viernes, agosto 23, 2013

SÓLO PAN Y CIRCO... JAMÁS PODER.


Esta vez le tocó a Insulza. El “panzer” dijo: “No estoy de acuerdo con un llamado al pueblo a reformular la estructura política de la nación”. Y no es el único izquierdista no marxista que opina de la misma forma, seguramente porque ellos conocen a sus amigotes más exaltados y saben que son capaces de incendiar el país en busca de algo no existe.

Nadie confía en el pueblo, en los que queman la Alameda, en los que defecan en el parque, en los que se toman los colegios para hacer fiestas y destruirlos, en los que cortan caminos y puentes, en los jóvenes idealistas y en el resto de la gente que hay que gobernar haciéndoles creer que son ellos los que gobiernan. En resumen, en el populacho bárbaro.

La derecha no confía en el pueblo, la izquierda no marxista tampoco, y los marxistas aún menos, por eso los utilizan para obtener el poder y luego los esclavizan para poder controlarlos. El pueblo es veleidoso, arrogante y peligroso. El pueblo es caprichoso, y puede amar un día y odiar al siguiente con la mayor pasión y el más tremendo de los odios. Insulza lo sabe, y no está dispuesto a entregarle una pistola cargada, la que en la primera borrachera comenzará a disparar.

La mayor utopía y el mayor engaño consisten en creer o hacer creerle al pueblo que puede gobernar, que puede decidir por otro si ni siquiera puede tomar decisiones por y para sí mismo.

El populacho bárbaro debe ser controlado para que no se descontrole, para que no de rienda suelta a sus bajos instintos. Los intentos han sido variados: esclavos, siervos, compañeros, camaradas, consumidores, mano de obra, ciudadanos. Se les ha entregado tarjetas de racionamiento y de crédito. Se les ha enviado a Siberia, a la cárcel, a la guerra y al paredón. Lo han tratado de “reeducar” a través de revoluciones culturales, matanzas, hambrunas, saltos adelante, e incluso intentando darles una educación “publica, gratuita y de calidad”, pero no es posible. Y así, el pueblo, que es incombustible, ahí aparece una y otra vez para exigir sus derechos, para erigir al nuevo falso ídolo que los sacará (esta vez sí que sí) de su condición de miseria, y luego para pedir la cabeza del que no cumplió la promesa incumplible.


¿Cuál es la “solución a los problemas reales de la gente”?: No existe. 

MÁXIMO.

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