martes, marzo 06, 2018

HAITIANOS: LA INVASIÓN PERMITIDA POR LA IZQUIERDA.



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 Muchos chilenos hasta hace poco no entendíamos porque veíamos tantos haitianos, principalmente, en Santiago, en un principio. Cuando viajaba a la capital me asombré como poco a poco iba cambiando el paisaje en el metro urbano y en la comuna donde está la ex Estación Mapocho. Ese sector era otro país al ver la cantidad de negros. No es comentario racista. Luego ha llegado a Valparaíso, Viña del Mar y otras ciudades.
     Tal vez, remotamente alguien se acordará durante el gobierno del socialista Ricardo Lagos, él invoco un artículo de las Naciones Unidas con el pretexto de evitar una guerra civil en Haití. La misma razón que la Izquierda chilena les niega a los militares que derrocaron a Allende por llevarnos a una guerra civil larvada o una dictadura comunista. Los fracasados de la ex UP se siente feliz con la versión del general traidor Juan Emilio Cheyre de que la intervención del 11 de septiembre de 1973 fue no más que “una aventura militar”. No sé cuánto tiempo habrán estado las tropas en ese país de Centro América.
   Luego recuerdo, que durante el primer gobierno de Michelle Bachelet, ella u otro político dijo que el gobierno de haitiano debía copiar el modelo de salud y de educación chileno. Menos mal que no se les vino a la mente reproducir el fracasado Estado de Bienestar europeo en un país pobre como Haití. En la salud se había implementado el AUGE, que es gratis. Cuando un político dice que algo es gratis, está mintiendo o es un ignorante, pues el dinero sale exprimiendo al contribuyente. Es tan bueno el sistema de salud público chileno que los pacientes se mueren haciendo cola. Alguien me contó que en un hospital público un señor con diabetes y al borde de la muerte estuvo esperando cuatro horas, hasta que la persona que lo acompañaba le llama atención a las enfermeras. Cabe recordar que la no médico Bachelet que fue nombrada ministra de Salud por Ricardo Lagos no hizo nada para solucionar las colas en el sistema de salud público que continúa hasta ahora. Y aún meten irresponsablemente extranjeros. 
     Ahora bien, poco a poco la verdad se está revelando. Así, nos enteramos que cuando fue el terremoto y tsunami a Michelle Bachelet no se le ocurrió nada mejor, que traer haitianos con la bendición monetaria de la ONU. El diario Austral de Temuco entrevista a un haitiano, y éste cuenta como llegaron: “Si llegamos acá es porque así lo estableció Bachelet cuando fue para el terremoto. Para entrar y tener visa con contrato de trabajo es necesario unos 3.500 dólares, ir a la oficina y te lo dan, así llegamos todos”. De esa fecha empezó la invasión. 
     Si el organismo multinacional por excelencia se le ocurrió traer haitianos a Chile, eso significa que la ONU fracasó en Haití. No he leído nadie que reconozca esa verdad. A los burócratas o comisarios de ese organismo internacional no se les ocurre crear las condiciones para que las personas prosperen, lo que significa tener un gobierno pequeño, acabar con la corrupción, y respetar de hecho la propiedad privada y el Estado de Derecho, y no en la forma como sucede actualmente. Las personas de América Latina que han emigrado a países de habla inglesa, aparte de Estados Unidos como Australia o Nueva Zelandia, se dan cuentan en seguida. El peso de la Ley.
     Según leí en otro blog, todavía para las Naciones Unidas, ese país es una zona de guerra, lo que es falso. También están metidos los jesuitas, primero el sacerdote jesuita comunista, Felipe Berríos y ahora otro. Además, con nuestros impuestos los haitianos se les paga el pasaje del vuelo. Ellos vienen con visa de turista. Sin embargo, su condición socio económico se condice con la visa que portan.
    En el Chile actual casi no quedan pobres ni campamentos, pues se ha ampliado la clase media. La Izquierda detesta esa clase social. De ahí que al no ver pobres, los importa tal cual. Los únicos beneficiados es la Izquierda extrema que desea crear descontento. Como quedó demostrado en la última elección presidencial, la Izquierda ha perdido electores. 
    De paso, la organización jesuita “Techo para Chile” que se propone a primera vista erradicar los campamentos en realidad no desea tal cosa. Por eso los haitianos viven en campamentos. Un negocio.  
  La semana pasada escuché en el canal 24h a un señor que entrevistaban y cuyo nombre no recuerdo, que decía que a los haitianos había que concederles una visa especial para que pudiesen laboral. Probablemente era un jesuita. Y eso nos lleva a otro punto, a saber que la maniobra importan pobres se han pasada a llevar la Ley de Extranjería. Con todo, el actual gobierno quería modificar esa ley, cuando no la han aplicado. Así de simple. Es una manera de burlarse de los chilenos. Escuché a un señor por un celular que a Michelle Bachelet se le podría acusar de varios delitos con respecto a la invasión de haitianos: traición a la patria, trata de personas y otros que no recuerdo. 
     El martes 27 de febrero en la portada de El Mercurio de Santiago apareció una noticia que decía el Estado chileno en estos dos años había gastado 289 millones de dólares en salud, educación y vivienda para los inmigrantes. Es dinero no es a costa del Estado, sino de los contribuyentes chilenos. Así es ser fácil ser solidario con la plata ajena. Eso no noticia confirma lo que algunos habían sospechado, que la Izquierda entregó esos beneficios con el propósito de clientela electoral, no por altruismo y generosidad. Con todo, perdió la contienda electoral pasada.
     El año pasado, la Coordinadora Nacional de Inmigrantes y el Servicio Jesuita de Migrantes (SMJ) solicito al actual gobierno que amnistiara a 200 mil inmigrantes ilegales. Según el secretario ejecutivo de la Coordinadora, Rodolfo Noriega , al no tener sus papeles al día, se abusan de los inmigrantes: “Así se defrauda al país y se cometen abusos contra los extranjeros”. 
    Por su parte del director nacional de SMJ, Pablo Valenzuela afirmó: “En vez de los muros físicos de Trump, en Chile tenemos muros administrativos”. Agregó para culpar a los demás y no los que llegaron en forma ilegal: “Los migrantes han venido a aportar. Basta de estigmatizarlos y criminalizarlos, paremos esta situación de ilegalidad estructural”. La expresión ‘ilegalidad estructural’ me suena a una expresión que recurren los intelectuales de Izquierda para justificar la violencia que ellos hacen, a saber, que en el país existe una ‘violencia estructural’. Los forasteros no cumplen la ley, sin embargo. son víctimas de la ley.
   Puesto que la Izquierda está unida a la orden de los jesuitas, ahora exigen que la “migración es derecho”. El Partido Comunista estuvo detrás un marcha de inmigrantes exigiendo saltarse los conductos regulares para ejercer el derecho de ciudadanía. La Izquierda necesita del conflicto o se nutre separando a las personas, ya sea los hijos con los padres o bien entre un grupo y otro. En este caso, los chilenos por derecho propio y los emigrantes que quieren regalías.
     A propósito de los jesuitas, hace poco vi un video en Youtube en que exponía que el actual Papa jesuita fue para el Día Internacional de la Juventud en Polonia a decirles a los obispos polacos que se abrieran a los inmigrantes del Medio Oriente, a los que los obispos rechazaron esa iniciativa. La iniciativa por la juventud fue una fachada no más .¿Coincidencia? ¿Conspiración?
    Y al parecer el hecho de traer inmigrantes es un negocio en Suecia como lo muestra un video. Gracias a la inmigración desordenada de Michelle Bachelet, no sólo se ha instalado el narcotráfico y criminales de diversas índole, sino también ha aparecido enfermedades que estaba erradicadas en el país y que son propias de los países que están en el trópico. Me acordé mientras escribía lo anterior que el año pasado apareció una noticia que en el puerto de Valparaíso, encontraron unbrote de malaria . Naturalmente, las actuales autoridades incompetentes que no les importa el país no van a culpar a los inmigrantes que no fueron chequeados como corresponde.

Solo el año pasado arribaron 100 mil haitianos.
   Este es otro legado del nefasto gobierno de Bachelet.
  
JULIO BAZÁN AGUIRRE.

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