sábado, septiembre 19, 2015

LEOPOLDO LÓPEZ: LA INTERMINABLE LUCHA CONTRA LA INDIGNIDAD.


Se consumó la canallada. A vista y paciencia del mundo entero. Como lo reseñara de manera ejemplar el Washington Post: “un crudo espectáculo de propaganda dictatorial, un descaro inigualable, una absurda sentencia”. Lo dice la primera voz de la democracia norteamericana. Y en la antípoda, el jefe del gabinete de Michelle Bachelet, el ministro Jorge Burgos, demanda el respeto a los derechos humanos y plantea la necesidad de responderle a los demócratas venezolanos con reciprocidad por todo lo que hicieron a su favor ante la dictadura de Pinochet.
Una jueza que hace honor y sirve de esbirro judicial a la dictadura, contrariando todos los preceptos, normas y leyes que la facultaran para servir a la justicia, decidió hacer escarnio de ella. Tal como se lo reclama uno de sus maestros. En un caso tan cobarde, tan abyecto y tan sórdido, que pasará a engrosar las filas documentales del albañal al que puede rebajarse una institución del Estado por servir los intereses de una satrapía bajo órdenes de un gobierno extranjero.
Un caso perfectamente definible bajo los parámetros de la justicia del horror hitleriano. Puesta en la picota en los Juicios de Nüremberg. Una burla, un descaro, una farsa. Si bien agravada por la insólita corrupción crematística que lo acompaña. Para vergüenza eterna de un país que un día fuera libre y grande, próspero y justo. Y todo ello bajo la presión, el halago, la complacencia y la protección de quienes, como detentores de las armas de la República, heredaran una tradición, la más libertaria de la historia de la América española. Una ofensa a la venezolanidad.
Puede que quienes quisieran verle “el lado bueno” a la ignominia y lo convierten en una condena a cadena perpetua a quien sirvió a la tiranía y es recompensada, vaya a saber Dios con qué emolumentos y un consulado para que desaparezca del mapa de Venezuela, o aquellos que elevan al condenado a las alturas de grandes próceres de la humanidad como Gandhi o Mandela y transforman una sangrienta farsa en una nominación presidencial in pectore, tengan toda la razón.
Esa jueza tendrá que llevar su cara velada cuando esta satrapía, como todo lo humano, llegue a su final. Y la vergüenza que carga la acose de por vida. Si bien los venezolanos somos descaradamente desmemoriados y proclives a desentendernos de la moral. Y puede que, efectivamente, la sentencia que pretende aniquilar al condenado lo haya convertido en la figura más representativa de un pueblo que sufre y se indigna y que Leopoldo López deba estar preparado para salir de la cárcel y dirigirse al palacio de Miraflores. No sería el primero ni será el último caso de una personalidad política que salta de la cárcel al palacio de gobierno.
Porque Leopoldo López  fue preso, enjuiciado y condenado por ninguna otra razón que por no haberse prestado al baile cortesano de la oposición concupiscente. A todos los presos políticos de este régimen se les ha sometido al principio maquiavélico y hitleriano del castrismo: sentar precedentes sangrientos, grabados a sangre y fuego en sus frentes, para que todos sepan que al dictador no se le discute. Y quien ose enfrentarlo debe morir: como murieron los 45 muchachos que se alzaron contra la brutalidad policial ordenada por el régimen.
Por: Antonio Sánchez García | @sangarccs
Profesor de Filosofía Contemporánea en la Universidad Central de Venezuela.

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