GENERAL PINOCHET: CARTA AL SENADO.
Carta del Segundo Libertador de Chile, Capitán General Don Augusto Pinochet Ugarte al Senado.
Santiago, 4 de julio de 2002.
Honorable Senado:
Contiendas civiles absolutamente ajenas al quehacer del Ejército de Chile, me impulsaron a actuar, en septiembre de 1973, en defensa de la soberanía, la seguridad nacional y la paz de nuestro pueblo.
Sin otro norte que superar la desintegración y decaimiento de la nacionalidad, ejercí el mando supremo de la nación durante 16 años y medio, poniendo mi cargo a disposición de la ciudadanía cuando Chile contaba con una institucionalidad sólida y una organización social y económica que aseguraba la continuidad jurídica y el desarrollo integral de la patria. Se reconstruyó así, no sin sufrimiento de todos los sectores, el régimen democrático y se devolvió al pueblo su derecho a decidir su propio destino.
Desde entonces he aportado todas mis energías para que las instituciones no sean nuevamente destruidas y nuestro país consiga progresar en armonía, a través de un esfuerzo mancomunado de todos sus hijos, sin exclusión alguna.
La obra realizada por mi gobierno será juzgada por la historia. Aún subsisten demasiadas pasiones entre nuestros conciudadanos para esperar de ellos un veredicto objetivo, sereno y, sobre todo, justo. Por lo mismo, tengo la conciencia tranquila y la esperanza de que en el día de mañana se valore mi sacrificio de soldado y se reconozca que cuánto hice al frente de las Fuerzas Armadas y de Orden no tuvo otro fin que no fuera la grandeza y el bienestar de Chile.
Problemas de salud insuperables y el implacable paso de los años me imponen el deber de hacer dejación de mi cargo de senador vitalicio instituido en nuestra Constitución, aprobada por la gran mayoría del pueblo chileno en 1980. No sería consecuente con mi conducta y mis ideales, si mantuviera dicha dignidad, imposibilitado, como me encuentro, de desempeñarla con la responsabilidad y eficiencia que se requiere. Creo, por lo mismo, que el interés de Chile me exige este renunciamiento, tanto más si con ello presto una contribución a la paz política y social del país.
Honorable Senado: sólo aspiro a que los últimos días de mi vida sigan siendo un claro testimonio de mi amor entrañable a Chile, a quien he entregado la plenitud de mis energías más allá de todo sacrificio personal, movido sólo por el bienestar y felicidad de sus hijos. Al alejarme de la actividad ciudadana, no abrigo otro sentimiento que una inmensa gratitud hacia nuestro pueblo, hacia mis compañeros de armas y, por sobre todo, a la voluntad de Dios, que, en medio de una dura encrucijada histórica, me brindó la oportunidad de entregarme por entero a la construcción de un destino mejor para Chile.
Dios guarde a vuestras excelencias.
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