sábado, agosto 16, 2014

LA CONMOCIÓN QUE PROVOCA UN CRIMINAL.


Héctor Maturana Urzúa, uno de los asesinos en 1986 de los cinco escoltas del Presidente Pinochet, ha estado de paso en Chile al cumplir su pena de 20 años de extrañamiento. Integró el Frente Manuel Rodríguez, brazo armado del Partido Comunista, cuyo presidente y honorable diputado ha reconocido haber autorizado el criminal atentado. Obvio: era el jefe de ese aparato militar.
Por ese crimen –que en el reportaje de La Tercera se califica de“emboscada”– Maturana fue sometido a un control policial en Talca en 1989, oportunidad en que asesinó al teniente de Carabineros, Juan Carlos Amar. Después fue detenido. En 1994, en virtud de la reforma constitucional que permitió al Presidente de la República indultar terroristas y, apoyándose en la Leyes Cumplido, Aylwin lo indultó junto a otros 29 criminales. Por cierto, La Tercera los califica como “prisioneros políticos del Gobierno Militar”.
Después de 20 años de extrañamiento en Bélgica, donde recibió la pensión equivalente a un miembro de la resistencia contra el Nazismo, Maturana ha podido volver a Chile, aunque no sabe si preferirá finalmente la placidez de la Belgique o volver definitivamente al país, con la consiguiente necesidad de tener que integrarse a los cuadros actuales del PC, en democracia y teniendo que pagar cuotas.
El tema es tremendo: este hombre tiene seis vidas cargando sobre su conciencia, pero al pasar por Santiago ha declarado: “No me arrepiento de nada. Yo elegí la resistencia y ellos eligieron la comodidad del régimen. Nosotros tomamos decisiones drásticas en su momento que implicaban dar muerte a alguien o morir en el intento.”.
La conmoción que provoca este caso es tal que bastan estas tres preguntas para reflexionar y comentarlo con otras personas:
¿Es admisible que se haya inventado la insólita figura jurídica del secuestro permanente para condenar a militares cuando lo único realmente permanente son las muertes que asesinos como Maturana provocaron?
¿Es posible que se siga sosteniendo que muchos izquierdistas que invocan sus derechos humanos fueron simples víctimas, cuando declaran abiertamente que entraban a una guerra para matar o morir?
¿Es sensato que hombres como Aylwin o Cumplido vayan a pasar a la historia como pacificadores, cuando liberaron asesinos que no han cumplido condenas efectivas y, además, lo hicieron sobre la sangre que esos mismos criminales derramaron por su mano cegando la vida de Jaime Guzmán justamente por causa de esa política de indultos?
Gonzalo Rojas Sánchez.

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