miércoles, octubre 04, 2017

LA CAÍDA DE MAHMUD ALEUY.



Tras una larga jornada de rumores y versiones confusas, la tarde de ayer terminó con la salida del subsecretario Aleuy del Ministerio de Interior; una renuncia como en los mejores tiempos del régimen soviético, disfrazada con el insólito eufemismo de un ‘feriado legal’. Con ello, La Moneda agregó su segunda crisis de gabinete en poco más de un mes, justo ad portas de una decisiva contienda presidencial, confirmando que la presidenta no se equivocaba cuando hace un tiempo señaló que para su gobierno ‘cada día puede ser peor’.
La partida del subsecretario Aleuy supone el alejamiento de un personero de la mayor cercanía y afinidad política con la Mandataria, un golpe que vino a confirmar los evidentes signos de descomposición del núcleo íntimo del poder. Esta evidencia, se sumó a la reciente caída en desgracia del equipo económico encabezado por el ex ministro Valdés, ilustrando grados de deterioro inéditos para un gobierno que debiera encontrarse más bien capitalizando su agenda de cierre.
Aunque resulte difícil de creer, el subsecretario Aleuy pasó también a engrosar la lista de altos funcionarios a los cuales la Presidenta simplemente dejó expuesto y sin piso político, al provocar un giro abrupto en la política que el otrora hombre fuerte de Palacio venía implementando para responder a las acciones de violencia en la Araucanía. Elementos centrales de esa política eran la invocación de la Ley Antiterrorista, el respeto a las medidas cautelares solicitadas por la fiscalía y la decisión de no ceder a las presiones de los imputados, criterios que Michelle Bachelet decidió finalmente desestimar, con el objeto de poner fin a la huelga de hambre realizada por un grupo de comuneros.
A este escenario, se sumaron luego las críticas del ministro Barraza al trabajo policial coordinado desde la Subsecretaría de Interior, lo que vino a reforzar la orfandad política en la que terminó la labor del subsecretario Aleuy. Los duros cuestionamientos realizados por Barraza fueron públicamente respaldados por su partido -el PC-, pero los apoyos a quien estaba a cargo de la política para enfrentar los actos de violencia en la Araucanía, brillaron por su ausencia.
En síntesis, la Presidenta volvió a dejar caer a un funcionario clave de su gobierno, en este caso también de su entorno político, con el fin de no arriesgar ni comprometer eso que hoy se denomina el legado de su gestión, una reliquia del futuro que a estas alturas se ha convertido en un lujo muy caro para su gobierno y su coalición. Del mismo modo, este incidente vuelve a confirmar el extraordinario poder de veto que los comunistas ostentan en esta administración, un factor que en todas las instancias decisivas, termina por mostrar su real gravitación.
Max Colodro.

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