domingo, noviembre 09, 2014

VENEZUELA TERMINARÁ COMO LA URSS.


Hace un tiempo apareció en los medios de comunicación que ¡Venezuela va a importar crudo liviano desde Argelia! La idea es usarlo para diluir su petróleo, con la finalidad de poder competir en el mercado de los extrapesados, porque la producción de combustibles livianos y medianos está en declive en razón de que la construcción de sistemas de mejoramiento está detenida, lo que significa que la calidad su petróleo está disminuyendo.

Esta es la madre de todas las paradojas, si se tiene en cuenta que el vecino país tiene las mayores reservas de este combustible fósil en el mundo. Pero no se trata de un hecho casual. Como dije hace ocho días, es el resultado de la política bolivariana en Pdvsa, de regalar o subsidiar el petróleo a sus aliados parásitos como Cuba, Nicaragua, los países de las Antillas, Bolivia y Argentina. 

Por otra parte, la crisis venezolana está llegando a límites insospechados en otras actividades económicas estratégicas, diferentes a las ya colapsadas de la agricultura y la industria manufacturera. En efecto, también el viernes, los medios informaron que Venezuela está desapareciendo del mapa mundial de la aviación comercial -con el aislamiento que ello implica en el intercambio de todo tipo con el mundo-   porque el gobierno no autoriza los pagos a las aerolíneas comerciales, a las que piensa que puede intimidar con las amenazas de Maduro.

Lo que está ocurriendo en ese país, me recuerda, guardadas las proporciones, el hundimiento de la Unión Soviética. Esta se embarcó en una carrera armamentista, especialmente, nuclear, con Estados Unidos, con el objeto de competir y ganar el dominio del mundo. Su política expansionista se fundamentó en el Pacto de Varsovia,  y se expresó en el apoyo a las guerrillas del sureste asiático, que luego de tomar el poder se convirtieron en sus rémoras económicas; en Cuba (economía parásita desde entonces), como punta de lanza para impulsar las guerrillas en Centroamérica y África; y hasta en el apoyo al Partido Comunista Colombiano y su brazo armado (en esa época), las Farc.

Todo este esfuerzo militar le costó a la Unión Soviética cantidades ingentes de dinero que su economía no pudo surtir porque su sistema de producción, estatalizado, sin ningún tipo de incentivos materiales, y en manos de la nomenklatura, no fue capaz de contender con la economía de los Estados Unidos, basada en la competencia privada y la innovación. La incapacidad de dar respuesta al proyecto de Reagan, La guerra de las galaxias, una red de satélites defensivos que funcionaban como escudos, redujo a casi cero la probabilidad de un ataque nuclear soviético y fue el detonante de la caída del sistema marxista en ese país.

Pues bien, Venezuela ya no tiene cómo sostener su economía. La arteria del petróleo está rota. Las lealtades extranjeras disminuirán en la medida que el chorro de este combustible disminuya (lo que acarreará de paso, otra grave crisis en la gorrona Cuba);  y la implosión de la economía interna es, a estas alturas, inevitable, porque no tiene dinero suficiente para mantener un mínimo de subsistencia aceptable para los venezolanos.

El estómago es el órgano más sensible de la gente, que, por otra parte, no soporta más la privación de todo tipo de libertades. La pregunta no es si el régimen venezolano caerá, sino cuándo y cómo. Las recientes experiencias mundiales, incluida la desaparición de la Unión Soviética, muestra dos posibilidades que pueden converger: una, la ruptura llega desde la élite gobernante, especialmente, la militar, que comprende que la situación que se vive es insostenible. Fue lo que sucedió en el país de Lenin con la apertura de Mijaíl Gorbachov y la movilización de Boris Yeltsin, para evitar la vuelta atrás impulsada por los ortodoxos marxistas. La otra, es la resistencia popular en las calles, que en ocasiones desemboca en guerras civiles, como las llamadas primaveras árabes. Quizá en Venezuela ocurra una combinación de las dos, como ha sido el caso en el medio Oriente. 

En cuanto al tiempo, es difícil prever la inminencia del quiebre del régimen castrochavista, pero ojalá sea más pronto que tarde, para bien de los vecinos, pero, también, para el de Colombia, que se quitaría de encima el principal soporte de la coyunda de las Farc, que nos está asfixiando.

Alfonso Monsalve Solórzano.

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