jueves, enero 18, 2018

BACHELET: ODIANDO HASTA EL ÚLTIMO DÍA.



La presidenta Bachelet está aprovechando tanto la venida del Papa como el reconocido atributo chileno de no entender lo que se lee para hace un último aporte de odio en su mandato. Bajo el titular de “El Mercurio” de hoy “Presidenta firma proyecto para otorgar beneficio de arresto domiciliario en causas de lesa humanidad a reos enfermos terminales” (pág. C 8), propone normas para todo lo contrario: dificultar o impedir que los Presos Políticos Militares (PPM), por enfermos o enajenados que estén, puedan  dejar el penal.

          El Papa en su visita ha hecho caso omiso de ése, el mayor escándalo de atropello a los derechos de las personas que tiene lugar en nuestro país, aprovechando que no hay nadie que tenga el coraje de hacer manifestaciones públicas ni levantar pancartas en favor de los PPM.
         
          En esto hay una tácita complicidad izquierdista entre la Presidenta y el Pontífice, que tienen otros puntos de vista en común, entre ellos su condena del dinero, como destacara Michelle Bachelet cuando se anunció la visita del Santo Padre. Pero el columnista de “El Líbero”, Alfonso Ríos Larraín, entonces citó, a ese efecto, el siguiente trozo del libro más influyente en los Estados Unidos, aparte de la Biblia, “La Rebelión de Atlas”, de esa rusa de origen y genio contemporánea, Ayn Rand:

"La persona que vendería su alma por una moneda es la que proclama su odio al dinero. Y tiene buenas razones para odiarlo. Voy a darte una pista. La persona que maldice el dinero lo hace porque lo ha obtenido de forma deshonrosa; la persona que lo respeta, lo ha ganado honradamente. Aléjate de quien te diga que el dinero es malvado: tienes cerca un saqueador. En el comercio humano, el único sustituto para el dinero es una pistola. Y entonces la sociedad se deshace, envuelta en ruinas y carnicerías".

Como última gota de odio de su gestión, ahora la Presidenta quiere dificultar la posibilidad de que los PPM ejerzan su derecho a un indulto o a los beneficios carcelarios. Por eso su proyecto declara improcedente el indulto particular para ellos. Además, priva del carácter de “derecho” la obtención de beneficios carcelarios como permisos de salida, libertad vigilada y rebaja de condena, de los cuales ya, pero hasta ahora ilegalmente, se les ha privado. Por añadidura, añade requisitos adicionales e imposibles de cumplir para los PPM que postulen, como los de que “aporten antecedentes serios y efectivos de los que tengan conocimiento en causas criminales de la misma naturaleza (“crímenes o simples delitos de lesa humanidad, de genocidio o de guerra”) y que demuestren su arrepentimiento”, a sabiendas de que la mayoría de ellos han sido condenados por meras presunciones arbitrarias y a veces sin haber visto en su vida a sus supuestas víctimas. En otras palabras, no pueden aportar antecedentes que no tienen ni arrepentirse de hechos en que no han participado, lo que es una forma de negarles los derechos carcelarios.

          Y en un clímax de cinismo, el mensaje del proyecto dice que es “una forma de seguir avanzando en la creación de las condiciones indispensables para alcanzar la verdad, una efectiva paz y reconciliación nacional”, en circunstancias que es la izquierda que ella personifica la que se opone a toda reconciliación, manteniendo la persecución ilícita contra quienes fueron convocados por los políticos democráticos en 1973 a enfrentar al extremismo que pretendía tomar el poder por las armas, este último hoy no sólo perdonado, sino tampoco perseguido y, peor aún, generosamente indemnizado con no menos de 400 millones de dólares anuales en beneficios, pensiones e indemnizaciones que pagamos los contribuyentes.

          Yo he declarado mi “vergüenza de ser chileno” por la inmoral e ilegal persecución a los PPM, en un blog anterior del 5 de enero, al cual los lectores, silenciosamente, le han triplicado el número habitual de lecturas. Es que existe una poderosa pero subterránea conciencia de que un odio inmoral se ha impuesto en nuestra sociedad, del cual la Presidenta quiere exprimir y derramar hasta la última gota en lo que le queda de su mandato, sabiendo que para ello goza de impunidad y complicidad garantizada de sus oponentes políticos, del resto de la sociedad y, ahora, también del visitante Papa.


Hermógenes Pérez de Arce.

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