domingo, abril 07, 2013

EL TERROR QUE VIVIÓ EL NIETO DEL GRAL. PINOCHET EN EL ATENTADO (1986) QUE AUTORIZÓ GUILLERMO TEILLIER.

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Rodrigo era el nieto regalón de Pinochet a sus 10 años. En la foto, durante esos días en El Melocotón.

Tenía 10 años, quería andar en la tricimoto por la parcela de El Melocotón y ver "Superman" aquel domingo 7 de septiembre de 1986. "Si el diputado Teillier estuvo dispuesto a matar para cumplir con su objetivo político, hay que preguntarle cuáles son los objetivos políticos que tiene hoy".


"CUESTA CREERLO".
Así bautizaron los opositores más duros a Pinochet la Cuesta Achupallas, días después del atentado que el 8 de septiembre de 1986 dejó allí a cinco escoltas muertos y a varios heridos.
El domingo pasado, el diputado comunista Guillermo Teillier lo reconoció públicamente: El autorizó el atentado a Pinochet en su condición de jefe militar del Partido Comunista y como supervisor de las acciones armadas del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
El economista Rodrigo García Pinochet (hijo de Lucía, la hija más política del ex Presidente) se encontraba en Miami, donde reside, cuando se enteró de las palabras del parlamentario.
-Tuve un sentimiento de impotencia y de injusticia, al ver cómo el representante del parlamento se ufanaba de ser el autor intelectual de los asesinatos, y de intentar matar a mi abuelo. Que se jacte de haber ordenado las muertes de compatriotas por un fin político, no es fácil de digerir.
-¿Le sorprendió el contenido de lo que dijo Teillier?
-Para mí no era nuevo; ahora lo hace público. Se sabía que él era el nexo entre el grupo extremista y el Partido Comunista. Ahora tomó mayor connotación, ad portas de que el Partido Comunista pueda ser parte de un gobierno en Chile.
-Hay algunos que justifican a Teillier, argumentando que Pinochet mató a 3 mil personas...
-Es lamentable que hoy en Chile las pasiones de entonces sigan vivas y los sectores de izquierda se han encargado de mantener una distorsión de la verdad, mientras la derecha calla. Lo que usted me dice no tiene tiene ningún sentido, salvo desvirtuar la realidad y seguir desprestigiando la figura de mi abuelo. Serán historiadores lejanos de estas pasiones los que logren hacer una historia objetiva sobre la obra de mi abuelo, y el contexto. Hoy hay sectores terroristas que están en el parlamento, y se ve a Allende como uno de los grandes próceres, cuando fue el principal culpable. ¿Cómo se puede escribir la verdad, cuando una ministra del gobierno del Presidente Piñera censura un párrafo del libro de una historiadora porque dice que Allende era marxista? Creo que va a pasar mucho tiempo para que finalmente los historiadores puedan hacer su trabajo.
-La izquierda cuestionó la veracidad del atentado, e incluso algunos dijeron que Pinochet no lo protegió a usted, sino que se protegió con usted... ¿cómo fue, en realidad?
-Mi pregunta es de dónde sale la versión. Habíamos cuatro personas en el auto, y sólo mi abuelo y yo íbamos sentados atrás. Eso demuestra la intencionalidad de desprestigiar su imagen a cualquier costo. Así como también dijeron al día siguiente que era un montaje del régimen. Esa es la práctica de esos sectores: desvirtuar, mentir. Si Teillier estuvo dispuesto a matar para cumplir con su objetivo político, hay que preguntarle cuáles son los objetivos políticos que tiene hoy, y qué está dispuesto a hacer para lograrlos. Ya ha demostrado que mira con buenos ojos la violencia..
Rodrigo tenía entonces 10 años y viajaba al lado de su abuelo, cuando el FPMR le hizo la emboscada a la comitiva presidencial.
-Escribí un libro ("Destino") sobre lo que ahí ocurrió, que me sirvió mucho como catarsis en un tema que deja marcado de por vida.
Lo que él vio y vivió
Era el último fin de semana de agosto de 1986 cuando acompañó a sus abuelos a "El Melocotón", en el Cajón del Maipo. Lo entusiasmaba la idea de manejar la pequeña tricimoto Honda que había en la parcela, tenerla para su uso exclusivo cuando no estaban los demás nietos.
