viernes, diciembre 12, 2014

EL MINUTO QUE ESTREMECIÓ A CHILE.


El diputado Ignacio Urrutia (UDI) es tan valiente, pero tan  valiente, que no le tiene miedo a los comunistas. Pues eso es señal de heroísmo en el Chile de hoy, manejado por éstos con su látigo del amedrentamiento y el terror.

Urrutia hizo uso de su derecho de solicitar un minuto de silencio en la Cámara en conmemoración del aniversario de la muerte del principal estadista chileno del siglo XX, Augusto Pinochet.

          Los comunistas estaban furiosos, así es que hubo una estampida en la sala de los que les temen, que son casi todos los demás, mientras la brigada roja levantaba pancartas denigratorias del estadista fallecido en 2006. Pero diez valientes diputados UDI y cinco valientes RN se quedaron y adhirieron al homenaje, poniéndose de pie.

Lamentablemente, otro UDI, más joven y con el cerebro suficientemente lavado por las consignas, Jaime Bellolio, no encontró nada mejor que mandar un twitter a “La Tercera” en estos penosos términos: “No estuve de acuerdo ni participé de minuto de silencio. Hoy es día de respetar dignidad y DD. HH. de todas las personas. De ayer y de siempre”. Está a salvo. Puede parar de temblar. Hasta es posible que la bancada marxista se haya acercado a decirle: “¡Qué bien!”

          También el alter ego de Sebastián Piñera y ex ministro suyo, Jaime Mañalich, aportó lo suyo: “Ayer un diputado, en un acto de estupidez máxima, pidió un  minuto de silencio para recordar al dictador Pinochet”.

          Y he visto en la televisión a verdaderos energúmenos preguntando: “¡¿Cómo es posible?!” ¡Esto no puede volver a suceder! Es que es desobedecer la orden de Brezhnev al KGB de hace 41 años, de acusar a la Junta, en todo el mundo, de “violaciones a los derechos humanos”. Pero ésta lo que hizo fue defender los derechos humanos de los chilenos, que estábamos bajo inminente amenaza de verlos atropellados por una dictadura marxista-leninista que tenía un contingente de diez mil irregulares chilenos y un número igual o mayor de extranjeros ingresados clandestinamente al país para tomarse el poder por las armas. En su tiempo lo denunciaron todos los líderes democráticos del país, entre ellos Frei Montalva y Aylwin.

          Por fortuna, los historiadores investigan más allá de las consignas y se han dado cuenta de todo. Paul Johnson ha declarado: “El general Augusto Pinochet fue demonizado por la Unión Soviética y la propaganda comunista. Lo villanizaron y eso fue el gran éxito de la propaganda comunista”. (“Las Últimas Noticias”, 09.04.06).

          Pues Pinochet defendió los derechos humanos de los chilenos al frustrar una intentona totalitaria, y luego les dio libertades y entregó el gobierno a los civiles bajo una carta tan democrática que sigue rigiendo, en lo sustancial, hasta hoy. Y que, justamente por garantizar firmemente los derechos de las personas, los totalitarios quieren derogar.
          El mismo Paul Johnson, en su libro “Héroes: de Alejandro el Grande y Julio César a Churchill y De Gaulle”, dice que la demonización de Pinochet entre las “élites habladoras del mundo fue el último éxito del KGB antes de que desapareciera en el basurero de la historia. Pero para mí –añade-- sigue siendo un héroe, porque yo conozco los hechos” (p, 279).

          Pero en el miserable Chile actual, en que la izquierda domina sin contrapeso en los medios de comunicación y la gente le tiene miedo a la invectiva comunista, el minuto de silencio fue un terremoto para los pusilánimes, arrepentidos, tránsfugas y de convicciones débiles y conocimientos escasos, que han comprado toda la campaña marxista. Ésta impera sin contrapeso en los medios, especialmente en la televisión.

El miedo a los marxistas es histórico. Ayer en “El Mercurio” Axel Kaiser citó una frase de Ludwig von Mises sobre la razón de este temor: “Marx y Engels nunca trataron de refutar a sus oponentes con argumentos. Los insultaron, ridiculizaron, difamaron y denigraron, y en el uso de estos métodos sus seguidores no son menos expertos. Su polémica nunca se dirige contra el argumento de su oponente, sino siempre contra su persona”.

          El minuto de silencio heroico en la Cámara estremeció a este pobre país mentalmente colonizado, el cual, habiendo elegido el gobierno que se merece,  se apresta a desmantelar la obra de Pinochet y la Junta, que hicieron un gobierno mucho mejor del que Chile se merecía, y lo “cambiaron de pelo” y sacaron de la mediocridad en la cual había vivido gran parte del siglo XX, para convertirlo en ejemplo para el hemisferio y el resto de las naciones.

          ¡Honor al diputado-héroe y a los quince valientes que lo siguieron! Pusieron el pecho a las balas comunistas cuando otros arrancaban, se rendían o “se daban vuelta la chaqueta”.

          El tiempo, los historiadores y el triunfo final de la verdad les darán la razón.

Hermógenes Pérez de Arce

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