pues el coronel Labbé ha declarado su disponibilidad, en una época en que la mayoría pide una mano firme como la que él demostró tener en Providencia. No olvidar 1952, cuando el general Ibáñez ganó lejos, prometiendo barrer con la descomposición ambiente, siendo que dos décadas antes había sido destituido casi por unanimidad como dictador. Ni olvidemos el clamor popular de 1973, cuando Frei escribía que se levantaban banderas de celebración en las poblaciones ante el pronunciamiento.
Estaré con cualquiera de ambos, Kast o Labbé, que se lance a reunir las 35 mil firmas que los separan de la candidatura presidencial. Yo garantizo mil. ¿Cómo no van a tener 35 partidarios como yo? El viernes almorzamos con ambos en una mesa del “Sí” y había 25. ¡Sí se puede!
Con eso ya estaremos posicionados en la primera vuelta. El “Sí” es mucho más poderoso de lo que la gente cree. Yo lo veo en la calle, donde se me acercan personas de todas las condiciones a expresarme su apoyo a mi defensa del gobierno que salvó a Chile y lo puso a la cabeza de América Latina con una democracia próspera y estable (que ahora la izquierda está destruyendo, lamentablemente). Claro, también una que otra persona, en el lenguaje propio de la izquierda, me grita “facho asqueroso” o “viejo c…”, pero son el uno por ciento.
¿Y si perdemos en la primera vuelta? Bueno, en ese caso tendríamos que elegir, probablemente, entre Lagos y Piñera, que para mí son, respectivamente, el “mal menor” y el “mal mayor”, pues el segundo se dedicó a criminalizar a la derecha por su apoyo al Gobierno Militar, lo que la destruyó electoralmente, posibilitando el triunfo de la retroexcavadora marxista. Además, aumentó el tamaño del Estado creando ministerios; subió los impuestos y se dedicó a perseguir a los militares, triplicando el número de querellas ilegales en su contra y trasladando a los que estaban presos en un penal decente a otro peor y hacinado. Y, conociéndolo, estoy seguro de que si saliera de nuevo electo, los trasladaría a otro de reos comunes, como quiere el trío de mujeres odiosas (Michelle Bachelet, Javiera Blanco e Isabel Allende).
Lagos, en cambio, no persiguió a los militares e incluso indultó a uno; no subió impuestos, sino que estimuló la inversión con la Ley del Mercado de Capitales I; ni aumentó el número de ministerios (incluso opinó que debían ser menos). Es claramente el mal menor y yo votaría por él en segunda vuelta. Es un mal, porque ha estado siempre equivocado, pero ha rectificado. Y, además, supongo que no va a cambiar la Constitución, como quiere Piñera al igual que la izquierda, pues el mismo Lagos se apropió de ella (indebidamente) en 2005 y la declaró digna de la democracia chilena. Eso da mucha estabilidad al país.
Entonces, entre un tipo equivocado que rectifica y uno que también está equivocado pero está siempre haciendo trampas y no aprende nada, como que se va hacia la izquierda a cada rato, el mal menor es claramente el primero.
Ahora, si la Nueva Mayoría llevara a Isabel Allende, ahí sí que en la segunda vuelta estaríamos frente a dos “males mayores” y en ese caso creo que pensaría seriamente en no votar y llamar a Hernán Büchi para pedirle que me ubique una casita para la familia en Zug. Pero no creo que los de la Nueva Mayoría incurran en semejante torpeza, desde luego por la alta probabilidad de que la candidata no llegara a la hora para su inscripción en el Registro Electoral.
Entonces, el “Sí” vive y tendrá candidato “sí o sí”. Y su más probable amenaza será un mal menor. Es decir, nunca habíamos tenido tan buenas perspectivas desde 1990.
Hermógenes Pérez de Arce.
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