Los regresos solían ser pasadas las seis de la tarde en domingo, pero ese fin de semana las cosas cambiaron. El general Pinochet adelantó su vuelta para el sábado en la noche, porque murió el ex Presidente Jorge Alessandri.
Después se supo que los terroristas habían planificado atentar contra el abuelo ese día, pero el regreso anticipado de Pinochet les aguó su ataque.
"Pensé que eran fuegos artificiales"
El fin de semana siguiente viajó nuevamente con el tata, la "mami" (su abuela) y la "masmami" (su bisabuela) a pasar el fin de semana en "El Melocotón".
Su rutina consistía en caminar por las mañanas con el abuelo a paso marcial, acompañar por las tardes a las abuelas a recorrer sectores donde había frondosas plantas, y, apenas podía, aprovechar al máximo de usar la tricimoto para recorrer lugares donde no había camino y partir a conversar con los comandos.
El sábado hubo algo distinto. Después de almorzar subieron todos al escritorio de Pinochet porque su suegra le pidió que autografiara unas fotos para sus amigas.
-Cuando mi abuelo terminó de dedicar las fotografías, mi abuela me preguntó si tenía alguna foto firmada por el tata, con su dedicatoria. Como no la tenía, el abuelo me dedicó una: "A mi querido nieto Rodrigo, de su abuelo". Guardé la fotografía en mi bolso, pensando en dársela a mi madre de regreso.
El domingo por la mañana aprovechó de ocupar la moto por última vez antes de partir, pero se había descompuesto. Partió a pedir ayuda donde los escoltas. "¿En qué andas, Rodrigo? ¿Ya echaste a perder la moto?", le preguntó el soldado. Se llamaba Cardenio Hernández. Mientras la arreglaba, conversó con el chico. Al terminar, le advirtió: "No te metas por partes muy barrosas", y Rodrigo partió feliz, sin pensar que sería la última vez que vería a ese soldado. El abuelo estaba cansado y resfriado ese domingo 7 de septiembre de 1986. La abuela le insistió en que se quedaran hasta el día siguiente, pero Pinochet dijo que el nieto tenía que ir a clases el lunes Todo el esfuerzo de la "mami" resultó inútil.
-Nunca la había visto tan empecinada en que nos quedáramos en El Melocotón. ¿Sería el instinto femenino?
Cerca de las seis de la tarde empezó el movimiento para el regreso. Mientras los Mercedes se apostaban en la entrada de la casa, Rodrigo ya estaba listo con su pequeño bolso y se quedó junto a los escoltas, observando los dos vehículos que hacía menos de un mes los habían renovado. Estos tenían hasta los neumáticos blindados.
Cuando apareció Pinochet, detrás de él lo hizo la abuela, para decir: "Augusto, ¿estás seguro de no querer quedarte?", pero ya sabía la respuesta. Se acercó a Rodrigo: "Toma unos chocolates para el camino, y para que les lleves a tus hermanos".
-Ya mi abuelo estaba por partir y le pidió a su edecán naval, Pedro Arrieta, que lo acompañara atrás en el auto, porque quería ver unos asuntos. Yo me encaminé hacia el auto de unos escoltas, pero la voz de mi abuela paralizó el movimiento de las personas alistadas para partir. Me ordenó subirme junto al tata. El edecán se acomodó en el asiento delantero. Una sonrisa de asombro de mi abuelo me recibió cuando entré al auto. Cerraron las puertas y el hermetismo del blindaje creó un ambiente ajeno al exterior.
Partieron en el viaje más impactante que hayan tenido en sus vidas:
-Atrás estábamos mi abuelo y yo, junto con la habitual pistola automática enfundada en una cartuchera de cuero, que solía poner en medio del asiento, entre los dos. Yo nunca tocaba las armas; les tenía respeto. Sin embargo, mi mirada se iba hacia la pistola. Era automática, calibre 9 mm, con un cargador de 15 balas, más una en la recámara. Al darse cuenta de cómo la observaba, tomó el arma y la dejó más cerca de él.
En el camino, Rodrigo se distrajo mirando las motos de los carabineros de la escolta, que abrían el paso en medio de sorprendentes piruetas.
Después de una pequeña bajada, comenzaron a subir la Cuesta Achupallas.
-Ya llegábamos a la cima cuando vi un station Peugeot que arrastraba una pequeña casa rodante y se atravesó repentinamente en medio de nuestro camino. Escuché un estallido. Chispas y esquirlas de fuego se esparcían por todo nuestro alrededor. Pensé que eran fuegos artificiales, hasta que diminutos fragmentos de vidrio saltaron desde mi ventana mientras resonaba el tableteo de fusiles M-16 y los primeros impactos daban en el costado del Mercedes.
