miércoles, noviembre 05, 2014

UN EMBAJADOR PROFESIONAL DE LA MENTIRA.


El autor de la tan poco edificante frase “miente, miente, que algo queda” fue el oficial nazi Paul Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Adolf Hitler. En momentos en que el fin de la Segunda Guerra Mundial se hacía más evidente por la seguidilla de derrotas de las tropas alemanas, él, con sus discursos, intentaba revertir la situación, difundiendo un escenario optimista. “Miente, miente, que algo queda” se justificaba.
Viene a la memoria este capítulo del nazismo a raíz de su similitud con otro “ismo”, el comunismo. Distinguido militante del PC, fue Guillermo Teillier quien recomendó a la Presidenta  a Eduardo Contreras para ercer el cargo de embajador en Urugay, un polémico abogado de derechos humanos.
Anteojudo, semicalvo, de camisas de colores fuertes y corbatas chillonas, ningún colega suyo le reconoce haber patrocinado una causa de real importancia o de ser un litigante de brillante argumentación. Es un mediocre leguleyo que construyó su celebridad presentando centenares de demandas, por instrucciones del PC, por violaciones a los derechos humanos, reales o falsas,  y fue quien primero levantó la tesis de “crímenes de lesa humanidad”, livianamente asumida por el Poder Judicial.
Su obsesión por sentirse famoso lo refleja un incidente que protagonizó a fines de los 90. Viajando en su coche por la estrecha ruta Puchuncaví/Con Con, una dama, en una mala maniobra de adelantamiento, topó su auto. Se detuvo en la berma, se bajó, llamó a Carabineros y, como desaforado, gritaba: “¡intentaron asesinarme!…¡intentaron asesinarme!”
Así como Goebbels idolatró al nacionalsocialismo para mantenerse en un primer plano, Contreras ha venerado al comunismo a través de la búsqueda de las más ínfimas pruebas para presentar oleadas de querellas en representación de víctimas de los derechos humanos.
La más relevante semejanza entre ambos es la mentira. Así como el suicidado ministro de Propaganda nazi engañaba al pueblo alemán sobre el desarrollo de la guerra, Contreras en una entrevista a un periódico uruguayo falseó la realidad, al afirmar que “los bombazos en Santiago son obra de la derecha empresarial”.
Todo Chile  –y obviamente el Gobierno— sabe que la bomba en el subsuelo de la Estación Escuela Militar fue puesta por un concuñado de Sergio Aliste Vera, miembro del Grupo de izquierda extrema Lautaro, y justo dos horas después de que la Corte Suprema ratificase la condena en su contra como asesino del cabo Luis Moyano tras el asalto a un banco para “recaudar fondos” para el movimiento.
Como embajador  –no corresponde en él utilizar el etiquetado de diplomático–, Contreras se entrometió en las elecciones presidenciales en Uruguay (28 de octubre) para darle, así, su personal respaldo público al izquierdista Frente Amplio. No se entiende, desde esta perspectiva, que los partidos opositores de ese país no hayan hecho llegar una protesta formal de “intervencionismo” a la Cancillería chilena. Fueron los reclamos surgidos en Santiago, incluso de la Nueva Mayoría, los que obligaron a La Moneda a “llamar a informar” a Contreras.
Éste mintió a su propio jefe, el canciller Heraldo Muñoz, al expresarle por teléfono que sus declaraciones fueron en el marco de una entrevista en off. Su falacia quedó en descubierto cuando tras solicitar una rectificación al periódico, éste emitió un comunicado público en que declaró tener la grabación completa del  diálogo y que en ningún momento hubo alguna solicitud de hablar en privado.
Su intervencionismo en política de otro país y el ridículo diplomático de ser desmentido por el periódico al cual dio la entrevista fueron motivos más que suficientes para ser destituido.
Incluso hay más: se refirió públicamente en el extranjero a asuntos de política interior de Chile, al atacar a la derecha y ofender a la DC, ambas causales inmediatas para ser despojado del cargo.
Pero no ocurrió así. Contreras llegó a Santiago y en un hecho inédito y lúgubremente histórico para el Ministerio de Relaciones Exteriores, leyó una declaración pública en la cual le pidió perdón a la derecha empresarial y también a la DC, a la cual en la misma entrevista la calificó de “golpista” por haber respaldado el derrocamiento de Allende.
¿Puede alguien asumir que sus disculpas son sinceras? ¿Un comunista pidiendo perdón a la derecha y al empresariado? Otra e inaudita mentira.
Sin embargo, el canciller Muñoz en nombre del Gobierno se declaró “satisfecho” con esas disculpas y ratificó a Contreras en el cargo, el cual, raudo, retornó a Montevideo para continuar trabajando por la candidatura de Tabaré Vásquez, del Frente Amplio.
Guillermo Teillier, el siniestro “Sebastián Larraín” que internó armas cubanas por Carrizal Bajo para la Guerra Civil, negó toda participación en esta vergüenza internacional de Chile, pero hizo una confesión más que sugerente que avala el convencimiento  de que el PC es quien manda en el Gobierno: “yo no he llamado al canciller, es él quien me ha telefoneado dos veces…”
Por VOXPRESS.CL

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