miércoles, septiembre 11, 2013

ONCE.



Hace cuarenta años, el “Once” puso término al gobierno de la Unidad Popular y a la década revolucionaria. Dicho pronunciamiento siguió a los de la Cámara de Diputados, de la Corte Suprema, de los gremios de transportistas y comerciantes que habían parado al país, de múltiples agrupaciones sindicales, de los colegios profesionales y del Partido Nacional. El pueblo pedía la renuncia de Allende. Todos coincidían en denunciar la ilegitimidad del gobierno. A diferencia de nuestra historia política anterior, que había expresado solo a los grupos dirigentes, este acontecimiento ha constituido la manifestación más relevante y auténticamente popular que conocemos.
Aquellos años revolucionarios se potenciaron con el estatismo de las décadas precedentes y su correspondiente erosión de la libertad. Fue así como se llegó a la ruina del espacio público para la convivencia y el debate democrático. La acción militar expresó la indignada reacción de los chilenos ante la actitud opresora de autoridades ideologizadas e incompetentes, que prefirieron exaltar la violencia y tirar por la borda la democracia.
El gobierno militar que nació del Once realizó un sostenido esfuerzo para recuperar moral y materialmente al país, dotándolo de una institucionalidad que, teniendo presente aquella experiencia traumática, privilegió la estabilidad en el largo plazo como condición necesaria para el desarrollo.
Hoy los frutos son palpables. Tanto, que los jóvenes no conciben al país debilucho de antaño y parecen incapaces de percibir el esfuerzo realizado: tienden a pensar que la situación actual es natural, lo que debilita la base del presente. También nos han señalado como modelo los demás países del continente que, siguiendo nuestros pasos, han alcanzado una situación espectable.
Por lo mismo, llama la atención el rebrote de una mentalidad imaginista que pretende llevar al país por el atajo de los discursos bellos y magnificentes de los mayores fracasos políticos habidos en el continente. Todo esto en pos de utopías que sabidamente llevan a imposiciones totalitarias. Es una regresión a situaciones que, a través de los siglos, solo han posibilitado el dominio de las élites iluminadas, pero ajenas a la verdadera y popular raíz chilena. Este predominio de lo antipopular –o impopular– es la raíz del descontento que cada tanto se ha manifestado en contra de los políticos. Quizás, luego del éxito, parecemos necesitar la mediocridad. Este es un aniversario para meditar.
Adolfo Ibañez S.M.
VivaChile.org

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