LA CONSTITUCIÓN, EL BLANCO DE LOS GOLPISTAS #VamosADecirQueNo
Utilizar maquiavélicamente a la ignorancia de los demás para imponer a la fuerza un dogma perverso, tendría que ser considerado un crimen de lesa humanidad. Ello, porque vía engaño, se configura el delito de abuso contra quienes carecen de mínimos conocimientos sobre lo que se busca obligarlos a hacer.
Lo que ocurrió en Chile a partir del atentado al Metro es una crisis política originada por una sublevación con un solo fin político: la caída del Gobierno. Una de las pocas personas que se ha atrevido a no cambiar la óptica de los hechos es la ex ministra de Estado (DC) Mariana Aylwin, quien derechamente manifestó que la asonada fue “un intento por desmoronar la democracia”.
Así, no más, fue. Como la revuelta no tuvo el desenlace aguardado y planificado por el Foro de Sao Paulo, en Caracas, sus ideólogos y ejecutores, el PC y el FA, cambiaron rápidamente su foco, derivándolo a un “estallido o crisis social”, fruto de un pueblo “con rabia contenida” que recién ahora, luego de cinco Gobiernos de centroizquierda, viene a reaccionar, culpando de todo a uno de derecha.
En este grotesco manipuleo de la gente se ha aprovechado esta coyuntura para poner en el tapete un ofrecimiento no cumplido de la socialista Michelle Bachelet: una nueva Constitución, que, ya veremos, nada tiene que ver con las “demandas sociales” y que, por lo mismo, es una materia exclusivamente política, al igual como lo fue la insurrección del 18/OC. Para mayor reflejo de esta realidad exclusivamente política, es que la oposición chantajea al Ejecutivo con un eventual apoyo a cambio de que éste se comprometa a modificar la Constitución.
Es tan grande la impudicia de la izquierda, que, al ser convocado a una reunión del COSENA para analizar el interminable vandalismo de los subversivos, el presidente del Senado, el mismo de la retroexcavadora, llegó a decir que “pensé que me habían invitado por un plebiscito para la nueva Constitución”…Por su parte, la diputada frentista (ex PC) Pamela Jiles expresó que “eso sólo se arregla con la renuncia de Piñera”.
Está demasiado claro que las demandas sociales son, hoy, apenas ‘un pelo de la cola’.
Habiendo quedado a temperatura ideal el ambiente por la insurrección, militantes comunistas y del Frente y ONG’s progresistas llamaron de inmediato a cabildos, diálogos ciudadanos y asambleas vecinales para consensuar exigencias que le pondrán al Gobierno para ser incluidas en un plebiscito al que “debe convocar” La Moneda.
Lo repudiable y censurable de este oportunista embate izquierdista para aprovecharse del temor de la población, es que le atribuyen a la actual Constitución ser “una herencia de la dictadura”. Es otra de tantas falsedades, intencionalmente no difundidas por el periodismo, porque se trata de la Carta Fundamental firmada por el Presidente Ricardo Lagos, PPD y socialista por toda una vida.
El 17 de septiembre de 2005, en una concurrida ceremonia, el entonces Presidente Lagos Escobar, le anunció al país que “hoy firmamos solemnemente la Constitución democrática de Chile”.
“Éste es un día muy grande para Chile. Tenemos razones para celebrar: tenemos hoy, por fin, una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile. Es nuestro mejor homenaje a la independencia, a las glorias patrias, a la gloria y a la fuerza de nuestro entendimiento nacional”.
“Éste es el comienzo de una nueva etapa en la historia, con una Patria más grande, más unida, más prestigiosa, reconocida en el mundo. El nuevo texto constitucional es un logro de todos los chilenos que han trabajado por la libertad”.
“Esta nueva Constitución ya no nos divide y tiene que ver con los reales problemas de la gente”.
“El nuevo texto constitucional se basa en el Estado moderno y en la democracia, y es producto de un mandato que proviene del pueblo”.
De esta lectura no sólo se desprende que la Constitución no es pinochetista y es plenamente “democrática”. ¿Cuál es, entonces, el impulso de intervenirla o simplemente desecharla?: establecer en ella un nuevo modelo de convivencia nacional, que no es otro que el totalitarismo socialista, del cual se sabe cuándo se entra pero, para muchos pueblos, no tiene salida, como Cuba, Corea del Norte, Venezuela. Cuando, tras millones de mártires, se consigue terminar con este infierno, como ocurrió con la caída del Muro de Berlín, tan terrorífica experiencia, la izquierda la borra de la historia.
La instrumentalización de la ignorancia de la población aspira a convencerla de que sólo con una nueva Constitución, a través de una Asamblea Constituyente, se harán posibles sus demandas económicas para un mejor bienestar.
Es una vileza engatusar a la gente con ese ficticio argumento, aprovechándose del absoluto desconocimiento que existe sobre el contenido de la Constitución, la misma que, sin ser tocada, ha regido a este país que pasó de un 40% de pobreza a un 10%, exactamente los mismos números, pero al revés, de Argentina desde que llegó al poder el matrimonio Kirchner/Fernández.
El subir el sueldo mínimo, el aumentar las pensiones, el humanizar la salud, el castigar más duro a quienes se coluden, el eliminar impuestos a los más vulnerables y el ayudar con acciones concretas al adulto mayor, se consiguen a través de leyes específicas sobre cada materia, como ha sido siempre, sin tocar la Constitución.
Es un imperio moral de todos los demócratas de Chile advertir al resto de la población que no se deje engañar por gente de izquierda que se maquilla de “organización vecinal”. Si bien detrás de la fachada de estos tramposos cabildos no están en persona los dirigentes políticos, hay que recordar que son ellos quienes estimulan la insubordinación, siendo que la gente lo primero que pide es que se manden cambiar por sinvergüenzas y que, al menos, se rebajen sus lujuriosas dietas.
El buen chileno, ése que continúa trabajando pese a las dificultades de transporte y abastecimiento, tiene el compromiso con su país de aleccionar a quienes poco o nada entienden de textos constitucionales y legislativos si es que asisten a este tipo de asambleas vecinales. Se les debe alertar para que desenmascarar a sus convocantes. Hay que dejar al descubierto que se trata de militantes del extremismo, y para ello se les desbarata solicitándoles su RUT para cotejarlo con las afiliaciones a partidos del SERVEL, a disposición en su página web.
Chile no ha salido de su grave crisis política a que lo condujo la insurrección del 18/OC. Continúan llegando desde el exterior mensajes dirigidos al “pueblo chileno” en solidaridad por ser víctima de “las más atroces violaciones a sus derechos fundamentales”.
Si se observa con detención, todo ello es parte de la trama urdida en Venezuela y respecto a la cual las instrucciones de cómo actuar fueron impartidas al socialismo internacional, el que en ninguna de sus alusiones hace una mínima referencia a las demandas sociales, simplemente porque éstas nunca estuvieron en el plan conspirador, ya que la izquierda en sus Gobiernos fue causante directa de varias de las penurias que hoy reclamar la población.
Raúl Pizarro Rivera.
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