viernes, abril 13, 2012

GENERAL AUGUSTO PINOCHET Y FIDEL CASTRO.



HACE 10 AÑOS LO DIJIMOS :

Reproducimos un muy interesante comentario del Sr. Alcalde de Providencia, publicado en el diario "El Mercurio", hace 10 años atrás en que plantea que a muchos resulta imposible comprender la lógica de aquellos que por años han tratado a Pinochet de dictador, usando la palabra como el peor de los descalificativos, pero que a Castro lo tratan de Fidel, rindiéndole aprobación no siempre tácita y hasta admiración incluso.
 
A muchos nos resulta imposible comprender la lógica de aquellos que por años han tratado a Pinochet de dictador, usando la palabra como el peor de los descalificativos, pero que a Castro lo tratan de Fidel, rindiéndole aprobación no siempre tácita y hasta admiración incluso. Sin embargo, Castro, con más de 40 años de poder absoluto, más años de los que gobernó Franco, no ha hecho por su pueblo ni una pizca de lo que Pinochet hizo por el nuestro en apenas 17.

Década y media bastaron a Pinochet para dejar al país en democracia, en libertad, y con una prosperidad económica de las más sólidas del continente. Cuatro décadas no le han bastado a Castro para lograr nada, salvo hacer de su isla una rareza internacional desconectada del mundo y del tiempo; salvo para seguir hoy día exactamente como empezó, o peor, ya que perdió las cuantiosas subvenciones con que la mantenía la ex URSS.

Los cubanos carecen de lo más básico en bienes materiales, así como de lo esencial en independencia de espíritu, y además de toda expectativa esperanzadora. El contraste con Chile no puede ser más elocuente.

Qué decir, por otra parte, de la violencia, la guerrilla, el terrorismo: por 17 años Pinochet los combatió exitosamente; por 40 años Castro los ha prohijado como un deber revolucionario. Ahora mismo, cuando el gobierno de la Concertación cierra filas con Estados Unidos y la guerra antiterrorista, Castro vuelve a aparecer como refugio y base operativa de terroristas fugados de cárceles chilenas. Pero de nuevo el absurdo, y frente a ello los que dicen apoyar tajantemente a Estados Unidos contra la agresión terrorista se apresuran a dar crédito a Castro, a desperfilar su comprobada carrera de violentista contumaz, que aún hoy se burla de la justicia chilena y alienta la subversión en el continente.

Estos fieles aliados del antiterrorismo norteamericano, que alardean de justicieros ante Pinochet por su guerra contra el terrorismo, ante Castro olvidan el más elemental sentido de justicia. La incongruencia es manifiesta.

El doble estándar es abrumador, y no sólo resulta incomprensible su lógica, sino que además erosiona la sinceridad de quienes lo practican.

¿Qué motivo de fondo podría explicar razonablemente este contrasentido?
Sin duda, muchos de los que condenan por un lado lo mismo que aplauden por el otro lo hacen a plena conciencia de su maquiavelismo, pero ¿ninguno actúa de buena fe? ¿Nadie tiene una causa honorable para objetar a Pinochet y respaldar a Castro, cuya tiranía ha causado tanto más mal e infinitamente menos bien?

Este "daltonismo" ideológico y ético en personas de buena fe quizá se funde en una gran virtud humana: tender la mano al caído, al aproblemado, al que perdió el rumbo, al perdedor, antes que celebrar o agradecer al que obtuvo metas.

En el ocaso de su vida, en la paz de su retiro, en la satisfacción de haber dejado un Chile mejor, en la confianza de que la historia sabrá valorar su obra y en la conciencia de la misión cumplida, Pinochet es la antítesis de Castro, que no ha sabido dar progreso a su patria ni dignidad democrática ni libertad a las personas, que ha asistido al fracaso mundial de sus dogmas marxistas y que ha envejecido aferrado al poder sin siquiera un esbozo de futuro posible al cual proyectarse: morirá al mando, no tiene otra salida. Y después de él, el diluvio. No tendrá la suerte de ver funcionando por sí sola la maquinaria construida; más bien se librará de ver cómo la desmontan apenas se vaya.

Esa mala suerte cubana, ese colosal fracaso castrista, ¿despierta una especie de solidaridad compasiva en ciertas personas? ¿Ignoran que así se convierten en nuevos instrumentos de Castro?
Más allá de sus móviles, evocan el error tantas veces cometido por los contemporáneos de grandes figuras, error máximamente simbolizado en aquel en que una muchedumbre apoyó al malhechor y no al bueno: una distorsión que la historia ejemplifica repetidamente y que sólo ella, con su perspectiva, es capaz de rectificar.

Pero en tanto no llega esa hora objetiva de la posteridad, se hace penoso y pesado constatar que convincentes defensores de la democracia y los derechos humanos son meros manipuladores de principios. Irrita y descorazona que el doble estándar sea tan desvergonzado y que nadie se los enrostre.

ESCRITO POR CRISTIÀN LABBÈ GALILEA.
DespiertaChile.cl

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio