BACHELET: VENI, VIDI, VICI.
¿Qué ocurrió realmente en el reservado encuentro que celebró esta semana la Presidenta Michelle Bachelet, flanqueada por varios de sus ministros, con influyentes empresarios en el Centro de Estudios Públicos (CEP)? Versiones fragmentarias de la reunión con motivo del 35 aniversario de la institución han emergido estos días -y seguirán apareciendo en los próximos-, pero la impresión inicial de uno como ciudadano es que no le corresponde conocer los contenidos de esas conversaciones.
No hay duda: condición esencial de toda negociación política es guardar la discreción sobre cómo se negocia y por eso a menudo la política es aquello que no se ve o se disimula. También sabemos que en política triunfa quien impone ante el país su relato de las cosas, algo en lo cual aquí la izquierda muestra mayor pericia histórica que la derecha. Pero si en etapas de normalidad republicana la discreción en torno al diálogo político entre protagonistas relevantes de la polis no genera extrañeza, en una crisis de credibilidad generalizada como la que atravesamos, la discreción acrecienta la desconfianza ciudadana.
En una coyuntura en que los partidos políticos cuentan con 3% y el Congreso con 6% de aprobación, en una etapa en que la interacción entre dinero y política despierta condena mayoritaria, y las denuncias de corrupción alcanzan incluso a la familia presidencial, es cuando más urgente e ineludible se torna la transparencia de este tipo de reuniones, en las que muchos huelen que se tratan temas que conciernen a todos. Quienes tienen especial responsabilidad en la tarea de recuperar la salud de la república mediante gestos convincentes y medidas adecuadas no pueden seguir cometiendo este tipo de errores. Al parecer, muchos se muestran renuentes a extraer consecuencias.
¿Qué ha trascendido al país del encuentro? Hasta ahora poco: Algunas declaraciones generales del portavoz de gobierno, varias versiones parciales de fuentes anónimas, ciertos rumores y especulaciones. Y también voces que destacan ante la prensa que la Mandataria está de "buen humor", goza de salud, "chacoteó", vio rebosantes de juventud a los empresarios, y a CEP como una agrupación difícil de confundir con el "Club de la Pequeña Lulú" (la aseveración política más sólida de los trascendidos, a mi juicio). Además, nos enteramos que Bachelet destacó la importancia de preservar el diálogo (práctica imprescindible en una democracia) y garantizó el derecho a la propiedad privada (lo que demuestra en qué etapa estamos como país).
A juzgar por la escasez y vaguedad de las versiones sobre la reunión así como por las opiniones de políticos, que tampoco disponen de conocimiento sobre lo tratado, uno tiene la impresión de que los empresarios no aprovecharon la oportunidad para reiterar las inquietudes y los temores que manifiestan en ámbitos públicos sobre la marcha económica y el impacto de las reformas oficialistas. Más difícil aún de entender es que hayan aceptado sin examinar con minuciosidad -estamos hablando de trascendidos- la seguridad que supuestamente les entregó la Mandataria sobre la ruta que tomará el debate sobre la reforma constitucional. La interrogante que surge de inmediato en este sentido es la de cómo un presidente puede anticipar el derrotero de un debate constitucional masivo, libre y soberano.
Sea que la Mandataria se haya propuesto hacer un gesto apaciguador al empresariado en un momento en que las perspectivas económicas pintan mal, o solo transmitir a la población disposición al diálogo, lo cierto es que Bachelet ganó en toda la línea en su visita al CEP. La impresión que dejó en el país es que bromeó de lo lindo en el Olimpo empresarial, llamó a sus asistentes a no ser estridentes en la crítica, les prometió que los escuchará con atención, y como corolario les advirtió que continuará con el programa de reformas.
Podremos seguir sin enterarnos de qué ocurrió efectivamente en el CEP, pero lo cierto es que para las personas corrientes la impresión es una: Bachelet manifestó allá sus puntos de vista, permitió cinco preguntas, se retiró con una gran sonrisa y repartiendo besos y, en esto coinciden todos, tras un aplauso cerrado. Hábilmente, la Presidenta logró plantear lo suyo en el CEP y su gente hacer trascender afuera un relato general sobre lo acaecido, lo que probablemente tendrá efectos en la discusión política contingente y próximas encuestas. Como Julio César después de la batalla de Zela, Michelle Bachelet puede decir: "Veni, vidi, vici".
