LOS "CALAMBRES MENTALES" DE @baradit
La palabra escrita permite reorganizar y resignificar el mensaje original una y otra vez a partir de la experiencia propia de cada lector, así como la lectura de ese texto resignifica el presente de esos individuos, estableciéndose una verdadera ‘comunidad de lectores’ entre autores y lectores.
Días atrás se conoció una seguidilla de tuits de Jorge Baradit describiendo sus obsesiones sexuales con mujeres vivas, con mujeres muertas, con animales, chupacabras, o lo que sea, desatando un vendaval de acusaciones por su grosero machismo. Su nombre se hizo conocido luego de transformarse en un escritor superventas de novelas históricas, catapultándolo a un sitial público exagerado no tanto por la calidad de su libros, sino por lo inédito de que la historia fuera un bestseller. La polémica levantó chispas porque para algunos la rigurosidad del oficio no se transa por divulgación, por muy de acuerdo que se esté con la necesidad de sacar a la Historia de su academicismo.
Sin entrar en el contenido de los mensajes que, dicho sea de paso, darían para querellarse por “ofensa al pudor o injuria”, esta vez lo más interesante del caso son las razones que dio para disculparse, aludiendo a los rápidos cambios acaecidos en el uso del lenguaje entre hombres jóvenes para argumentar que su contenido habría sido sacado de contexto. ¿Jóvenes?. Pero si tenía más de 40 años en la fecha de su primer tuit. Sin saberlo, Baradit volvió a poner sobre la mesa un tema crucial en las sociedades modernas vinculado a comprender cómo se usan las palabras en culturas orales y escritas. En su defensa, se le podría dar el beneficio de la duda a su tesis de la ‘descontextualización’ porque si bien los tuits son mensajes escritos, la lógica de esa red social está basada en una comunicación oral. Se trata de mensajes fragmentarios asociados a un pensamiento modelado oralmente. Ese es el “juego lingüístico”, o sus reglas, según el concepto de L. Wittgenstein, distintas, por cierto, a las propias del lenguaje escrito en el cual las palabras se ven. Por muy obvio que nos parezca, el hecho de escribirlas lo cambia todo. Nadie escribe como habla y sería un verdadero “calambre mental”, recurriendo nuevamente al filósofo austriaco, analizar los juegos lingüísticos orales fuera de su propia lógica, aunque estén escritos. Es como jugar un juego con las reglas de otro. Aquí Baradit podría tener un punto.
Sin embargo, escribir las palabras es fijarlas en el tiempo, en la memoria, ya que ellas dejan de ser solo sonidos, solo acontecimiento, hechos sin huella. Escribir es una verdadera revolución no solo en cuanto técnica de comunicación, sino porque organiza el pensamiento de otra manera. La escritura, sin importar su formato -incluso Twitter- hace posible pasar de un pensamiento oral, efímero, lineal y acumulativo a uno analítico, extenso y complejo. La palabra escrita permite reorganizar el mensaje original una y otra vez a partir de la experiencia propia de cada lector, así como la lectura de ese texto resignifica el presente de esos individuos, estableciéndose una verdadera ‘comunidad de lectores’ entre autores y lectores. Esto Baradit debería saberlo, pero su frivolidad no lo deja ver. Por eso seguimos leyendo la Divina Comedia, y por eso su argumento sobre la temporalidad acaecida entre sus mensajes y nosotros simplemente no convence a nadie por su inconsistencia.
Macarena Ponde De León.
Historiadora.
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