En la línea de fuego
Adelante, el auto Opala de Carabineros, ése al que Rodrigo quiso subirse antes de partir, estaba inmovilizado. Su conductor, el sargento Córdova, resultó herido y quedó inconsciente sobre el volante.
-En eso se escuchó la voz del capitán Juan Mc-Lean, a quien yo admiraba por su capacidad de mando; él era el jefe de la seguridad del tata: "¡Atrás, atrás!"
Un cohete Low rozó el techo del Opala, rajándolo de lado a lado. Adentro, el cabo Silva estaba muerto y el teniente Tavra intentaba salir mientras disparaba.
El ruido de las ráfagas de los M-16 no cesaba.
-Entonces vi que mi abuelo tomó la pistola automática que estaba entre nosotros y se dispuso a bajar del auto, pero el vehículo comenzó a retroceder velozmente entre la ladera del cerro y los autos que nos escoltaban, golpeando la ladera. En ese momento sentí el brazo de mi abuelo alrededor de mi cuello, para luego cubrirme con su cuerpo. El primer choque nos separó. Habíamos embestido algo, mientras Carvajal hacía retroceder el Mercedes.
El auto de los comandos había frenado de golpe al final de la columna.
A bordo del auto Seguridad 2 quedaban los cabos Juan Fernández y Roberto Rosales, pero el fuego sobre ellos no se dejó esperar; los terroristas sabían que ahí viajaba el grueso de la seguridad. y del armamento. El cabo Fernández, herido, logró saltar hacia el costado norte del camino. El cabo Rosales, una vez afuera, fue alcanzado por un cohete Low que le despedazó el cuerpo.
Pinilla y Guerrero defendían la retirada, cuando una bala le atravesó el tórax a Guerrero y cayó muerto.
El Mercedes continuaba retrocediendo cuando un segundo fuerte choque sacudió todo el auto. Carvajal ya no podía maniobrar con los espejos laterales rotos.
-Carvajal me dijo que abriera las cortinas del parabrisas trasero. Conseguí moverlas un poco, suficiente como para que él reiniciara el retroceso, hasta que otro fuerte choque nos detuvo. Atrás nuestro se encontraban los terroristas en una camioneta. Descargaron todos los M-16 sobre nosotros. El rápido giro que hizo Carvajal nos permitió quedar en dirección al oriente, rumbo a El Melocotón. Aceleró al máximo hasta salir de la zona de ataque.
Mientras, un cohete daba de lleno en la puerta trasera del Mercedes de alternativa, como para haberlo hecho volar y despedazando a todos sus ocupantes. Sin embargo, rebotó en el marco trasero de la puerta. El conductor metió reverso y luego de una vuelta en "U" quedó en igual dirección que el Mercedes del general.
El auto Seguridad 1, en tanto, comandado por el capitán Juan Mc-Lean, permanecía en la cuesta mortal. Cuando iniciaron la marcha atrás, un cohete Low dio de lleno en el vehículo, que explotó en llamas. El cabo Rebolledo murió en el acto. El cabo Hernández logró salir malherido, pero las balas dieron en su pecho y cayó muerto a sólo metros de distancia de la explosión. El capitán Mc-Lean también salió del vehículo, herido en la espalda, a refugiarse en el cerro. Lo mismo hizo el cabo Barrera, con su rostro bañado en sangre, pero el estallido de una granada lo dejó inconsciente.
Sólo quedaban dos soldados en pie. Ya sin municiones, y con poco que perder, el capitán Mc-Lean y el cabo Pinilla vieron su posible salvación al otro lado del camino, en el barranco. Se transformaron en sobrevivientes.
-¡Rodrigo, corre las cortinas! -me dijo de repente el comandante Arrieta-. Quería ver si alguien nos seguía. Al correrlas, divisé una nube de humo detrás de nosotros. Estaba aterrorizado. Miré mis piernas. Los pedazos de vidrio molido cubrían mis jeans. Mi abuelo me tomó la mano y ahí vi que tenía la suya ensangrentada.
-¡De la que nos salvamos, nieto! -me dijo. Ahí recién sentí que el peligro pasaba...
Al día siguiente supo que entre los 5 soldados y carabineros de la comitiva muertos estaba Cardenio, el hombre que lo ayudó a arreglar la tricimoto el día antes de ese domingo fatal.
LA SEGUNDA.

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