jueves, noviembre 07, 2019

TÓMESE NOTA DE LA BARBARIE EXTREMISTA.



La política, la chilena, al menos, debe ser una de las más inconsecuentes de entre los países que se proclaman en vía de desarrollo.  Los programas de Gobierno –los conocidos hasta ahora- carecen de la robustez y de contenidos firmes como para ser cumplidos al término del respectivo  período presidencial: van alterándose, sustituyéndose e incluso ignorándose, todo ello a medida de las circunstancias. Suele perderse el rumbo con mucha facilidad, aunque se tenga mayoría incontrastable en el Congreso.

Al dar el puntapié inicial a su Gobierno, el Presidente de la República convocó a mesas transversales para recoger reflexiones de todos los sectores respecto a los cuatro pilares en que se sustentaría su gestión: seguridad ciudadana, salud, desarrollo social y pacificación de La Araucanía. Quizás porque tres de éstos se desplomaron prontamente, la carta de navegación fue modificada, y contaminada, acorde a la progresiva frivolidad social, y el Ejecutivo se subió entusiastamente a pilarcitos de yeso, como el feminismo, el acoso sexual, la ideología de género, la protección de mascotas y el abaratamiento de los estacionamientos en los mall,…todos,   asuntos que les cambian para mejor la vida a las personas más vulnerables…

Volviendo a los pilares originales, a pocos meses de entrar a su tercer año de Gobierno, sin temor a equivocaciones puede afirmarse que el único que aún se mantiene en pie es Salud. Sería complicidad con el oportunismo opositor no reconocer en su mérito todo lo que ha avanzado dicho sector desde la llegada al ministerio de Jaime Mañalich. Aceleró las atenciones de urgencia, terminó con la burocracia del COMPIN, le puso freno a la voraz arbitrariedad de las ISAPRES y está en plena lucha para abaratar el precio de los fármacos. Sin embargo, la siempre tendenciosa izquierda se empeña en centrar su gestión en el déficit de abastecimiento hospitalario, situación muy delicada que se incrementó en la administración socialista y sobre la cual, el Fisco, urgido de fondos, no ha podido responder.

La del ministro de Salud es una real hoja de ruta social, que se la propuso y la está cumpliendo, no así la de los otros sectores considerados pilares, como la seguridad ciudadana el desarrollo social y La Araucanía.
El plan para al menos atenuar la sublevación comunista en Bío Bío y Cautín falló escandalosamente por una errónea estrategia política.

El Presidente implementó un inédito Ministerio de Desarrollo Social, con múltiples incidencias y atribuciones para privilegiar la visibilidad de su amigo personal y su candidato para sucederlo -Moreno Charme-, al punto que lo incorporó al Comité Político de La Moneda.

De haber habido algo de desarrollo social no se habría llegado al extremo de las demandas de la población, de las que hábilmente se colgó el extremismo para utilizarlas como banderas propias.
En cuanto a protección a la ciudadanía, la inseguridad de la población es mayor que antes, ahora agravada por la vandálica acción de grupos que se autocalifican con diferentes nombres –como “Los Guerrilleros”-, integrados por quienes, en este país, no estudian ni trabajan por decisión propia y que llegan a un inquietante 14% de los habitantes.

Actúan con las técnicas de la delincuencia común, pero con un objetivo que va mucho más allá de un simple robo: destruir los símbolos de la institucionalidad y de la democracia. Estas hordas, organizadas por extremistas criollos y extranjeros, se mueven con gran celeridad, trastornan el transporte y violan la libertad de movimiento de las personas, saquean e incendian para impactar la actividad económica y dejan sin su fuente de trabajo a miles de ciudadanos.

Si los portonazos y las encerronas se habían hecho pan de cada día, hay que hacerse a la idea de que esta oleada de destrucción de la propiedad pública y privada no va a parar pronto, porque, derechamente, Carabineros se ve desbordado, y el servicio de Inteligencia del Estado jamás ha funcionado.

Como ahora el relativizado Estado de Emergencia no lo quiere nadie, la población tendrá que hacer conciencia de estas acciones criminales de grupos ideologizados. Estas pandillas, si bien cometen formalmente delitos, no están integradas por delincuentes, sino por individuos mentalizados y adoctrinados por el extremismo de izquierda.
Son parte de quienes destruyeron el Metro y le han complicado su rutina a millones de capitalinos.

En su ignorancia, o desconocimientos, los trabajadores que se han visto afectados, atribuyen sus demoras e incomodidades a las autoridades de este medio de transporte, lo que configura una inmerecida injusticia.
El Metro podrá normalizarse del todo recién en marzo del 2020, y sus usuarios deberían agradecer  a quienes han hecho funcionar a un malherido sistema de transporte. En ninguna estación a medio salvar o en algún convoy rescatado de las llamas, la empresa ha colocado un modesto aviso, explicando que las molestias y demoras se deben a quienes atacaron e incendiaron al ferrocarril.

El no reaccionar mínimamente ante el vandalismo extremista significa desaprovechar una magnífica oportunidad de dejar en evidencia que es la izquierda la responsable final de estos males de la población, y que debe tomar debida nota de ello para que no la continúe engatusando.

Raúl Pizarro Rivera.

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