sábado, abril 28, 2018

EL DICTADOR HA MUERTO, VIVA EL DICTADOR.



El traspaso de mando ocurrido esta semana pasada en Cuba, nos trae a la memoria la fórmula de la monarquía francesa: “le roi est mort, vive le roi”.
La diferencia es que en Francia nadie ponía en duda la legitimidad de la transmisión, pues era un régimen monárquico, basado en la continuidad familiar de una dinastía, que por siglos había gobernado esa gloriosa nación, y en la que todos se reconocían haciendo parte.
En Cuba no existe nada de eso. Fidel Castro se tomó el gobierno por un golpe de Estado, instauró un sistema marxista, controlado por él hasta en sus mínimos detalles, mató o hizo desaparecer a más de 7.000 opositores,  huyeron, o murieron, otros 150.000, prohibió la salida del País y controló la economía como su propia billetera. Después de 50 años pasó el poder a su hermano, quien continuó el mismo sistema hasta que cumplió 86 años. Entonces designó a su “sucesor”, de nombre Díaz Canel, que, esta semana pasada, garantizó que todo seguirá igual y que la última palabra la tendrá siempre el “compañero Raúl”.
¿Qué es esto? ¿Democracia, monarquía o tiranía?
Es obviamente una tiranía. Pues la diferencia entre las tres formas legítimas de gobierno, (democracia, aristocracia y monarquía) consiste en que ellas se orienten al bien común de la nación y cuenten con el asentimiento general. Mientras que, lo propio de la tiranía, es que ella se mantiene sólo por el ejercicio del terror y de la represión sistemática.
Es el miedo, impuesto por el poder político, el que mantuvo a los dos Castros y hará lo propio con el designado Díaz Canel. Nada cambió en el ejercicio del poder por la represión, desde Fidel hasta hoy.
Dos ejemplos, entre miles. La semana pasada las “Damas de Blanco” fueron premiadas por su valiente actitud de resistencia, enfrentando permanente acoso y vejación, con el prestigioso Premio Milton Friedman que otorga el Cato Institute,  de los Estados Unidos. Sin embargo, hasta ahora no se sabe si podrán salir a buscar el premio en Nueva York. Pocas semanas atrás un diputado chileno no pudo entrar a la Isla a participar de una ceremonia en recuerdo del disidente asesinado Payá y fue humillantemente interrogado y puesto de regreso en el aeropuerto de la Habana.
En todo esto no hay novedad. No es sino lo mismo de siempre, con cambio de nombres.
Lo que sí constituye una afrenta a la democracia que nos rige, es que los parlamentarios del Partido Comunista y del Frente Amplio que ocupan escaños en el Poder Legislativo chileno, no manifiesten su total repudio a esta situación. Y que, al contrario, se muestren enteramente solidarios con el terror impuesto por sus “correligionarios” de la infeliz Isla-prisión.
De acuerdo con información de prensa, “en el partido aseguran que ya fueron convocados por la isla para ‘despedir’ a Castro y ‘recibir’ a Díaz-Canel en una fecha aún por definir”. Nótese el verbo empleado: “convocados” y no “invitados”, lo que muestra que el Partido funciona con órdenes perentorias. Y que hasta aquí llega el temor a la disidencia.
¿Qué será entonces en Cuba con los verdaderos disidentes?
Lo más triste de todo, es que, sobre estos verdaderos mártires de la persecución comunista, ha caído el manto del olvido. Ni el Papa Francisco se acordó de ellos en visita a la Isla. Mientras tanto, en Chile le cae el mundo encima al Diputado Urrutia por manifestar su concordancia con el retiro del decreto de ley que pretende dar más dinero a los exilados.
¿Cómo entender que delante de unas declaraciones, que tienen mucho de verdad, los comunistas y frente amplistas “rompan vestiduras”? ¿Y, al mismo tiempo, delante de un régimen que hace 60 años, impone el terror y la represión sistemática de sus habitantes, ellos no digan una sola palabra de repudio?
La respuesta es simple y corta: complicidad ideológica.
Es decir, si ellos pudieran hacer lo mismo aquí, estarían en su paraíso. O sea, su acción política nos acerca a ese destino.
Hasta aquí todo claro.
Lo que no cuadra es que un Gobierno de centro derecha, como el que nos Gobierna, no haya manifestado ni la más leve señal de rechazo a esta situación, ni que se piense romper las relaciones diplomáticas con ese gobierno que a todas luces viola sistemáticamente los DDHH.
Coherencias de los comunistas con su ideología, bien llamada por el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congragación para la doctrina de la fe, como la “vergüenza de nuestro tiempo”.
Incoherencia de un Gobierno que se dice de Centro Derecha, y cuyo Canciller ha sido un conocedor en primera mano de esa persecución y se convirtió, al punto de escribir: “Mis verdes años olivos”.
CredoChile.cl

1 comentarios:

Anonymous Carlos Manuel ha dicho...

Siempre la humanidad vivirá entre 2 extremos.
Lo que les conviene a unos, les afectará al otro.

1:55 p. m.  

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