RODRIGO PEÑAILILLO: MINISTRO CLARIVIDENTE.
El Ministro del Interior explicó el asunto de los recursos públicos involucrados en el aumento de los parlamentarios: “para el Estado de Chile el costo de la reforma electoral es igual a cero”. Si bien reconoció que más congresistas cuestan más -obvio-, dijo que el gasto será el mismo. Esto, ya que se rebajará el desembolso por parlamentario y el resultado será que el gasto total se mantendrá igual. Satisfecho con su tesis, sentenció que con ello terminaremos con un binominal excluyente y pasaremos a un proporcional inclusivo.
El sistema binominal y el aumento del número de parlamentarios han estado rodeados de cuentos y consignas, que buscan confundir. Se cuestiona el binominal por ser poco representativo, al elegir personas que obtienen menos votos que otras, y por dejar minorías políticas fuera del Parlamento, ocultándose que lo mismo acontece en otros sistemas electorales, por ejemplo un proporcional con listas. Luego, se lo liga con la Constitución como si ella lo estableciera, lo que no es efectivo, porque no se encuentra ahí -la Carta Fundamental sólo manda que haya un sistema electoral-, sino que en la ley orgánica constitucional respectiva. Es decir, que se puede cambiar el binominal por cualquier otro sistema sin alterar una coma de la Constitución.
Es que con esa ligazón se ha creado la sensación de que el número de 120 diputados que estatuía la Constitución era parte del binominal, lo que es falso, porque con esa cantidad se puede hacer un sistema perfectamente proporcional. El incremento a 155 diputados y a 55 senadores sólo tiene por objetivo resolver los problemas de reparto de poder de la Nueva Mayoría, y es el tipo de manejo que precisamente quería evitar la Carta Fundamental al determinar el número de parlamentarios.
Pero hay un hecho que es indiscutible y ante el cual el ciudadano común frunce el ceño: los parlamentarios cuestan plata. Entonces, surge una respuesta ocurrente: si bien cuestan, eso no significa gasto, porque tendrán que repartirse entre más la misma plata de que hoy disponen. Otra falacia, ya que el gasto público en relación con un parlamentario deriva básicamente -no únicamente- de dos ítems: la dieta y las asignaciones para gastos. La primera, que es su sueldo, lo fija la Constitución, que es igual a lo que percibe un ministro de Estado, de forma que si aumenta su número, aumenta el total en dietas. En consecuencia, sólo se pueden rebajar las asignaciones y tendría que hacerse en una cantidad tal que compense el mayor ítem sueldos, para que todo siga igual.
Pero sucede que el monto para asignaciones se determina cada año en la Ley de Presupuestos. Entonces, ¿cómo sabe el ministro cuánto se entregará para asignaciones en las leyes de presupuestos a contar de 2018, es decir, a partir del próximo gobierno? Clarividencia pura. A lo más podrá dejar aprobada la de ese año, pero ella se podría modificar con el voto de los nuevos congresales.
¿Qué cree usted: los nuevos parlamentarios nos costarán lo mismo o más? Lo único “inclusivo” será el número de diputados y lo “excluyente”, la plata de nuestros bolsillos.
Axel Buchheister.
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