LOS COMUNISTAS Y LOS TRABAJADORES.
"Los comunistas no tienen ni el más mínimo interés en los trabajadores; lo único que les importa es el poder. Jamás han dado valor alguno a la persona humana singular... "
Los comunistas dicen pocas cosas; y las que dicen las piensan bien.
Su más reciente afirmación ha intentado ser una perfecta coartada para el comportamiento táctico que han desarrollado en las últimas semanas en el tema reajuste: "Nuestra prioridad es defender a los trabajadores", han declarado.
Esas palabras han sido meditadas y pronunciadas en el contexto de una crisis terminal del conglomerado de gobierno, al que, por buenas razones, nunca nos hemos referido en este espacio por su autodenominación; al contrario, siempre lo hemos llamado "la Concertación más los comunistas".
El PC dice ser la voz de los trabajadores, y unos pocos miles de ciudadanos, aunque no militen en la colectividad, respaldan esa afirmación; pero la inmensa mayoría de la población chilena, incluyendo a tanta gente de las otras izquierdas, no les cree nada a los comunistas. Nada de nada, y lo último que han dicho, tampoco.
Las razones de esa incredulidad son poderosas; ellas son el verdadero anticomunismo.
Y estas son:
Los comunistas no tienen ni el más mínimo interés en los trabajadores; lo único que les importa es el poder. Jamás han dado valor alguno a la persona humana singular. Han masacrado a millones de auténticos trabajadores en el nombre de las estructuras y de la revolución, y para ocultarlo, han intentado deformar la comprensión de esos sucesos mediante el más extenso proceso de falsificación de la verdad que haya conocido la humanidad hasta ahora.
Más aún, los comunistas carecen del sentido elemental de la dignidad del trabajo humano. Por eso, cuando se refieren a los trabajadores, no están pensando en personas que pueden crecer y desarrollarse mediante la transformación creativa de la realidad, sino en seres malditos, condenados a la esclavitud, mientras tengan que trabajar. "Trabajador" no es para el comunismo una posibilidad de desarrollo, sino una condición de explotación.
En consecuencia, para los comunistas son "trabajadores" solo quienes reciben una remuneración (y, por cierto, el monto de esos ingresos tiene que ser el más bajo posible). Todos los que se desloman emprendiendo, creando, pensando o administrando no son considerados "trabajadores". Por el solo hecho de haber desplegado una actividad independiente o de nivel medio o superior cambian de polo: de explotados a explotadores.
Además, los comunistas consideran que dentro de los asalariados de bajos ingresos, los auténticos trabajadores son solo los que ellos logran controlar mediante organizaciones sindicales o gremiales. No son trabajadores los que trabajan, sino solo los que son "trabajados" con eficacia por el PC, incorporándolos a través de sus directivas a las redes de influencia que se vinculan al partido. Los ejemplos sobran en Chile: la CUT, el Colegio de profesores, el Colegio de periodistas. Cuando sus directivas caen en manos del PC, entonces sí que sus afiliados son llamados "trabajadores"; pero cuando esos gremios logran salir de su control, entonces son considerados apatronados.
La última elección municipal refleja bien la distancia enorme que hay entre el PC y los trabajadores. De una fuerza laboral de alrededor de 9 millones de chilenos, menos de 250 mil personas votaron por el PC. O sea, probablemente menos de 200 mil trabajadores efectivos de todas las condiciones. Si esa ha sido la respuesta electoral que los trabajadores le han dado al partido que dice desvelarse por ellos, queda claro que el PC no tiene título alguno para proceder como lo hace.
Bueno, sí, tiene un fundamento: haber conseguido la frivolidad de todos los que lo miran con simpatía y haber logrado la pasividad de todos los que lo observan con temor.
Su más reciente afirmación ha intentado ser una perfecta coartada para el comportamiento táctico que han desarrollado en las últimas semanas en el tema reajuste: "Nuestra prioridad es defender a los trabajadores", han declarado.
Esas palabras han sido meditadas y pronunciadas en el contexto de una crisis terminal del conglomerado de gobierno, al que, por buenas razones, nunca nos hemos referido en este espacio por su autodenominación; al contrario, siempre lo hemos llamado "la Concertación más los comunistas".
El PC dice ser la voz de los trabajadores, y unos pocos miles de ciudadanos, aunque no militen en la colectividad, respaldan esa afirmación; pero la inmensa mayoría de la población chilena, incluyendo a tanta gente de las otras izquierdas, no les cree nada a los comunistas. Nada de nada, y lo último que han dicho, tampoco.
Las razones de esa incredulidad son poderosas; ellas son el verdadero anticomunismo.
Y estas son:
Los comunistas no tienen ni el más mínimo interés en los trabajadores; lo único que les importa es el poder. Jamás han dado valor alguno a la persona humana singular. Han masacrado a millones de auténticos trabajadores en el nombre de las estructuras y de la revolución, y para ocultarlo, han intentado deformar la comprensión de esos sucesos mediante el más extenso proceso de falsificación de la verdad que haya conocido la humanidad hasta ahora.
Más aún, los comunistas carecen del sentido elemental de la dignidad del trabajo humano. Por eso, cuando se refieren a los trabajadores, no están pensando en personas que pueden crecer y desarrollarse mediante la transformación creativa de la realidad, sino en seres malditos, condenados a la esclavitud, mientras tengan que trabajar. "Trabajador" no es para el comunismo una posibilidad de desarrollo, sino una condición de explotación.
En consecuencia, para los comunistas son "trabajadores" solo quienes reciben una remuneración (y, por cierto, el monto de esos ingresos tiene que ser el más bajo posible). Todos los que se desloman emprendiendo, creando, pensando o administrando no son considerados "trabajadores". Por el solo hecho de haber desplegado una actividad independiente o de nivel medio o superior cambian de polo: de explotados a explotadores.
Además, los comunistas consideran que dentro de los asalariados de bajos ingresos, los auténticos trabajadores son solo los que ellos logran controlar mediante organizaciones sindicales o gremiales. No son trabajadores los que trabajan, sino solo los que son "trabajados" con eficacia por el PC, incorporándolos a través de sus directivas a las redes de influencia que se vinculan al partido. Los ejemplos sobran en Chile: la CUT, el Colegio de profesores, el Colegio de periodistas. Cuando sus directivas caen en manos del PC, entonces sí que sus afiliados son llamados "trabajadores"; pero cuando esos gremios logran salir de su control, entonces son considerados apatronados.
La última elección municipal refleja bien la distancia enorme que hay entre el PC y los trabajadores. De una fuerza laboral de alrededor de 9 millones de chilenos, menos de 250 mil personas votaron por el PC. O sea, probablemente menos de 200 mil trabajadores efectivos de todas las condiciones. Si esa ha sido la respuesta electoral que los trabajadores le han dado al partido que dice desvelarse por ellos, queda claro que el PC no tiene título alguno para proceder como lo hace.
Bueno, sí, tiene un fundamento: haber conseguido la frivolidad de todos los que lo miran con simpatía y haber logrado la pasividad de todos los que lo observan con temor.
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