jueves, agosto 21, 2014

VERDADERAS MENTIRAS.


Días atrás una voz de mujer joven, que decía ser periodista del programa “Mentiras Verdaderas” de La Red, me llamó para pedirme que asistiera a ser entrevistado por su conductor, a quien yo de pasada había  visto conversando en pantalla con variados personajes que decían cosas truculentas del Gobierno Militar, como evidente contribución de continuidad a la “Campaña Nacional de Lavado Cerebral” que se desarrolla en esta larga y angosta faja de tierra desde 1990 y a la cual Sebastián Piñera hiciera una tan significativa contribución en septiembre de 2013.

No tengo ningún interés en aparecer en la TV y sólo acepto concurrir a ella en cumplimiento de mi misión, bastante solitaria, de casi único cerebro-todavía-no-lavado y que conserva un recuerdo lúcido de la verdad histórica previa a la transformación de los agresores en “agredidos”, de los victimarios en “víctimas” y de los totalitarios en “demócratas”, conjunto de travestidos que le cuestan 300 millones de dólares anuales al erario como compensación por el “injusto perjuicio” que se les ha inferido de no haberles dejado en 1973 transformar nuestra “democracia burguesa” en una “democracia popular” como la de Cuba, Corea del Norte o Alemania del Este.

Entonces acepté ir a “Mentiras Verdaderas” el martes a las 22.30. Mails y llamados posteriores a la invitación añadieron que también iría el ¿ex? guerrillero del FPMR, Enrique Villanueva Molina, recientemente premiado por un juez de izquierda con una pena de “libertad vigilada” como co-autor intelectual del asesinato de Jaime Guzmán, en cuya condición ha sido incansablemente entrevistado por todos los canales de TV y otros medios interesados en conocer su interesante versión sobre la historia de Chile desde 1973 a la fecha. No me importó compartir el panel con dicho personaje, porque tengo la seguridad de conocer algo a lo cual él no le tiene ningún respeto, pero que siempre ha prevalecido a lo largo de la historia de la Humanidad, aunque no en el Chile actual todavía: la verdad.

Entonces recibí un llamado adicional de una productora periodística, pidiéndome adelantar mi llegada y estar a las 22 horas en  el canal, con lo cual cumplí. Fui llevado por una amable jovencita a una sala donde no se podía ver el programa, pero en la cual había tres vasos de Coca Cola o algún sustituto del mismo color y un plato de sándwiches que no probé. Conversé con ella de diversos temas, hasta que se asomó un personaje de barba breve que me hizo una sorprendente advertencia: yo no debería, me dijo, tratar con “lenguaje denigrante” al ex guerrillero. Después entró el conductor y me saludó brevemente, sin decirme nada. 

Pasó el tiempo y hasta la jovencita simpática se aburrió y se fue. A alrededor de las 23 horas me condujeron a un pasillo del edificio, donde había una cámara. Me pusieron unos audífonos y me sentaron en una silla pequeña pero elevada desde la cual podía ver en el suelo un pequeño televisor en blanco y negro que transmitía la entrevista en el set principal, y a la cual yo había creído ser invitado, del conductor al ex guerrillero Villanueva que, según todo indicaba, ya llevaba largo tiempo en cámara. El programa constituía una apología de la labor del FPMR y de sus proezas. Noté que periódicamente aparecía mi imagen, trepado a la silla pequeña y alta en un pasillo, donde yo parecía tener los ojos cerrados y el labio inferior levemente caído. Supongo que era para que los telespectadores se rieran. Además, cada cierto rato mi lamentable imagen se congelaba, así es que dejé de mirar hacia abajo al televisor en blanco y negro y cerré la boca. Mientras, el ex guerrillero seguía en su extenso panegírico de sus patrióticas actividades, abundantemente estimulado por el conductor. Éste se dignó dirigirme algunas preguntas a través de los audífonos, lo que me permitió formular desde mi exilio en el pasillo tres o cuatro observaciones en defensa de la verdad histórica, en medio del torrente de la apología del FPMR que se desarrollaba en el set principal del programa.

A esas alturas se me hizo evidente que había caído en una trampa izquierdista y que sólo debía escapar cuanto antes del ridículo a que estaba siendo expuesto.

Alrededor de las 23.30 pude por fin bajar de la silla alta y pequeña del pasillo y abandonar el nuevo local de La Red en Quilín, acompañado de la amable joven que me había recibido, a la cual pregunté quién era el dueño del canal, y me respondió que un magnate mexicano de la TV. Inmediatamente lo supuse cómplice de las tropelías de la extrema izquierda en su estación chilena.

Al regreso a mi hogar a la medianoche tuve una hostil recepción, mientras en La Red continuaba la apología del Frente. En mi casa fui víctima de manifestaciones presenciales y telefónicas de crítica por haberme prestado a ser objeto de un vejamen televisivo tan ostensible y lamentable. 

A todo respondí que lo hacía en aras de salvar a la Patria de las “tinieblas del error”, pues hoy está secuestrada permanentemente en manos de la extrema izquierda y los kerenskys, auxiliados por una “Derecha Muerta Caminando”, integrada por desmemoriados, tránsfugas, arrepentidos y panegiristas de Aylwin y de su carnal Piñera. La una y la otra nos llevan de la mano a convertirnos en el próximo Brasil, que a su turno será la próxima Argentina y ésta la próxima Venezuela, que se transformará a su vez en la próxima Cuba, mientras se pierde en la noche de los tiempos el recuerdo de la que alguna vez fuera descrita como “la joya más preciada de la corona latinoamericana”.

Hermógenes Pérez de Arce.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

La maldita izquierda asesina, No dejaremos que Chile caiga en la misería popular OTRA VEZ!!

9:42 a. m.  

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