DE LA HAYA A JOSÉ ANTONIO KAST.
Esta semana hay tres eventos críticos, aunque dejaré de lado la renuncia del presidente peruano. La Haya y la cobarde agresión a José Antonio Kast tienen algo en común. Cada uno de estos temas da lugar a reflexiones profundas.
La demanda boliviana es engañosa aun para su propio pueblo. Evo Morales, con gran astucia, en los hechos no está demandando en esta ocasión la soberanía marítima y ni siquiera está imputando el Tratado de 1904. Apenas demanda la “obligación” de sentarse a negociar algo que siempre ha ocurrido. La demanda es absurda en sí misma. Y digo soberanía, porque el amplio acceso sí lo tiene y además es subsidiado por nuestro país. ¿Cuál es la lógica? En mi opinión, tiene dos aspectos. El primero es la manipulación del apoyo político interno para perpetuarse en el poder (algo propio de la izquierda), como es obvio en sus diversas iniciativas. La antigua estrategia de “unión frente al enemigo externo”. Y funciona. La segunda es entender que la verdadera pelea de este siglo es siempre comunicacional. Evo Morales sabe perfectamente que la Corte en La Haya no le concederá nada concreto, entre otras cosas porque no lo ha pedido. Sin embargo, el mero hecho de que la CIJ conceda la necesidad de conversar, será, con las técnicas de la posverdad, transformado en un “triunfo legal” y mundial de la causa boliviana.
Evo provoca aún más y dice que Antofagasta fue, es y será boliviana, siempre generando la delirante idea de que nuestro país debiera ser fragmentado territorialmente. Mucho más grave incluso fue la declaración de un expresidente que dijo que si a Chile no le gustaba el fallo (fallo creativo), simplemente no lo íbamos a reconocer.
Lo notable es que Chile ha caído en su juego, en su cancha. Nuestro país dice que es un tema estrictamente legal y que nos respalda la ley. Primero nos dijeron que sí teníamos que ir a La Haya y que con certeza la corte desestimaría el recurso y todo terminaba ahí. Pero no lo hizo y empezó el juicio. Perdimos esa hipótesis. ¿Bolivia tenía la razón? Claro que no, pero instaló a nivel mundial la existencia objetiva del “problema boliviano”. La Corte es quien dice si lo hay, aunque no le corresponde definir nada en términos de soberanía, cuestión que Bolivia no demandó. Ese era todo el objetivo de Bolivia. El gobierno anterior, de manera casi delirante, trató de convencernos de que habíamos ganado.
Efectivamente tenemos juristas impecables que litigan en la corte, pero ese no era realmente el problema. Nos dicen que la soberanía no está en peligro y si bien es cierto en el corto plazo, no lo es en esta campaña. Evo lo ha hecho muy bien para sus objetivos. La estrategia es clara: generar de a poco una ola de simpatía y apoyo mundial para cuando llegue el “momento apropiado”. Por ejemplo, basta que alguno de los que apoyan a Bolivia llegue al poder para que se abra el espacio trabajado por años. Por cierto debemos seguir la línea de los juristas, pero también hay que dar la pelea comunicacional interna, externa y en Bolivia. La izquierda sabe dar esas peleas y ahora es experta en posverdad.
El paralelo con J.A. Kast es evidente. La izquierda no tiene empacho en mentir si sirve a su causa. Kast solo quiere ir a las universidades a debatir sus propuestas e ideas, y no solo lo acusan de intolerante sino que lo agreden físicamente y en patota (porque además son cobardes). ¿Es eso tolerancia? El doble discurso nos obliga a tratar de entender dónde está la pelea real, lo mismo que Bolivia. Piñera es experto en estrategia y espero que entienda lo que hay que hacer.
La demanda boliviana es engañosa aun para su propio pueblo. Evo Morales, con gran astucia, en los hechos no está demandando en esta ocasión la soberanía marítima y ni siquiera está imputando el Tratado de 1904. Apenas demanda la “obligación” de sentarse a negociar algo que siempre ha ocurrido. La demanda es absurda en sí misma. Y digo soberanía, porque el amplio acceso sí lo tiene y además es subsidiado por nuestro país. ¿Cuál es la lógica? En mi opinión, tiene dos aspectos. El primero es la manipulación del apoyo político interno para perpetuarse en el poder (algo propio de la izquierda), como es obvio en sus diversas iniciativas. La antigua estrategia de “unión frente al enemigo externo”. Y funciona. La segunda es entender que la verdadera pelea de este siglo es siempre comunicacional. Evo Morales sabe perfectamente que la Corte en La Haya no le concederá nada concreto, entre otras cosas porque no lo ha pedido. Sin embargo, el mero hecho de que la CIJ conceda la necesidad de conversar, será, con las técnicas de la posverdad, transformado en un “triunfo legal” y mundial de la causa boliviana.
Evo provoca aún más y dice que Antofagasta fue, es y será boliviana, siempre generando la delirante idea de que nuestro país debiera ser fragmentado territorialmente. Mucho más grave incluso fue la declaración de un expresidente que dijo que si a Chile no le gustaba el fallo (fallo creativo), simplemente no lo íbamos a reconocer.
Lo notable es que Chile ha caído en su juego, en su cancha. Nuestro país dice que es un tema estrictamente legal y que nos respalda la ley. Primero nos dijeron que sí teníamos que ir a La Haya y que con certeza la corte desestimaría el recurso y todo terminaba ahí. Pero no lo hizo y empezó el juicio. Perdimos esa hipótesis. ¿Bolivia tenía la razón? Claro que no, pero instaló a nivel mundial la existencia objetiva del “problema boliviano”. La Corte es quien dice si lo hay, aunque no le corresponde definir nada en términos de soberanía, cuestión que Bolivia no demandó. Ese era todo el objetivo de Bolivia. El gobierno anterior, de manera casi delirante, trató de convencernos de que habíamos ganado.
Efectivamente tenemos juristas impecables que litigan en la corte, pero ese no era realmente el problema. Nos dicen que la soberanía no está en peligro y si bien es cierto en el corto plazo, no lo es en esta campaña. Evo lo ha hecho muy bien para sus objetivos. La estrategia es clara: generar de a poco una ola de simpatía y apoyo mundial para cuando llegue el “momento apropiado”. Por ejemplo, basta que alguno de los que apoyan a Bolivia llegue al poder para que se abra el espacio trabajado por años. Por cierto debemos seguir la línea de los juristas, pero también hay que dar la pelea comunicacional interna, externa y en Bolivia. La izquierda sabe dar esas peleas y ahora es experta en posverdad.
El paralelo con J.A. Kast es evidente. La izquierda no tiene empacho en mentir si sirve a su causa. Kast solo quiere ir a las universidades a debatir sus propuestas e ideas, y no solo lo acusan de intolerante sino que lo agreden físicamente y en patota (porque además son cobardes). ¿Es eso tolerancia? El doble discurso nos obliga a tratar de entender dónde está la pelea real, lo mismo que Bolivia. Piñera es experto en estrategia y espero que entienda lo que hay que hacer.
Sergio Melnick.
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