miércoles, septiembre 05, 2012

LA TOMA DE LOS PADRES.


“Toda la obra de la educación no es más que una superación  ética de los instintos”. MARAÑON.


El lema del Instituto Nacional, inspirado en las palabras de Fray Camilo Henríquez, que le pide a sus alumnos organizarse para dar lo mejor de sí a su patria, es similar al que Miguel Cané , el escritor argentino, describe del Colegio Nacional Buenos Aires en su libro “Juvenilia”, donde el orgullo de pertenecer a esas instituciones supera todo afán personalista.

En Chile, los apoderados, han decidido realizar una retoma del Instituto Nacional, así como de otros liceos, hastiados hasta el colmo de la desesperanza, porque ven que sus hijos no sólo han perdido un año de clases, sino que han omitido lo esencial, que es seguir dando lo mejor de sí para su patria.

A estas alturas de la mal llamada revolución de los pingüinos en una época, y luego de las continuas marchas del año pasado, todos llegamos a la conclusión de que el proceso debía continuar por las vías legales, dentro del Gobierno y del Parlamento. Insistir en las tomas o en las marchas parecía hasta hace muy poco tiempo una tarea absurda y sin sentido.

Persistir por el simple hecho de no dar sus brazos a torcer, estaba muy lejos de las ideas de progreso y de mejoras que los niños y jóvenes de nuestro país pueden aspirar y por ello los padres y apoderados han comenzado a tomar en serio lo que en realidad ocurre en estos jóvenes que pierden años de su vida en una lucha estéril y que no tiene ningún sentido prolongarla.

No valen ni pueden valer las excusas de una represión policial que en la realidad de los hechos no ha existido en la forma que se reclama y tampoco en el sentido que la justicia debe actuar frente a los atentados a la propiedad pública y privada que cometen parte ínfima del estudiantado nacional, mientras la gran mayoría sólo aspira a tener posibilidades de obtener las notas suficientes para pasar de año y seguir bregando por su propio porvenir, el que hoy unos cuantos quieren echar a la basura.

Son estos simples argumentos los que han hecho que de una vez por todas los padres y apoderados tomen la decisión en sus manos y actúen de consuno para detener y paralizar estas acciones que no conducen a ningún puerto seguro a los jóvenes de nuestro país.

Si los padres o apoderados debieran pagar una multa por cada niño que falta al colegio o que colabora en las tomas de éstos, no cabe duda alguna que este artificial movimiento que vemos hoy en día ya habría desaparecido, porque lo importante es que no se tome esto como acciones irresponsables de la juventud, sino como graves atentados a la educación de nuestro pueblo que alguien debe pagar ahora  antes que sea tarde.

ALVARO PUGA.
DESPIERTACHILE.CL

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