viernes, septiembre 15, 2017

A BACHELET: LOS CREDOS SE RESPETAN, NO SE AGRAVIAN.


Habrá que atribuirlo al desconocimiento que agnósticos y ateos tienen acerca de las creencias religiosas, el ‘mal rato’ que dijo haber vivido la Presidenta en el tradicional Te Deum de las iglesias evangélicas. Molesta, lo calificó de “ofensa”.

En la ocasión, la Mandataria y su séquito de palacio se sintieron incómodos ante las palabras de los obispos evangélicos  que, durante la ceremonia, condenaron duramente las leyes patrocinadas por el Ejecutivo sobre el aborto y el matrimonio entre homosexuales.

Un credo religioso  ---el evangélico u otro— es la profesión de la fe o, si se prefiere, el conjunto de principios y convicciones de un grupo cristiano.

La incontrolable vocera de Gobierno, Paula Narváez (PS), calificó de “intolerante” a los evangélicos y denunció una falta de respeto hacia la Presidenta por haber planteado sus desacuerdos valóricos en materias tan sensibles y confrontacionales entre la población chilena.

Sólo la ignorancia insta a creer en la unidad cuando se intenta imponer dominio sobre temas valóricos. Más errónea es la óptica de quien cree tener la verdad  ---como la vocera— en materias que están muy lejos de un consenso: la reciente encuesta del CEP lo dejó claramente establecido, al demostrar que ninguno de los dos proyectos están entre las diez prioridades que tiene la población.

Desde que la Presidenta anunció su idea de que se legislara sobre el aborto y se materializara el matrimonio entre homosexuales, no fueron sólo las iglesias evangélicas las que hicieron ver su oposición.

Además, por cortesía, cada vez que hay intervenciones oficiales en presencia del Jefe del Estado, éste conoce previamente los conceptos generales de sus contenidos.

Desde esta perspectiva es torcer la realidad hacer creer, como lo hicieron la Presidenta y la vocera de Gobierno, que el Te Deum fue prácticamente una encerrona. Fue demasiado evidente que la molestia presidencial parece haberse debido a las muestras de simpatía de los fieles hacia el candidato Piñera, uno de los varios aspirantes a La Moneda presentes en la ceremonia.

No es la vocera Narváez la persona más apropiada para acusar de “intolerancia” una postura valórica fundacional de un credo religioso, luego de que ella, en su labor cotidiana, ataca ácidamente a sus adversarios políticos, rechazando cualquier tipo de crítica y agraviando a quienes las emiten.

La Presidenta asumió hace años que origina reparos y ello lo demuestra el historial de estudios de opinión pública. Una amplia mayoría de la población chilena desaprueba su gestión, entre ésta, gran parte de seguidores de credos religiosos, y ello por iniciativas que contravienen sus principios.

Irritada por la intervención de un diácono piñerista en el Te Deum, la Mandataria tuvo la imprudencia de acusar a la Iglesia Evangélica de “estar en contra de la diversidad”, juicio político y populista que viola las convicciones religiosas de la institución. Además, le reprochó no colaborar con la unidad del país, como si los polos súper opuestos en cuanto a valores pudiesen juntarse como si se tratase de un pacto electoral.

No es primera vez que los obispos evangélicos utilizan la tribuna del altar de su Te Deum para hacer ver sus puntos de vista, tal como ocurrió, en su momento,  con la Iglesia Católica, que llegó casi al  insulto al interior de sus templos en contra del régimen militar.

Silenciosamente los gobernantes de turno deben asumir las opiniones valóricas de otros, precisamente porque se trata de valores.

No fue la ceremonia en la Catedral Evangélica una falta de educación, una  ofensa –como lo denunció Bachelet--  o una muestra de intolerancia. Al revés, la intolerancia corrió por cuenta de la Presidenta y de la ministra que condenaron públicamente a una fe religiosa en lugar de respetar sus convicciones.


Voxpress.cl

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