No hay duda: condición esencial de toda negociación política es guardar la discreción sobre cómo se negocia y por eso a menudo la política es aquello que no se ve o se disimula. También sabemos que en política triunfa quien impone ante el país su relato de las cosas, algo en lo cual aquí la izquierda muestra mayor pericia histórica que la derecha. Pero si en etapas de normalidad republicana la discreción en torno al diálogo político entre protagonistas relevantes de la polis no genera extrañeza, en una crisis de credibilidad generalizada como la que atravesamos, la discreción acrecienta la desconfianza ciudadana.
En una coyuntura en que los partidos políticos cuentan con 3% y el Congreso con 6% de aprobación, en una etapa en que la interacción entre dinero y política despierta condena mayoritaria, y las denuncias de corrupción alcanzan incluso a la familia presidencial, es cuando más urgente e ineludible se torna la transparencia de este tipo de reuniones, en las que muchos huelen que se tratan temas que conciernen a todos. Quienes tienen especial responsabilidad en la tarea de recuperar la salud de la república mediante gestos convincentes y medidas adecuadas no pueden seguir cometiendo este tipo de errores. Al parecer, muchos se muestran renuentes a extraer consecuencias.
¿Qué ha trascendido al país del encuentro? Hasta ahora poco: Algunas declaraciones generales del portavoz de gobierno, varias versiones parciales de fuentes anónimas, ciertos rumores y especulaciones. Y también voces que destacan ante la prensa que la Mandataria está de "buen humor", goza de salud, "chacoteó", vio rebosantes de juventud a los empresarios, y a CEP como una agrupación difícil de confundir con el "Club de la Pequeña Lulú" (la aseveración política más sólida de los trascendidos, a mi juicio). Además, nos enteramos que Bachelet destacó la importancia de preservar el diálogo (práctica imprescindible en una democracia) y garantizó el derecho a la propiedad privada (lo que demuestra en qué etapa estamos como país).
A juzgar por la escasez y vaguedad de las versiones sobre la reunión así como por las opiniones de políticos, que tampoco disponen de conocimiento sobre lo tratado, uno tiene la impresión de que los empresarios no aprovecharon la oportunidad para reiterar las inquietudes y los temores que manifiestan en ámbitos públicos sobre la marcha económica y el impacto de las reformas oficialistas. Más difícil aún de entender es que hayan aceptado sin examinar con minuciosidad -estamos hablando de trascendidos- la seguridad que supuestamente les entregó la Mandataria sobre la ruta que tomará el debate sobre la reforma constitucional. La interrogante que surge de inmediato en este sentido es la de cómo un presidente puede anticipar el derrotero de un debate constitucional masivo, libre y soberano.
Sea que la Mandataria se haya propuesto hacer un gesto apaciguador al empresariado en un momento en que las perspectivas económicas pintan mal, o solo transmitir a la población disposición al diálogo, lo cierto es que Bachelet ganó en toda la línea en su visita al CEP. La impresión que dejó en el país es que bromeó de lo lindo en el Olimpo empresarial, llamó a sus asistentes a no ser estridentes en la crítica, les prometió que los escuchará con atención, y como corolario les advirtió que continuará con el programa de reformas.
Podremos seguir sin enterarnos de qué ocurrió efectivamente en el CEP, pero lo cierto es que para las personas corrientes la impresión es una: Bachelet manifestó allá sus puntos de vista, permitió cinco preguntas, se retiró con una gran sonrisa y repartiendo besos y, en esto coinciden todos, tras un aplauso cerrado. Hábilmente, la Presidenta logró plantear lo suyo en el CEP y su gente hacer trascender afuera un relato general sobre lo acaecido, lo que probablemente tendrá efectos en la discusión política contingente y próximas encuestas. Como Julio César después de la batalla de Zela, Michelle Bachelet puede decir: "Veni, vidi, vici".
Roberto Ampuero.
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