viernes, marzo 22, 2013

LA LECCIÓN QUE CRISTINA DESPERDICIÓ.

Lo peor que lo podía pasar a la presidente argentina para sus aspiraciones hegemónicas, le pasó. A pesar de haber tratado de impedirlo, el cardenal Jorge Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco. La fe puede más que el fanatismo K. Sin embargo, Cristina Fernández tuvo una oportunidad única para dar vuelta la historia de su propio gobierno; el encuentro en Roma. No pudo capitalizarlo, lo dilapidó.
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"Francisco la duchó en humildad y le entregó un libro “Conclusiones de la Celam 2007” que encierra un símbolo de lo que piensa. En sus líneas habla de la Patria Grande soñada por San Martín y Bolívar, pero sin corrupción ni populismo."



CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). En una elección tan compleja como la que se realizó para elegir al sucesor del renunciante Benedicto XVI, donde entre 115 cardenales uno de ellos sacó al menos 90 votos, el argentino Jorge Bergoglio; resulta bastante difícil admitir que semejante nivel de adhesión resultó casual.

El mundo muestra una carencia grande de dirigentes referentes en momentos de fuertes crisis económicas, reclamos sociales en ascenso y una solución, que de ser posible, en el clero podría encontrarse para llenar ese vacío.

Por otro lado, en Latinoamérica donde hay más fieles estos están siendo diezmados por los propios errores de la Iglesia, por el avance de las creencias alternativas; y, como si fuera poco, en su amplia geografía se retroalimenta el populismo político que amenaza a las democracias mientras muchos de los países que la integran tejen alianzas con el temible e imprevisible Irán.

En el contexto descripto no se puede obviar el trascendental poder del Vaticano no solo manejando la fe del 25% de la población global sino también por su gigantesca influencia económica y política.

Qué mejor que un luchador indiscutible por los pobres, por los sin trabajo, contra la corrupción, contra la injusticia, contra las doctrinas populistas en momentos que todos estos ítems son casi reclamos unánimes en muchos lugares de la tierra.

Más allá de los indiscutibles méritos que reúne el actual nuevo Pontífice, en la cocina de las decisiones de la curia centralizada en Roma, no podían pasar desapercibidas que las características personales del Arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina encajaban como anillo al dedo para encaramarse en el sitio de una de las personalidades más influyentes del universo.

No es extraño, entonces, que el gobierno de Cristina Fernández, viuda de Néstor Kirchner, haya recibido información privilegiada que su archienemigo, el cardenal simpatizante del Club Atlético San Lorenzo de Almagro y habitante de la Catedral de Buenos Aires, iba a convertirse en el sucesor N°266 de San Pedro. 

Desde la Rosada bajó la orden de ensuciar al postulante local con un dossier armado en base a artículos periodísticos de Horacio Verbitsky; que como todo relato oficial distorsionaba la historia.

Esa carpeta y sus ideólogos no tuvieron en consideración que el Vaticano tiene servicios de inteligencia en serio, como para desenmascarar la mentira en que incurría la difamación armada.

Cuando la presidente del luto eterno se enteró que la operación diagramada había fracasado y Bergoglio se convertía en Francisco, estalló en Olivos. 

Toda su tarea para conseguir obsecuentes, aplaudidores y fanáticos, con o sin dinero, comenzaba a tambalear.

La fe, podía mucho más que Cristina.

Francisco tendría mucho, muchísimo más poder que Ella. Eso, Cristina no lo pudo soportar.

Inmediatamente y sin reparar que estaba derrotada frente un episodio que escapaba a sus caprichos, la primera mandataria mandó a iniciar otra embestida contra Bergoglio en buena parte de sus medios de comunicación que componen su monopolio informativo.

Nada sirvió.

Si no puedes con tu enemigo únete a él.

Fue así que haciendo tripa corazón, la presidente de la Nación encabezó una comitiva como siempre numerosa y partió a Roma.

Allí el Sumo Pontífice le dio una lección que ella no pudo aprovechar; la desperdició.

Francisco la duchó en humildad y le entregó un libro “Conclusiones de la Celam 2007”, que encierra un símbolo de lo que piensa. En sus líneas habla de la Patria Grande soñada por josé de San Martín y Simón Bolívar, pero sin corrupción ni populismo.

A partir de ahora, tal vez, en su inclaudicable lucha por ser la dueña de todo el Estado y eternizarse en él, Cristina utilice expresiones del flamante Pontífice; pero hay una gran diferencia.

Francisco las dice porque las siente y las vive; pero Ella está muy lejos de ello.

JUAN HÉCTOR SANTOS.
DESPIERTACHILE.CL

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