LA MITOLOGÍA DE MICHELLE.
Si bien para nadie fue una sorpresa la candidatura de Michelle Bachelet a la presidencia, pocos se han hecho cargo de lo que ello significa en el plano teórico político de la situación. El mundo de la derecha contra ataca desde la praxis (lo que es obvio) pero considero que es de mucha más importancia reflexionar sobre lo que Bachelet representa en la política en lo que respecta a las ideas de fondo, a la visión de mundo que ella tiene y la configuración social que pretende.
Para entrar en esta visión de mundo es necesario situarnos en lo que hoy significa una edificación de valores en la sociedad actual. Con un poco de sinceridad intelectual podemos darnos cuenta de que hoy existe una mirada sombría sobre lo que es el hombre, sobre su actuar y sus decisiones. El hombre no es mirado como un ser noble de buenas intenciones, por el contrario se erige sobre él una presunción de mala fe, causando sospechas en cualquier acto que pueda parecer sincero o bueno. Hoy la sospecha se ha transformado en la actitud moral legítima.
Pero a este diagnostico actual se debe agregar el “optimismo obligatorio” del cual no se puede prescindir impunemente para ser validado en la doxa, de acuerdo a J. Ratzinger. Es políticamente incorrecto afirmar, por ejemplo, que en el desarrollo de esta cultura moderna se han cometido errores y que culturas o etapas históricas anteriores tenían una concepción más noble de lo que significa ser persona en virtud de una sabiduría que hemos perdido. Pensar así significaría una fuerte defensa a las alternativas que ha dado el mundo moderno, ya que el futuro es siempre progreso.
Es de esta idea racionalista, aunque borracha de ilusiones y de utopía, en la que se crió Bachelet. Es esta ilusión carente de sentido de verdad que hace derivar su pensamiento dialectico y materialista y que en un posible gobierno tratará peligrosamente de configurar en nuestro país.
A lo anterior se le suma un peligro extra al que nos vemos expuestos, y es que la inteligencia no es una de las características más sobresalientes de Bachelet, a diferencia de su simpatía que claramente la tiene y que le ayuda a su popularidad. La idea de la modernidad de que todos los criterios morales tradicionales deben ser “desmitificados y desenmascarados” en el asiento del tribunal de la razón positiva y que en consecuencia la moral no está en el ser sino en el futuro, se defienden por Bachelet no desde una reflexión acabada, sino que desde la consigna, y una consigna sin reflexión que esté abierta al error y al dialogo, se va transformando poco a poco en fanatismo político.
El escritor y filósofo C.S. Lewis ha anticipado casi proféticamente el aparecimiento de personas como Bachelet de una forma general, cuando señala “el peligro mortal de la abolición del hombre representado por el derrumbamiento de la moral”.
Los primeros compromisos de la candidatura, entre ellos una reforma educacional, una nueva Constitución y el fortalecimiento del sistema público de salud (probablemente por esta vía vaya el aborto en alguna de sus formas) serán los pasos fundamentales para darle mayor potencia al Estado y poder dar una configuración jurídica que permita realizar el pensamiento político del socialismo en la práctica.
Por este motivo debemos tener claridad en que el Estado no constituye la totalidad de la existencia humana así como tampoco acaba por llenar la “esperanza humana”. El pensamiento vía consigna de Bachelet busca una totalidad que reduce la verdad al voto mayoritario, a la opinión y al consenso, pero es precisamente esto lo que le quita a la política su racionalidad.
Un Estado totalitario, con una fuerte concentración de poder como busca el socialismo, terminará haciendo del Estado de Chile un espejo del Estado Romano del siglo I, vale decir un Estado que por su mentira se transforma en un Estado demoníaco y tiránico. De esta manera el progresismo ideológico de Bachelet se va transformando en lo contrario, vale decir en un Estado mitológico, retrocediendo a un estado anterior en el camino de la historia, pero esta vez de forma real.
En efecto, aunque durante la campaña Bachelet “vaya propalando como objetivo propio la liberación total del hombre, la eliminación de cualquier dominio sobre el hombre, (esto) entra realmente en contradicción con la verdad del hombre y con su libertad, porque reducen al hombre a lo que él puede hacer por sí solo” (J. Ratzinger). Una política de este tipo es por su propia naturaleza una política de esclavitud, es política mitológica.
Esta reflexión se debe entender considerando que el Estado no es algo malo por sí mismo, sino que simplemente se deben reconocer sus límites. Esto hace la diferencia con el anarquismo, porque lo que debemos buscar principalmente es contribuir a este Estado y no destruirlo. La antimoral se combate con la moral y el mal se combate con la decidida adhesión al bien.
Es esta perspectiva política teórica a la que hago mención en el párrafo anterior la que puede destruir la idea de Estado de Bachelet, así podemos destruirle su idea de Estado paraíso para implantar el realismo de la razón. Es en este realismo de la razón donde se encuentra el humanismo, y en el humanismo se encuentra a Dios.
Puede sonar brusco lo que he escrito, pero me parece importante abrir bien los ojos frente a una simpatía que nos puede adormecer. Prefiero utilizar el método de Karl Popper en el “sentido de no tener miedo a la producción intelectual, pero, al mismo tiempo, a examinar sin compasión alguna los frutos de nuestro pensamiento, sometiéndolos a una crítica despiadada”. Puede ser un error en la forma de trabajar, pero frente a doctrinas materialistas y dialécticas, que han demostrado su fracaso y crueldad en tiempos anteriores, prefiero usar aquella metodología, al menos en lo que respecta a la candidatura de Bachelet.
GONZALO CARRASCO A.
VivaChile.org
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio